Ensayo de la novela “La Carreta”
Enviado por Javielito Real G • 9 de Noviembre de 2015 • Ensayo • 2.880 Palabras (12 Páginas) • 315 Visitas
Ensayo de la novela “La Carreta”
Este ensayo describe brevemente la novela La Carreta de René Márquez, relata la cruda realidad que actualmente vivimos todavía en Puerto Rico debido a la situación económica que vivimos. La trama de La carreta se lleva a cabo en el campo, en un barrio en la ciudad de San Juan, Puerto Rico y en el condado del Bronx, en la ciudad de Nueva York. Luis es un joven de veinticuatro años, cuya ascendencia se desconoce, quien, impulsado por la pérdida de las pocas tierras que les quedaban a él a su familia, guiado por su instinto patriarcal y movido por su amor a las máquinas, se lleva a su familia a vivir a la ciudad. El joven sueña con hacerlos felices dándoles todo lo que no han tenido y ofreciéndoles una oportunidad para superarse en la vida. Luis carga con su madre de crianza, Gabriela de cincuenta años de edad, y con sus hermanos Juanita de diecinueve y Chaguito de quince, dejando atrás a su abuelo Don Chago de setenta y tres años. El viejo se rehúsa a abandonar lo que conoce y ama, su tierra. La familia se muda a La Perla, un barrio de mala muerte en la ciudad de San Juan, pensando que allí, al contrario que en el campo, se realizarían como individuos. Ya en la ciudad las calamidades que los aguardan son numerosas. Luis no consigue un trabajo estable; Chaguito cae preso por ladrón; Juanita, reaccionando a un embarazo producto de una violación, intenta suicidarse; y los dolores de cabeza de doña Gabriela parecen no tener fin. El barrio, aunque con vista al mar, es un chiquero ruidoso y apestoso y la casa, una pequeña/gran pesadilla. En su búsqueda por mejorar la situación, tanto suya como de su madre y su hermana, Luis decide entonces viajar a New York. En una selva de cemento donde echar raíces parece imposible, afloran otros inconvenientes. Ya la falta de comida no es tema principal de preocupación, pero sí lo son el frío, el idioma, la impotencia, las injusticias y la falta de educación. En medio una profunda insatisfacción y guiado por su curiosidad o ignorancia o curiosa ignorancia, Luis muere “tragado” (devorado) por una máquina en su lugar de trabajo. Doña Gabriela y Juanita entonces deciden regresar a su campo a reencontrarse con sus raíces y, de una buena vez, esperan cortar su “maldición” de raíz.
Relatare una triste realidad que actualmente vivimos en Puerto Rico, violencia juvenil, prostitución, aborto, asesinatos y crímenes. Estadísticas y recomendaciones de expertos que siempre han tratado de descubrir que es lo que en verdad lleva a un joven a cometer actos de violencia, aunque son muchas las opiniones y las preguntas son varias, si es importante en la forma en que nos críen y nos enseñen valores. Cada ser humano es dueño de sus propios actos, muchas veces lo que conlleva a un joven menor por el mal camino, son las experiencias que vive en su hogar o con sus amistades en la calle. Alguna situación que estén reprimiendo y por temor a hablar crecen con ese resentimiento y esto los conlleva a cometer errores y delitos a una temprana edad.
La violencia en Puerto Rico es un serio problema de salud pública con graves consecuencias para la salud, integridad física y mental de sus ciudadanos y para el desarrollo de una cultura de paz. Las raíces de la violencia son muy complejas y variadas, y por consiguiente, es esencial que todos los sectores de la salud puedan trabajar juntos con las autoridades gubernamentales en la educación y en la prevención de la misma. La sociedad civil representada en las distintas organizaciones comunitarias, asociaciones profesionales, sectores sindicales, iglesias y medios de comunicación, también deben asumir responsabilidad y ayudar en el establecimiento de planes de acción para prevenir todos los tipos de violencia que se manifiestan en el país. El país carece de un proyecto social, las diversas manifestaciones de la violencia así lo demuestran. Se requiere de esfuerzo y de voluntad política para articular un proyecto de país que trabaje con la diversidad de nuestros problemas sociales. Este libro representa una gran aportación para el conocimiento de los distintos aspectos y modalidades de la violencia en Puerto Rico y un valioso instrumento para los profesionales de la salud, investigadores, académicos, activistas comunitarios, autoridades gubernamentales y judiciales y todos los que estén interesados en la prevención de la violencia en todas sus manifestaciones. Se incluyen los hallazgos del estudio del perfil de la violencia en nuestra isla por un periodo de 20 años. También incluye las recomendaciones basadas en la Organización Mundial de la Salud ajustadas a nuestra realidad.
