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El Universo Y La Mente


Enviado por   •  30 de Agosto de 2013  •  39.289 Palabras (158 Páginas)  •  392 Visitas

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Michel Nostradamus

Las profecías de Nostradamus

Introducción

«Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel Nostradamus, el úni¬co hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi di¬vina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo.»

Quien dictó estas breves líneas para que fueran grabadas en la grisácea pie¬dra de una tumba pretendió encerrar en ellas toda la esencia de una vida que se consumió, de forma. desacostum¬brada, entre la realidad y el mito, entre la fe en Dios y la hechicería, entre lo consciente y lo inconsciente.

Nostradamus fue médico y vidente, astrólogo y filósofo, matemático y al¬quimista. Este personaje ha sido objeto de estudio, de análisis y de una ininte¬rrumpida búsqueda por parte de cuan¬tos se han esforzado en descubrir su auténtica personalidad y sobre todo el secreto, mucho más apasionante, que se encierra en sus famosas profecías.

En honor a la verdad, la crítica ra¬cionalista niega la existencia de cual¬quier «secreto de Nostradamus», redu¬ciendo su obra de clarividente a un mero producto de la alucinada imagi¬nación de un loco, a una explosión de imágenes, fruto de una alquimia del pensamiento que puede cautivar, pero que no puede satisfacer razonable¬mente a quienes la examinen.

Sin embargo, no se puede liquidar con una interpretación tan simplista al autor de las famosas Centurias; no se pueden despachar tan sencilla y cómo¬damente los 22 libros de las versiones proféticas de Michel de Nostredame, más conocido por el nombre latino que él mismo se había dado: Nostra¬damus.

Aun que todo el mundo haya oído hablar de él y su nombre se cite con frecuencia, ¿cuantos habrán leído, si¬quiera por encima, su extraordinario conjunto de profecías? Un número muy reducido, sin que ello deba sorprender lo más mínimo.

Si los textos de Nostradamus pudie¬ran ser interpretados de forma inme¬diata y precisa; si sus profecías en lugar de encubrirse en un lenguaje enimá¬tico estuviesen al alcance de todo el mundo, su obra sería el best seller más grande de todos los tiempos. ¿Quién de nosotros renúnciaría a satisfacer la curiosidad de conocer su porvenir? ¿Quién prefiere ignorar lo que el des¬tino reserva a los hombres?

El empleo de un lenguaje esotérico en sus escritos se justifica porque, en el terreno de la profecía más que en cual¬quier otro campo, las verdades no son siempre agradables para quien las dice, ni halagadoras para quienes las escu¬chan.

Un elemental imperativo de huma¬nidad exige que, en este sondear el destino del mundo, se actúe con prudencia y caridad, puesto que no deja de ser un bien, en la gran mayoría de los casos, que el significado preciso de una revelación profética no sea compren¬dido hasta que el acontecimiento pre¬dicho se haya cumplido. ¿Cómo actua-ríamos con libertad si conociéramos ya nuestro futuro? De ahí la necesidad de emplear un lenguaje sibilino rico en neologismos creados por el autor, va¬liéndose de raíces latinas, griegas, espa¬ñolas, celtas o provenzales. La obra se presenta como la yuxtaposición de ex¬presiones herméticas para no condicio¬narnos en nuestro quehacer diario ante la perspectiva del futuro.

Nostradamus subraya la necesidad de tal hermetismo en una carte dirigida al rey de Francia Enrique II: «para con¬servar el secreto de estos aconteci¬mientos, conviene emplear frases y pa¬labras enigmáticas en sí mismas, aun¬que cada una responda a un significado concreto».

En otro escrito suyo, después de precisar que las revelaciones conteni¬das en sus profecías le fueron comuni¬cadas «en el curso de continuas vigilias nocturnos», insiste sobre el origen cós¬mico y divino de sus visiones, «visiones que Dios me ha dado a conocer a tra¬vés de una revolución cósmica».

Nostradamus se funda en uno de los postulados principales de la antigua doctrina astrológica, según la cual, to¬dos los acontecimientos y fenómenos terrestres y, por tanto, la historia de la humanidad, están en relación con los movimientos cíclicos de los astros: «todo está regido y gobernado por el inestimable poder de Dios que se ma¬nifiesta no en medio de furores báqui¬cos, sino en las relaciones astrológicas».

Ante todo queremos dejar constan¬cia de que no aceptaremos la tesis sim¬plista sobre la obra de Nostradamus, que dice que solo se trata de aconteci¬mientos fácilmente previsibles en el contexto histórico de Francia, pues guerras, conflictos y cataclismos se re¬piten en la historia de cualquier na¬ción. Nostradamus, vidente del si¬glo XVI, predijo hechos muy precisos, como será fácil comprobar más ade¬lante, por ejemplo, la trágica muerte del rey Enrique II; la desatinada huida de Luis XVI a Varennes, origen de la gran tragedia del rey; y el nacimiento de Napoleón I (cfr. respectivamente Centurias I, 35; IX, 20; I, 60). Con idéntica precisión, supo describir im¬portantes acontecimientos que forman parte de nuestra historia actual: pre¬dicciones de hechos que muchos de entre nosotros hen visto realizarse des¬de el comienzo del presente siglo y que no pueden ser desmentidos o ser con¬siderados fruto de la simple imagina¬ción.

Nostradamus, este gran explorador de lo ignoto humano ¿merece o no ser contado entre los grandes sabios que desde los profetas bíblicos hasta nues¬tros días hen escrito, con letras de fuego, la historia de los hombres? ,

La respuesta a tal interrogante po¬drá darla cada uno de nosotros después de haber leído con suma atención sus profecías. Incluso el más escéptico de los lectores tendrá que admitir que el singular documento literario que Nos¬tradamus nos legó abre un abismo de hipótesis como ningún otro libro lo hiciera en el curso de los siglos.

No es intención de este libro hacer un estudio pormenorizado de las pro¬fecías de Nostradamus sino dar una vi¬sion global del método de interpreta¬ción de las Centuries para ofrecer al lec¬tor la posibilidad de interpretar, por sí mismo, los hechos futuros que predijo tan ilustre vidente.

Nostradamus

erudición y videncia

Su vida según Jean Aimes

de Chavigny de Beaune

Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido interpretar los astros, nació en Saint Rémy de Provence, sur de Francia, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, hacia el medio¬día. Su padre fue Jaime de Nostre-dame, notario de aquel lugar; su madre fue Renée de Saint Rémy, sus abuelos paternos y maternos eran profundos conocedores de las ciencias matemáti¬cas y de la medicina. Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de Conde de Pro-venza, era Rey de Jerusalén y de

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