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Darwin y la teoría de la evolución


Enviado por   •  2 de Febrero de 2015  •  Ensayo  •  4.769 Palabras (20 Páginas)  •  266 Visitas

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Darwin y la teoría de la evolución

Carlos A. Marmelada

carlosalbertomarmelada@yahoo.es

Febrero 2009

Ninguna teoría científica ha hecho correr tanta tinta como la teoría de la evolución. Desde que en 1859 Charles Robert Darwin publicó su famoso libro titulado El origen de las especies la polémica en torno al alcance y los límites de esta teoría no ha dejado de ser objeto de airado debate. Dentro de la ciencia prácticamente nadie duda de la realidad del hecho evolutivo, lo que se discute es cómo se produce la evolución, cuáles son sus causas, de qué manera se ha ido desarrollando, si ha sido de forma lenta y gradual o a través de saltos bruscos que se han dado en momentos puntuales. Pero las discusiones más agrias se han producido más allá de la ciencia. No hay duda alguna de que en la actualidad uno de los debates más intensos entre ciencia y religión es el que hace referencia a la compatibilidad entre la teoría científica de la evolución y la doctrina religiosa de la creación. 150 años después de la publicación de la citada obra de Darwin los debates siguen tan abiertos como entonces; quizás, incluso, con mayor vigor y con una vitalidad renovada. Detrás de la obra está el autor. Pero ... ¿quién fue realmente Charles Darwin? Su teoría científica fue utilizada bien pronto como arma arrojadiza contra la religión. ¿Cuál fue su intención? ¿Sólo aspiraba a establecer una teoría científica alternativa al fijismo imperante o también pensaba que estaba aportando pruebas científicas a favor del ateísmo?

En 1809 Jean Baptiste Pierre Antoine de Monet (1744-1829), más conocido como el Caballero de Lamarck, publicaba el libro en el expuso sus teorías evolucionistas: La philosophie zoologique. El 12 de febrero de ese mismo año nacía Charles Robert Darwin; y lo hacía en el seno de una familia acomodada de Shrewsbury, capital del condado de Shropshire, al oeste de Inglaterra y cerca del País de Gales. Fue el quinto de seis hermanos, cuatro chicas y dos chicos. Su padre, Robert Waring Darwin (1766-1848) era, un médico de gran prestigio, lo mismo que su abuelo paterno Erasmus Darwin (1731-1802), quien había escrito un poema en el que apostaba por una visión evolutiva de la vida. Su madre, Susannah Wedgwood (1765-1817), era hija de Josiah Wedgwood I, un ceramista famoso de Maer que había triunfado con el inicio de la revolución industrial.

Por voluntad expresa de su madre, para realizar los primeros estudios ingresó en la escuela Unitaria del reverendo Case. Pero la muerte prematura de Susannah Wedgwood en 1817 llevó al señor Darwin a tomar la decisión de trasladar a su hijo al internado del Dr. Butler. Darwin nunca fue un alumno brillante. En la enseñanza básica sus notas fueron normales y en su paso por la universidad tampoco logró destacar académicamente. La realidad es que fue un estudiante normal y corriente.

La ilusión del Sr. Darwin era que sus dos hijos fueran médicos, por eso los envió a estudiar medicina a la prestigiosa Universidad de Edimburgo. Charles se trasladó allí a finales de 1825, su hermano había ido antes. El joven Darwin se dio cuenta bien pronto que él no estaba hecho para eso. Las clases le resultaban extremadamente aburridas; pero lo peor era cuando tenía que asistir a alguna operación; no hay que olvidar que en aquella época se hacían sin anestesia. Tan solo asistió a dos, pero la segunda le marcó definitivamente, se trataba del a operación de un niño; esa experiencia le resultó tan traumatizante que descartó de forma definitiva esta profesión, aunque continuó en Edimburgo el resto del curso. Sin embargo, no todo fue malgastar el tiempo; allí conoció al naturalista Robert Edmond Grant (1793-1874), un evolucionista seguidor de Lamarck que le reavivó su pasión por la naturaleza introduciéndole en diversas sociedades científicas de Edimburgo. Fue por esas fechas cuando Darwin impartió su primera conferencia científica en los sótanos de la Sociedad Plineana.

Grant le expuso a Darwin las doctrinas evolucionistas de Lamarck y le recordó que su abuelo Erasmus también había sido evolucionista. Pero a Darwin no le convencían los argumentos de ninguno de los dos. Por entonces Charles Darwin era fijista, es decir, opinaba que Dios había creado todas las especies tal como se conocían entonces y que las había distribuido por la Tierra de la forma más conveniente para ellas. Sin embargo, era una situación que no podía mantenerse por mucho tiempo. Sus hermanas le ayudaron explicándole al padre la falta de vocación del joven Darwin, principalmente debido a lo mal que lo pasaba en el quirófano. Aunque descontento el señor Robert Waring no tuvo más remedio que aceptar la situación. Preocupado por el futuro de su hijo, temía que se disipara en una vida disoluta, decidió que estudiara teología en Cambridge a fin de que se convirtiera en un párroco rural anglicano. Después de pensárselo Darwin aceptó; dos fueron las razones que le impulsaron a ello. Por una parte no le desagradaba dedicarse a atender las necesidades espirituales de la gente y por otra, esta profesión le dejaría tiempo más que suficiente como para poder cultivar su gran afición: ser un naturalista.

Darwin estuvo tres años en Cambridge. En enero de 1828 ingresó en el Christ’s College. Tampoco destacó allí por la brillantez de sus notas. Prefería cazar, montar a caballo o divertirse con el grupo de amigos que formaba el “Club de los Glotones” (el Glotton Club), antes que estudiar teología. A principios de 1831 aprobó el examen de graduación sacando una de las mejores calificaciones entre el grupo de alumnos que se presentaron a la prueba para los que no aspiraba a nota. Con la perspectiva que da el tiempo no deja de ser paradójico que Charles Darwin, el hombre cuyas teorías científicas serían utilizadas por algunos como base para fundamentar el ateísmo naturalista, tuviera como única titulación académica la licenciatura en teología; o, para ser más exactos, Bachiller en artes.

El paso por Cambridge fue decisivo en la vida de Darwin. En esta ilustre ciudad universitaria conoció amistades que le marcarían profundamente; entre ellas destaca la de John Stevens Henslow (1796-1861), un pastor anglicano y profesor de botánica. Este eminente sacerdote científico le acogió en su círculo más íntimo. Los viernes celebraba en su casa una reunión de alumnos a los que invitaba a cenar y después establecían tertulias científicas. Henslow supo ver bien pronto las grandes cualidades que encerraba Darwin como naturalista y que en el futuro habrían de caracterizar la personalidad pública del eminente científico británico. Unas cualidades que hasta ese momento todavía no habían aflorado, y que permanecían ocultas incluso al propio Darwin.

Durante el verano de 1838 estuvo haciendo una excursión

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