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ENSAYO DE LAS TENDENCIAS ACTUALES DE LA LITERATURA CHIMBOTANA


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  7.228 Palabras (29 Páginas)  •  356 Visitas

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LAS TENDENCIAS LITERARIAS ACTUALES EN CHIMBOTE

ELVIS JOE TERRONES RODRÍGUEZ.

“Causó risa al licenciado la simplicidad del ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego". Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha.

La poesía es indestructible como el alma.

Sobrevive a cualquier veneno y a la muerte. VIVE…

Inédito

INDICIOS DE NUEVAS TENDENCIAS

Literatura del futuro

Cumplidos los cinco primeros años del siglo XXI, la literatura peruana comienza a delimitar cauces marcados por propuestas novedosas. Si bien el año pasado resultó productivo en emisión de títulos y aparición de noveles autores, la consolidación de un público lector y un mercado con oportunidades para todos resulta todavía un tema pendiente en la agenda del campo literario y la industria editorial.

En la era del conocimiento, como se suele definir a la globalización imperante de nuestros días, el mayor valor de su puesta en vigencia reside en su circulación. Si el conocimiento es incapaz de circular o, a la inversa, muy pocos pueden acceder a él, se habrá cumplido un despropósito. Con todo, la literatura es una forma de conocimiento y requiere también de medios adecuados de divulgación.

Nuestro país sale del siglo XX e ingresa al siglo XXI con una de las literaturas más ricas del mundo, pero los peruanos cada vez leen menos. Como se sabe, una encuesta de la Unesco nos coloca en el penúltimo índice de comprensión lectora, sólo por encima de Haití, una de las naciones más vapuleadas del continente americano. Las sucesivas políticas educativas en los últimos cincuenta años nos han colocado en esta delicada posición que impide la constitución de un pensamiento crítico capaz de construir proyectos de modernidad. Éstos son los frutos, al fin y al cabo, de toda literatura y de su necesaria reflexión sobre ella, al amparo de aparatos institucionales que la vuelven sostenible en el tiempo.

El Perú ha sido invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y los editores peruanos han podido comprobar in situ la envergadura del poder del libro en la formación de un mercado de lectores y, a su vez, en la generación de empleo a partir de la consolidación de la industria editorial.

Es lamentable confirmar, una vez más, que en el Perú nos encontramos muy a la zaga de lograr eventos como Guadalajara o mantener una industria editorial como la colombiana o la argentina. Si bien el Gobierno actual ha promulgado una Ley del Libro, el reglamento de dicha norma ha recibido críticas en todos los tonos, lo cual revela la precaria institucionalidad del sistema editorial y literario peruano. En esa línea, cierta prensa se refocila con el hecho de enfrentar a escritores en discusiones que no van al fondo del asunto: cómo hacer viable una cultura del libro en el Perú.

De ello se desprende que construir un mercado de lectores en el Perú es indudablemente difícil.

Sin embargo, muchos jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 30 años, tanto de la capital como de las principales ciudades del interior, mantienen una afición preferencial por la escritura. Una buena parte de ellos cuenta con un par de libros publicados; otros se expresan en plaquetas o en revistas. Estas últimas publicaciones, tanto físicas como virtuales, se han convertido en los principales canales de difusión que suplen, en cierto modo, la falta de atención de la sociedad y los medios periodísticos. Esta generación ha comenzado a salir a la luz durante el decenio 1995-2005.

Expansión del campo literario: Las revistas literarias virtuales y los blogs o bitácoras personales han ampliado notablemente el espacio de discusión de los temas literarios.

PROBLEMÁTICA LITERARIA

Por un lado, tenemos un grave problema bastante difícil de resolver a partir de elementos histórico culturales. Si el Perú como estado surge con la república recién en 1821 y por tanto es lícito denominar literatura peruana a la creación literaria surgida a partir de esa fecha, ¿cómo llamar a esa literatura milenaria surgida antes que el Perú, en este mismo territorio, con gente que nos legó su cultura, sus lenguas, en fin, nuestra nacionalidad?

Ya se ha intentado canalizar esta inquietud a partir de conceptos tan generales como impropios: literatura colonial y literatura prehispánica, que no nos dicen nada y que solo establecen una situación de temporalidad, de tiempo previo, sin siquiera olfatear una característica que nos acerque a una de las culturas más antiguas del mundo, como es la nuestra.

Recordemos, por eso, que otros países de la América hispánica pasan por los mismos periodos prehispánicos y coloniales, pese a tener otras lenguas, otras culturas, otras costumbres, en fin, pese a ser otro mundo. Caso de México, por ejemplo.

Hubo un tiempo en el siglo veinte principalmente en que ya algunos estudiosos adelantaban una característica común a nuestra cultura a partir de la cultura Inca, y nos llamaban así, Incas, descendientes de los Incas, hijos del Sol, etc. Pero esto se explica por el conocimiento limitado de la historia que aún desconocía culturas tan viejas como Caral, tan maravillosas como los Moche, los Nasca y Tiahuanaco, entre tantas otras.

Por eso escritores como Julio Verne o Voltaire, y aun Conan Doyle, el autor del famoso detective Sherlock Holmes, imaginaban nuestro país en sus narraciones como el territorio de los Incas, simplemente.

Pero el problema que intelectuales como ellos se planteaban era legítimo y subsiste con mayor peso que nunca, un problema muy emparentado con los criterios que todos los pueblos del mundo tienen sobre la nacionalidad, la identidad, es decir, sobre lo que nos une, sobre el pasado común y el porvenir, sobre lo que somos y lo que queremos ser.

Creo que todas las caracterizaciones sobre literatura inevitablemente chocan con la necesidad de establecer límites, colocar fronteras, atar pasado con presente para una mejor comprensión del fenómeno literario.

Por eso nos alegra que un poeta y crítico sanmarquino como Washington Delgado, en lugar de repetir como lo hacen casi todos los malos críticos literarios que la literatura que trataba el tema campesino era indigenista o postindigenista, elaboró conceptos más imaginativos como el de literatura nativista, literatura agraria, etc, para estudiar las diversas canteras de la literatura sobre asuntos campesinos.

Tener categorías adecuadas, denominaciones apropiadas para nuestra literatura, es por eso una cuestión importante porque

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