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“El cielo sobre el Nilo, Una introducción a la astronomía del antiguo Egipto”


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2017  •  Trabajo  •  3.896 Palabras (16 Páginas)  •  351 Visitas

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H. ANTIGUA

ANTIGUO EGIPTE

“El cielo sobre el Nilo, Una introducción a la astronomía del antiguo Egipto”

Conferencia realizada por: Dra. Dª Mª José Martínez Usó

ARANTXA SOLA MORAGUES

2º HISTORIA. GRUPO A

Resumen conferencia.

La doctora Mª José Martínez empezó la conferencia con una pequeña introducción del tema que se iba a tratar en su exposición. Nuevamente, tuvo aquel viajero griego, Heródoto, su momento de gloria dada su acertada frase, que decía así; “Egipto es el Don del Nilo”. Egipto es fruto de la existencia del río, se alimenta de él. De él adquiere alimento, culto y economía.

Para entender el funcionamiento del calendario egipcio y su contextualización, la doctora observó conveniente exponer brevemente los tres movimientos que presenta el planeta Tierra. El primero de estos es la rotación del planeta sobre su propio eje; como bien sabemos, su duración es de un total de 23 horas y 56 minutos. El segundo movimiento se corresponde con la traslación de la Tierra alrededor del sol, el intervalo temporal es de 365 días, 5 horas, 45 minutos y 46 segundos. Por último, se nos presenta el movimiento de precesión del eje de rotación terrestre, movimiento parecido al de una trompa. Realiza una circunferencia completa cada 25776 años, período conocido como año platónico.

Por lo que respecta a la astronomía en Egipto, debemos remarcar con antelación que existe una carencia de documentos escritos sobre la materia, sin embargo, contamos con algunas fuentes como textos de pirámides, calendarios festivos, relojes diagonales, etc. La astronomía en Egipto no se entendía como algo teórico, sino todo lo contrario. Se caracterizaba por su utilidad práctica, de hecho, los egipcios no proporcionaron a esta ciencia un sistema por esta razón, a esto la profesora añadió que los egipcios presentaban unas matemáticas rudimentarias –asunto que será tratado posteriormente-. Eran diversos los instrumentos empleados para la materia; el primero de ellos, dado su carácter directo, es el ojo humano, acompañado por medios como el Bayy o el Merkhit; también estaban presentes instrumentos susceptibles utilizados para la medición temporal como pueden ser relojes estelares diagonales, relojes solares, clepsidras, etc.

Los calendarios son un libro informativo sobre una cultura, una civilización, no es por tanto posible reducir su utilidad a una mera cuestión práctica; pues además de ello, permiten una adecuada relación entre el hombre y las divinidades. A pesar de la extensa duración de la cultura egipcia, ésta no sufrió apenas cambio alguno. El calendario egipcio era muy conveniente para la agricultura y la ganadería, pues de este modo podían controlar las estaciones y sembrar en el momento idóneo. Sin embargo, en Egipto se hizo uso de varios calendarios. Con total evidencia, hubo dos, el civil y el lunar; si entramos en controversia añadimos un tercer calendario, el calendario lunar antiguo. Empero, fueron los dos primeros a los que Mª.J. Martínez hizo referencia.

Los egipcios emplearon el satélite lunar para elaborar un calendario con meses de 28-29 días. El mes lunar, por lo tanto, se dividía en 4 semanas de 7 días cada una. Dado su pragmatismo buscaron explicaciones en la mitología, siendo la historia de la batalla entre Horus i Seth el epiciclo de su respuesta.

Los ojos de Horus eran análogos al Sol -ojo sano- y a la Luna -ojo herido-. El ojo herido recibió, para su curación, la ayuda de los 14 dioses lunares; cuando su ojo se recuperaba brillaba, esto encontró su preciosa causa en la luna llena.

El calendario lunar, tan pronto como se inventó el civil, quedó relegado a un calendario religioso. Una de las razones de su falta de empleo es que para los egipcios aquello realmente importante eran las inundaciones del Nilo, estas dependían del Sol y no de la Luna.

El calendario civil se dividía en tres estaciones de cuatro meses cada una, los meses constaban de 3 semanas con un total de 10 días. La primera estación recibía el nombre de akhet -inundación-, la segunda peret –siembra- y finalmente, la tercera se denominaba shemu -cosecha-. A estos 360 días se les añadían 5 días, conocidos bajo el término griego epagomeus. La diosa Sheshat era la diosa del calendario y estaba relacionada con la eternidad. No podemos por menos recordar que, realmente, el año tiene 365 días y 6 horas las cuales los egipcios no tenían en cuenta, y a pesar de las alteraciones que esto podía ocasionar entre el tiempo del calendario y el real, no lo cambiaron. Ptolomeo III llevó a cabo un intento que terminó en fracaso (Decreto de Canopus). El calendario se concebía como algo eterno, un instrumento que era de asunto divino y no humano.

Los egipcios estructuraron su calendario y midieron el tiempo por el comportamiento de Sirio y la duración de la noche en la época en que la estrella tenía una salida heliaca.  Para marcar el inicio del año se tomó el orto de Sirio, nace en el horizonte un poco antes de la salida del Sol y sucede el 19 de julio, siendo este día el primero del calendario. Dada la carencia de las 6 horas del año real en el calendario egipcio, se producían desequilibrios; de este modo, debían pasar 1460 años para que la salida de Sirio volviera a coincidir. Se estableció la división del día en 24 horas; para la división en horas de la noche se emplearon los decanos, los cuales funcionaban como marcadores. Era de suma importancia controlar el paso de las horas pues en el más allá se precisaba la recitación de oraciones en unas horas concretas. De manera iconográfica se representan sobre una barca. Durante el imperio Nuevo hubo otras formas para mesurar las horas, como los relojes ramésidas, se basaban en la representación de un ayudante y se podía saber la hora dependiendo de la ubicación de las estrellas en relación al cuerpo. La noche del orto helíaco de Sirio se podían ver 12 decanos. Destaca la diosa Nut, es la vía láctea, su representación recuerda mucho al jeroglífico utilizado para reproducir el cielo.

La órbita celeste era tan importante para los egipcios que, por ejemplo, los túneles de ventilación de la Gran Pirámide de Guiza marcaban la ubicación de diferentes constelaciones y estrellas como Sirio, la Osa mayor, Osa Menor- las estrellas que nunca mueren-.

Aunque haya quedado constancia de datos sobre la astronomía egipcia, hay fenómenos astronómicos como bólidos, eclipses o cometas de los que no hay información alguna siendo esto de suma extrañeza teniendo en cuenta la importancia dada por los egipcios a todo lo relacionado con el ámbito celeste.

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