La violencia asume múltiples máscaras sin discriminar a sus víctimas por razones de clase social, trasfondo étnico, grupo socioeconómico o nivel educacional al que pertenecen. Una de las formas más comunes de violencia y muy destacada en los medios de comunicación, se suscita en los espacios de la intimidad. La conocemos como violencia doméstica; un problema que desfigura las relaciones de pareja. La violencia doméstica se define como un patrón de conductas abusivas ubicadas en el contexto de una relación íntima (Merrill, 1999). Estas conductas, que pueden manifestarse en forma de abuso emocional, físico, y sexual (Russo, 1999); ocurren con la finalidad de controlar, coartar y dominar a la otra persona (Schornstein, 1997). Nosotros partimos. Antes de examinar el problema de la delincuencia juvenil en Puerto Rico, es menester observar las tendencias criminales ocurridas en la isla a partir de los años 1960. Para esta época se experimentaba en Puerto Rico un ambiente de baja criminalidad, estable y con bastante seguridad personal. En ese año (1960), Puerto Rico tenía una población de 2, 359,800 habitantes. Se registró una incidencia criminal (Delitos Tipo I) de 33,272 crímenes, lo cual produjo una tasa de 1,410 delitos Tipo I por cada 100,000 habitantes. De los 33,272 delitos Tipo I, el 19.4% fueron delitos de violencia personal y el 80.6% delitos contra la propiedad. En ese momento, uno de cada 71 habitantes de la isla estaba en riesgo de ser victimizado. Diez años más tarde (1970) se empiezan a notar cambios significativos en todo el entorno social y delincuencial en Puerto Rico. La tendencia hacia el urbanismo y metropolitanismo alteró el perfil puertorriqueño. La población aumentó hasta llegar a 2, 712,033 habitantes. La incidencia criminal se duplicó a 66,470 delitos Tipo I, lo cual produjo una tasa de 2,451 delitos Tipo I por cada 100,000 habitantes. La proporción de delitos de violencia personal aumentó a 21.3%. Para el 1970, uno de cada 40 habitantes estaba en riesgo de ser víctima de un crimen, su propensidad a ser víctima casi se duplica.
La información sobre delincuencia de menores analizada en esta parte del informe se obtuvo de cuatro fuentes principales, a saber: Policía de Puerto Rico, Administración de Tribunales, el Departamento de Justicia y la Administración de Instituciones Juveniles (AIJ). En todos los casos se circunscribió la información a personas menores de 18 años de edad, incluyendo mayores de 18 años de edad que pueden estar bajo la autoridad del Tribunal de Menores, o bajo la custodia de la Administración de Instituciones Juveniles, hasta cumplir los 21 años de edad, si es que cometió faltas antes de cumplir los 18 años de edad. Sin embargo, un menor que haya cumplido los 15 años de edad y que fuera acusado por cometer asesinato en primer grado, automáticamente es procesado como adulto (Ley 19 del 11 de julio de 1991). También podrá estar ubicado en el sistema correccional de adulto, aunque en facilidades especiales, un menor de 16 años de edad cumplidos y cuya conducta delictiva promoviera el que el Tribunal de Menores le renunciara la jurisdicción. Estos casos, que constituyen excepciones al concepto de minoridad no son tratados en este análisis. La actividad delictiva de los menores de edad tiende a ser una estadística subestimada por necesidad. Esto implica que la actividad delictiva de los menores es mayor que lo que informa la Policía. La razón reside en que es imposible (en el informe de querellas) identificar en forma absoluta cuando el crimen fue cometido por un menor. En los casos donde se puede identificar la participación del menor en actividades delictivas se reporta como intervenciones. Esto implica que el informe policíaco sobre intervenciones con menores goza de alta validez en el sentido de que trata estrictamente sobre menores. Por otro lado, todos los otros actos criminales no necesariamente implican que no hubo menores involucrados.
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