Diario de la Congregación de los Drakon.
Enviado por Laura Flores • 21 de Febrero de 2016 • Apuntes • 578 Palabras (3 Páginas) • 98 Visitas
Diario de la Congregación de los Drakon.
“Un débil rayo de luz iluminaba aquella habitación que hace dieciocho años el Conde Du Bers ordenó decorar con piedras preciosas y cerámica importada desde la remota China, como presente para la conmemoración del nacimiento de la hija del monarca Alexander du Broussard XI y su esposa la duquesa y reina Charlotte du Monstre, la pequeña Vanessa Broussard du Monstre cuyos ojos grisáceos y oscuros a la vez, revelaban aquel secreto que sus propios ancestros no dudaron ocultar sin temor alguno y en sí la incógnita iba a ser callada y ocultada.
Cuarenta kilos distribuidos de una manera casi perfecta y debajo de un tono de piel asemejado a la harina del pan crudo, dormitaban en aquella habitación de semejantes lujos que nunca un campesino por más sudor de su frente podía costear; velas por dondequiera donde cada una simbolizaba el salario de un campesino de aquel pueblo rumano sumido a la lealtad para la familia real , aquellos aposentos reales donde los zafiros, diamantes y rubíes estaban de más en aquella ventana de cortinas color vino que daba una vista sublime de la antigua Transilvania, pero ahí estaba, la menor e hija única de los reyes en una cama de oro puro cuyo valor superaba el salario de miles de artesanos, ella, era la que algún día los mismos ancestros envidiarían los encantos que ocultaba detrás de esos ojos grisáceos y ese néctar sangriento de sus venas”
Citatoria Real:
S
ir Nicolás , hombre serio, reconocido en la corte rumana y galán de las doncellas solteras, trotaba a todo paso con su fiel caballo de raza pura e importada de las remotas tierras españolas, sujetando a toda fuerza su capucha de cuero con sus manos envueltas en unos guantes de piel de conejo, a juego de unas botas sucias del barro. El galopeo constante, hacía un complemento con las hojas secas que caían de aquel otoño, que se despedía a paso lento para dar la bienvenida al invierno en los terrenos de la mística Rumania. Mientras observaba como caían las hojas con una rapidez voraz, el viento azotaba su melena amarrada en una cola de caballo, de ese cabello con ciertas canas que salían de manera discreta y con cierta rapidez, que al tiempo pasó a ser de un joven treintañero a alguien cuarentón y sin embargo, seguía causando fuerte impacto en las cortes rumanas y húngaras. Dedico sus últimos diez años en ser el guía del Conde Jasper II y de Charles von Frish; jóvenes que también estaban allí acompañándolo en tal travesía y cuyos lazos amistosos se volvieron en el afecto paternal de Sir Nicolás hacia Charles von Frish y el Conde Jasper.
Charles von Frish, un joven mayor que el Conde Jasper II y con los mismos encantos físicos, sostenía un pergamino, mientras aceleraba el paso con su equino y a la vez veía los árboles que se iban desnudando poco a poco que le recordaban ese mismo camino que siguió hace dos semanas, para asistir al baile por el décimo octavo cumpleaños de la Princesa.
Por otra parte, el Conde Jasper II con su dificultad para respirar y sus ojos rojos, observaba desde lejos un riachuelo con unos pececillos que parecían cristales en el agua. Imaginaba esos pescadillos y su semejanza a los que vivían en el lago que rodeaba el Castillo de Hunyad, morada actual de la familia real, y en especial de los príncipes húngaros.
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