El Origen De La Vida.
Enviado por viviovalle • 28 de Octubre de 2013 • 24.553 Palabras (99 Páginas) • 286 Visitas
EL ORIGEN DE LA VIDA
Alexander I. Oparin
Prólogo.
Capítulo I.
La lucha del materialismo contra el idealismo
y la religión en tomo al problema del origen de la vida.
Capítulo II.
Origen primitivo de las substancias orgánicas
mas simples: los hidrocarburos y sus derivados.
Capítulo III.
Origen de las proteínas primitivas.
Capítulo IV.
Origen de las primitivas formaciones coloidales.
Capítulo V.
Organización del protoplasma vivo.
Capitulo VI.
Origen de los organismos primitivos.
Conclusión.
Biografía.
Notas.
PRÓLOGO
A finales del siglo XIX se hizo pública una teoría que cambiaría completamente la visión que los hombres tenían de sí mismos. Esa nueva concepción de la naturaleza era tan diferente, que muchos la catalogaron como poco seria e incluso llegaron a tildarla de peligrosa. El Origen de las especies, del naturalista inglés Charles Darwin, fue el primer paso de una serie de textos de carácter científico en torno al tema de la evolución, complementado en 1879 por el Origen del hombre, que se dedicó expresamente a observar el nexo existente entre el ser humano actual y los primates. Si bien se han publicado varios trabajos que profundizan o hacen claridad sobre las obras de Darwin, un trabajo equivalente en el tema de la iniciación de la vida sólo está presente en la obra de Oparin, que se encarga de explicar los pasos anteriores que ilustran la fase primigenia de la cadena evolutiva.
Hasta hace poco, los esfuerzos por responder a la pregunta sobre cómo se originó la vida fueron consideradas especulaciones irresponsables que no correspondían a científicos serios. La situación ha cambiado por completo. De manera general, hoy se acepta que las primeras formas de vida en la Tierra no fueron el resultado de un evento súbito, sino más bien de uno, cuya repetición era parte integral del desarrollo general de la materia. Esa situación hace que el tema del origen de la vida sea objeto de una investigación científica a profundidad.
Antes de dedicarnos puntualmente a la presente obra, es conveniente revisar un poco los presupuestos que subyacen tras la producción científica del autor. Oparin se interesó desde muy niño por las plantas, posiblemente por haber nacido en un área rural cercana al río Volga; esa inclinación se vio estimulada por la lectura de la teoría de la evolución de Darwin, que para ese entonces ya era comentada en los centros de estudios a lo largo y ancho de Rusia. En sus tiempos de estudiante de la cátedra de fisiología vegetal, Oparin no podía aprobar que los primeros organismos hubieran podido elaborar procesos de fotosíntesis; consideraba difícil que un organismo se constituyera sólo a partir de dióxido de carbono, nitrógeno y agua. Tal afirmación estaba en contravía de la teoría de la evolución de Darwin, en la que Oparin se había nutrido desde muy temprano.
Como resultado de sus estudios, Oparin publicó en 1923 El origen de la vida, un texto que se encarga de presentar con lenguaje muy sencillo cómo la evolución de la materia orgánica se inició aun antes de la formación de la Tierra. Después de que el planeta terminó su conformación, y después de que su litosfera, atmósfera e hidrosfera se desarrollaron, la materia, que era muy elemental, se hizo más compleja. Entonces evolucionaron las primeras formas de vida, y tanto su estructura como su metabolismo evolucionaron paulatinamente.
El trabajo, publicado por primera vez en Moscú hacia 1923, no fue conocido de manera más amplia sino hasta cuando John D. Bernal lo incluyó en su The origin of life en 1967. Desde entonces la incidencia de Oparin ha sido muy diversa: estableció el puente entre lo vivo y lo inerte, redondeó la teoría propuesta por Darwin con respecto a la evolución, puso al mundo científico a pensar sobre las relaciones entre los organismos y el medio que los rodea y abrió la posibilidad de estudiar los fenómenos biológicos en el cosmos.
Oparin se hizo importante por su explicación del origen de la vida como el paso de las proteínas simples a los agregados orgánicos por afinidad funcional. Aunque algunas de las afirmaciones de Oparin han sido revaluadas, lo que sí es importante destacar es que su producción es campo fértil para el surgimiento de toda clase de preguntas en las disciplinas científicas, haciendo que los dogmas no sean ya los que manejen el curso del conocimiento. Hoy, al bordear los ochenta años de la aparición de su primer libro, Oparin sigue siendo punto de discusión de legos y expertos.
CAPÍTULO I
La lucha del materialismo contra el idealismo y la religión en torno al apasionante y discutido problema del origen de la vida
¿Qué es la vida? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo han surgido los seres vivos que nos rodean? La respuesta a estas preguntas entraña uno de los problemas más grandes y difíciles de explicar que tienen planteado las ciencias naturales. De ahí que, consciente o inconscientemente, todos los hombres, no importa cuál sea el nivel de su desarrollo, se plantean estas mismas preguntas y, mal o bien, de una u otra forma, les dan una respuesta. He aquí, pues, que sin responder a estas preguntas no puede haber ninguna concepción del mundo, ni aun la más primitiva.
El problema que plantea el conocimiento del origen de la vida, viene desde tiempos inmemoriales preocupando al pensamiento humano. No existe sistema filosófico ni pensador de merecido renombre que no hayan dado a este problema la mayor atención. En las diferentes épocas y distintos niveles del desarrollo cultural, al problema del origen de la vida se le aplicaban soluciones diversas, pero siempre se ha originado en torno a él una encarnizada lucha ideológica entre los dos campos filosóficos irreconciliables: materialismo e idealismo.
De ahí que, al observar la naturaleza que nos rodea, tratamos de dividirla en mundo de los seres vivos y mundo inanimado, o lo que es lo mismo, inorgánico. Sabido es que el mundo de los seres vivos está representado por una enorme variedad de especies animales y vegetales. Pero, no obstante y a pesar de esa variedad, todos los seres vivos, a partir del hombre hasta el más insignificante microbio, tiene algo de común algo que los hace afines pero que, a la vez, distingue hasta a la bacteria más elemental de los objetos del mundo
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