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Economía y doctrina social de la Iglesia


Enviado por   •  28 de Julio de 2014  •  Trabajo  •  2.621 Palabras (11 Páginas)  •  262 Visitas

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TRABAJO PRÁCTICO ECONOMÍA

‘‘DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y SU RELACIÓN CON LA ECONOMÍA’’.

VICTORIA BRAVO BONFIGLIO 4to A

Economía y doctrina social de la Iglesia

En estos últimos 100 años la economía ha sido la primera ciencia de interés en el mensaje social de la Iglesia, incluso por encima de la política. Bastaría consultar los documentos del magisterio social pontificio y los temas que han sido objeto de su interés, León XIII en la cuestión obrera, Pío XI en su valoración del capitalismo más desarrollado e internacional, las grandes figuras de Juan XXIII Pablo VI y Juan Pablo II en su largo pontificado y tan pleno de pensamiento. Y actualmente, el papa Benedicto XVI con un mensaje preocupado por la dignidad del ser humano en un mundo globalizado.

Como sociedad es un derecho de todos el participar en la vida económica y a la vez una responsabilidad, el comprometerse en el desarrollo económico de toda la sociedad según las capacidades de cada uno; sin embargo resulta difícil en la práctica, en el mundo de hoy, en el que impera el egoísmo y toda una serie de antivalores, el poder conjuntar, en aras de un mundo más humano y de un bienestar armónico, centrado en valores cristianos de solidaridad, caridad, justicia y una entrega y ayuda desinteresada hacia los más necesitados, el tan ansiado desarrollo económico.

La creación de las riquezas y su incremento, deben de darse dentro de un orden basado en valores morales y éticos, considerados estos tanto en su origen, como en su cantidad, es decir, generados con base en equidad y justicia y su uso orientado al desarrollo solidario del ser humano y que la sociedad, en la que el hombre se desenvuelve, sea con el objetivo de apartarlo de la esclavitud del consumismo y el mercantilismo.

La Doctrina Social de la Iglesia, nos orienta hacia una economía de libre mercado; basada en la propiedad privada, la empresa, la responsabilidad social, la creatividad humana, la libertad de asociación y la participación basada en la subsidiariedad, es decir según las capacidades de cada uno, sujeto todo ello a los valores cristianos de respeto a las personas, la propiedad, la solidaridad, la caridad y el bien común.

La iniciativa privada y la empresa, constituyen el valor fundamental de la propuesta de la Doctrina Social de la Iglesia, valor que la misma sociedad debe de promover y el Estado tutelar, vigilando el correcto actuar de todos los actores que favorezca el libre ejercicio de la actividad económica. Su limitación o negación, por el Estado, trae como consecuencia, un desaliento social y en el individuo, para el progreso.

La libertad de iniciativa y de libre empresa, deben únicamente estar, limitadas por el sentido de responsabilidad social, moral y ética. El Estado debe de tutelar estos valores, tanto en cuanto, sean respetadas las normas establecidas para su ejercicio, teniendo como objetivo el bien común de la sociedad, evitando en todo momento, favorecer los intereses de determinado grupo o personas, por el manejo de la información privilegiada que se tiene o pueda tener e influir para obtener beneficios de grupo.

La empresa, además de tener un fin de carácter económico, también tiene fines de carácter social, moral, humano y cultural, ya que es un agente formativo del hombre en primer lugar, hacia su interior, con las personas que la integran, después para con las personas que se benefician con sus bienes o servicios y para con la sociedad basadas en esos valores que son fundamento de su actuación, con ese orden de ideas y con esos principios, se transmiten esos valores y esa forma de pensar para cada quien, hacerse responsable de su parte, se este modo, se esta actuando en congruencia, al poner la economía al servicio del hombre y no a la inversa.

En este orden de ideas, es en cuanto al orden y el respeto del hombre por el hombre mismo, como debe extenderse a las naciones y sobre todo, apoyar los fuertes a las más débiles y las menos desarrolladas; de lo contrario se estaría en una situación de sometimiento y esclavitud, condenable desde todos los ángulos, ya que esto es una nueva forma de esclavitud y sometimiento de los países débiles a los intereses y caprichos de los económicamente, más fuertes.

Tal y como se postula hoy en día con la globalización, esa relación de intercambio debiera de ser armónica y de reciprocidad, de manera natural, no forzada ni condicionada; sino más bien solidaria, atendiendo a otros aspectos como el ecológico, del uso racional de los recursos naturales con que cuenta cada país, de respeto a la soberanía de cada nación, con la aplicación y difusión de estos valores cristianos, no es a través de la imposición ni el condicionamiento que va en contra de la soberanía de que se habla, sino manteniendo una relación de entendimiento respetuoso, se generará un ambiente de entendimiento basado en la confianza y cordialidad que permitirá una relación armoniosa y el desarrollo de los pueblos y del hombre; desde luego, que para que ello se dé, es fundamental que las naciones, los estados (entiéndase gobiernos), las organizaciones intermedias y el hombre, asuman la parte de responsabilidad que les corresponde y es fundamental.

En este orden de ideas; el libre mercado, basado en estos valores cristianos, se pone como fin último, el bien común, que de ese modo, se da una competencia de la que resulta ganadora la sociedad y en última instancia el individuo, al recibir más y mejores bienes y servicios, por precios más justos y razonables; el Estado, debe vigilar la participación de todos los actores, aportándoles un marco jurídico claro y sencillo que favorezca el libre ejercicio de la actividad económica respetando su participación conforme a sus capacidades, favoreciendo “la cultura del bien común” entre las empresas y toda la sociedad, ya que todos los individuos deben trabajar en su construcción y con la acción también se educa a los hombres; es el Estado el que debe de fomentar la participación de toda la sociedad, tanto como individuos como de las entidades económicas de todos los tamaños; siendo responsabilidad del Estado intervenir como árbitro que vigila y castiga el actuar de cada uno de los actores económicos, así como promover el desarrollo y las capacidades de la iniciativa individual, la autonomía, la solidaridad y la responsabilidad social, que permitan la incorporación de nuevos actores que deseen participar en la vida económica, para la construcción de ése bien común, incluyendo a los que menos tienen, nadie debe quedar

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