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El Origen De Las Especie


Enviado por   •  5 de Marzo de 2012  •  3.010 Palabras (13 Páginas)  •  698 Visitas

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apítulo V. Desarrollo de las facultades morales e intelectuales en los tiempos primitivos y en los civilizados.

Las facultades morales e intelectuales progresaron por la acción de la selección natural; luego se perfeccionaron, y por fin se hicieron hereditarias. El gran éxito de la enorme expansión del hombre se debe, principalmente, aunque no exclusivamente, a las facultades intelectuales. El progreso de éstas fue ayudado y modificado de manera importante cuando los antecesores del hombre se hicieron sociales. Las cualidades sociales “han de haber sido adquiridas por los antecesores del hombre (...) por selección natural, unida al hábito hereditario” (p. 135): unas tribus con mayor número de individuos valerosos dispuestos a ayudarse, habrían obtenido más fácilmente la victoria sobre otras menos valientes. Pero el origen de las virtudes sociales y su desarrollo tenía un estímulo que Darwin concreta en la aprobación y censura de nuestros semejantes. Esto actuaba sobre los instintos sociales, adquiridos por selección natural, en un período que permanece en la incógnita. El sentido moral o conciencia “es un sentimiento complicado que nace de los instintos sociales; está principalmente dirigido por la aprobación de nuestros semejantes; lo reglamenta la razón, el interés, y en los tiempos más recientes, los sentimientos religiosos profundos; y lo fortalece la instrucción y el hábito” (p. 138).

En la segunda mitad del capítulo, el autor analiza la acción de la selección natural en las naciones civilizadas. Sostiene que cuando el nivel moral era rígido la selección obraba débilmente, pues las normas morales determinan castigos que impiden todo cambio social. Un importante obstáculo se opone al progreso de los hombres de una clase superior, y consiste en el hecho de que los individuos prudentes se casan más tarde para procurar mejor su subsistencia y la de sus hijos, mientras que los individuos disolutos se casan en una edad temprana, con lo que tienen un número mayor de hijos. Darwin señala más adelante que la Iglesia habría tenido una influencia funesta, pues en las épocas pasadas los hombres distinguidos por su inteligencia sólo encontraban refugio en ella, donde se exigía el celibato; y la Inquisición quemó o encarceló a los hombres dotados de un espíritu más independiente y atrevido. De donde “el

mal que ha causado así la Iglesia católica es incalculable” (p. 152). Piensa que la selección natural procede de la lucha por la existencia, y ésta de la rapidez de la multiplicación; de aquí resulta que la nación dotada de individuos cuya descendencia fuese de inteligencia elevada prevalecería sobre las demás. Pero el combate por la vida que lleva inevitablemente a la lucha, produce en las naciones civilizadas la miseria; por eso, Darwin al final prefiere que el crecimiento de la población disminuya: “es imposible que no deploremos amargamente (...) la velocidad con que el hombre tiende a crecer en número” (p. 153).

Capítulo VI. Afinidades y genealogía del hombre.

En este capítulo clasifica a los primates atendiendo a similitudes morfológicas de diversos caracteres, y establece su relación con el hombre. Establece los grupos Catarrino o monos del Viejo Mundo, y el Platirrino para los monos del Nuevo Mundo. El hombre estaría situado dentro de los Catarrinos, por lo que considera que representa una “ramificación del tronco simiano del antiguo mundo” (p. 170). Dentro del grupo Catarrino, el gorila, chimpancé, orangután e Hylobates, representarían un subgrupo a se (subgrupo antropomorfo), con el que el hombre comparte grandes semejanzas.

Los Catarrinos y Platirrinos proceden de un antecesor común del que divergieron; y los antecesores del hombre divergieron del tronco Catarrino. “Por otros rasgos particulares, tales como la falta de callosidades y de cola, y la apariencia general, podemos deducir que el hombre debe su origen a algún antiguo miembro del subgrupo antropomorfo” (pp. 170-171).

La parte final del capítulo describe las líneas evolutivas desde animales inferiores: el hombre pertenece a los mamíferos con placenta; éstos debieron provenir de los sin placenta o marsupiales; y todos los miembros del reino de los vertebrados (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces) derivaron de algún animal pisciforme, pues la clase de los peces es la más baja por su organización y antigüedad.

El mundo se habría ido preparando para la aparición del hombre, que debió su nacimiento a “una larga serie de antecesores. Si un eslabón de esta cadena no hubiese existido, el hombre no sería exactamente lo que es ahora” (p. 187).

Capítulo VII. Las razas humanas.

En este capítulo, Darwin rechaza la idea de quienes consideran las razas humanas como especies distintas. Según él, todas las razas humanas descienden de un tronco primitivo, del que poco a poco se habrían ido diferenciando. Prueba de ello es la semejanza en la conformación corporal y en las costumbres. Sin embargo, sostiene que ese tronco surgió de un antepasado simiesco, que poco a poco se fue haciendo humano. Tratar de saber en qué momento preciso surgió el hombre es —según Darwin— un asunto sin importancia e imposible de fijar.

Las últimas páginas del libro las dedica a estudiar las causas que originaron las distintas razas, con argumentos simplistas. Entre esas causas, la selección sexual desempeñó un papel importante.

2. SEMBLANZA Y OBRAS DE DARWIN

El 12 de febrero de 1809 nacía Charles, quinto de los seis hijos del matrimonio entre Róbert Darwin y Susannah Wedgwood, una acomodada familia inglesa.

La universidad de Edimburgo albergó algún tiempo a Charles mientras cursaba estudios de medicina, pero a causa del escaso interés que manifestaba, su padre pensó orientarlo hacia la carrera eclesiástica de la Iglesia anglicana. La decisión de hacerse pastor nunca fue revocada formalmente por Charles, pero de hecho fue abandonada; a los 22 años de edad se embarcó en el Beagle, en calidad de naturalista, para dar la vuelta al mundo.

Los casi cinco años de viaje fueron determinantes para su vida y carrera. Recorrió América Meridional y del Sur, Nueva Zelanda, Australia y Tasmania; se acercó de nuevo a Brasil, y por Cabo Verde y Azores volvió a Inglaterra. Durante esos años de observación directa y estudio meticuloso de la naturaleza acumuló una ingente cantidad de datos que utilizaría para elaborar su teoría de la evolución.

Desde 1839, fecha en que se casó, hasta su muerte, en 1882, pasó toda su vida en una casa de campo de Down (Kent). Los 20 primeros años de este período los dedicó a la elaboración de El origen de las Especies, que vio la luz en 1859, alcanzando una influencia filosófica y científica que ni el mismo autor jamás hubiera sospechado.

Su

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