Ensayo Sobre Sexualidad
Enviado por veronica86 • 11 de Febrero de 2013 • 3.455 Palabras (14 Páginas) • 663 Visitas
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Ruth Peña Corral
Módulo 4 “Socializar la Igualdad de Género”
Docente: Raquel Platero
Master de Agentes de Igualdad – UCM 2004/05
Ensayo sobre sexualidad
“SEXUALIDAD. Entendida como la expresión del
instinto sesual o como la actitud de los
individuos en relación con la actividad sexual,
constituye un fenómeno social de primer orden,
condicionado por la evolución de las ideas y
creencias, (...)”. (Gran Enciclopedia Universal.
ASURI. Bilbao, 1990. Tomo 19.)
¹La sexualidad: producto social
La sexualidad es un problema político, una herramienta para mantener el
equilibrio del orden social, un instrumento de evitación de un conflicto
descontrolado. Por ello se le somete desde las instituciones detentadoras de
poder a una serie de normas que delimitan sus parámetros y refuerzan el
equilibrio sistémico jerárquico. A través de estas normas, que fácilmente
terminan convertidas en leyes, se uniformiza lo desigual como medida de control
del equilibrio, que utiliza tanto una violencia física como simbólica para hacer
efectivo el sometimiento a esas normas que saturan nuestras vidas y se sitúan
por encima de nosotros mismos, pudiendo llegar a hacernos sentir invisibles
frente a un todo social definido desde el poder.
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La sexualidad resulta ser el resultado del cruce de la naturaleza con la
estructura social y responde, por tanto, a condiciones sociales determinados
por un contexto.1
En un primer momento, nos puede parecer un asunto íntimo que concierne
únicamente a la privacidad de cada individuo. Este parecer deriva de la idea de
que la sexualidad responde a una fuerza natural, que va más allá de lo razonable,
y que, por tanto, responde a algo casi instintivo que le otorga un carácter de
impermeabilidad al cambio. En torno a esta idea, desde el poder, entendido
como todo aquello que otorga legitimi dad (la religión, la medicina, el matrimonio,
etc), entendida como toda institución con influencia, se han venido, a lo largo de
la historia, construyendo diversos discursos en torno al mismo eje de carácter
cerrado centrado en la sexualidad únicamente como medio de reproducción. Es
decir, discursos que han situado la reproducción como fin último de toda
práctica sexual, situando fuera de “lo normal” a toda práctica que no respetara
este objetivo.
Frente a esta postura, lo cierto es que la sexualidad de los seres
humanos se va construyendo mediante pautas sociales y culturales cada vez
más alejadas de la reproducción, es decir, hoy en día la mayoría de las prácticas
sexuales humanas no tienen como objetivo la descendencia. Por tanto, resulta
evidente que la naturaleza no determina la conducta sexual.. Sin embargo, las
concepciones universalistas y totalizadoras sobre sexualidad, basadas en un
discurso biológico, han llevado a enraizar en nuestra cultura concepciones
erróneas que nos impiden o retrasan el cuestionamiento de ésta. El retraso de
este cuestionamiento no es más que una forma de no alterar el equilibrio, de
forma que, las dudas o contradicciones se permiten cuando las fronteras del
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orden social se llenan de poros al necesitar reajustes por el cambio de
intereses.
Desde el poder se utiliza la sexualidad como instrumento de gestión
demográfica y de mantenimiento del orden social. Debe gestionar los recursos
existentes y el reparto de los mismos para controlar los desajustes y mantener
el equilibrio.
La sexualidad no puede ser recluida a lo privado, ya que responde a
prácticas institucionalizadas específicas que la convierten en un asunto social.
Las prácticas sexuales son prácticas sociales en el momento en que son
reguladas desde la cultura y la estructura. Por tanto, el recluirlas a lo privado,
lejos de ser respeto, es disfrazarlas bajo una máscara que se impone desde
quienes dirigen la estructura social. Es hacerlas invisibles.
El sexo es una actividad social y las conductas sexuales son conductas
sociales (obligaciones, normas, reglas, prohibiciones, pactos entre grupos, etc.).
Hoy en día, occidente se encuentra inmerso en un sistema neocapitalista
cuyo desarrollo se basa en el consumismo, un consumismo casi impulsivo que
domina todos los ámbitos sociales, incluido el ámbito de la sexualidad. Un
consumismo que se construye a partir del deseo y cuyo fin último es el
sentimiento de placer que arrastra la consecución del mismo. El consumismo
llevado al extremo sitúa ese placer por encima de la necesidad.
Según Óscar Guasch y Raquel Osborne, en Sociología de la Sexualidad, la
sexualidad se centra en el deseo y este último es gestionado por las diversas
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sociedades. En una sociedad neocapitalista, basada en el consumismo, el deseo
aparece como una necesidad fundamentada principalmente en el placer, lo que le
hace escapar de cualquier lógica posible. El deseo está sujeto al cambio, es un
producto social que ha sido modificado a lo largo de la historia. La estructura
social lo construye y lo materializa; define los objetos de deseo dándole a éste
una expresión colectiva, es decir, enseña el abanico de posibilidades en el que
tod@s nos movemos.
Los deseos provocan conflictos entre las personas y la sociedad,
conflictos que pueden causar desequilibrios en la organización social. Por ello se
nos delimita mediante algún tipo de normativa no sólo el campo de selección,
sino también los procedimientos para satisfacerlos. Todo sistema social se
fundamenta en normas que lo reproducen, lo que hace que toda estructura
social deba salvaguardar el equilibrio y evitar el caos. Para ello, la estructura
gestiona la distribución de los recursos tanto económicos como simbólicos.
Paradójicamente, cualquier sistema social, por un lado, está sometido al
cambio constantemente; por otro, se construye en base a la impermeabilidad a
ese cambio. Todas sus normas lo reproducen y, al mismo tiempo, sirven como
instrumento de adaptación. El problema no está en la impermeabilidad en sí,
sino en el grado de impermeabilidad, en el grado de resistencia al cambio.
En la sexualidad también existe el deseo, el deseo erótico, un producto
medido por cada cultura de manera diferente. Éste
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