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Era divertido enseñar


Enviado por   •  20 de Junio de 2015  •  549 Palabras (3 Páginas)  •  112 Visitas

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Era divertido enseñar

Dicen que es cosa de vocación y que con ella se nace. Puede ser. Yo no tuve claro que podía ser profesora cuando, seducida por la literatura, ingresé a estudiar en una facultad de Filosofía y Letras y Ciencias de la Educación. Al momento de hacer prácticas docentes, descubrí mi facilidad para dirigir esa cita prevista y siempre sorprendente que es cada hora de clases. Y empezó un trabajo en el que he creído toda mi vida y todavía practico.

Creo que una de las fortunas de la vida consiste en ganársela haciendo algo que nos llena el corazón y que asaetea nuestra creatividad, de tal manera que cada día se emprende con alegría. Todos sabemos que educar es un trabajo colectivo, que construye una pirámide de emprendimientos, que se hace dentro del marco de sesudas teorías y que señala el derrotero de las sociedades. No hay gobierno que no haya ofrecido que transformará el país dedicándole sus mejores ideas –y claro está, asignaciones significativas en el presupuesto–, pero los resultados siguen siendo magros. Si miramos en derredor, la educación parece entrampada en buenas intenciones y en una maraña burocrática.

Para un profesor de oficio los pasos de un cumplimiento orgánico están allí: planificar, diseñar, orientar, evaluar. Todo dentro de su propia auto exigencia de aprender sin límite, de leer, de actualizarse. ¿Cómo serán ahora las clases dentro del bachillerato –me pregunto– cuando los estudiantes tienen al alcance en sus computadoras y tabletas todo el conocimiento que antes le “transmitíamos” como verdades reveladas? Y sí lo sé, porque ahora solamente tengo alumnos por la tarde, que son profesores antes de llegar al aula universitaria y me cuentan lo que pasa. Me dicen que todavía se dicta, que se sigue hablando durante los 45 minutos de sesión, que se esgrimen los datos como si fueran incuestionables, que se envían tareas sin importar que los alumnos copien de Google.

La realidad distante de la teoría. La pereza de ciertos profesores. La falta de fe en una de las profesiones –según se la mire– más ingratas o más importantes. Retrocedo y extraigo decisivos recuerdos de cuando “era divertido enseñar” (parafraseo a Rad Bradbury), porque yo fui una profesora de adolescentes que asumió su trabajo con gozo y que tuvo en la lectura literaria la vía para analizar la vida y el mundo. La sesión de clase era un hervidero de opiniones en torno de los más variados temas, se oía música, se veían películas, se superaban las dificultades de redacción. Alguna madre de familia me acusó de sembrar dudas en un hijo que leía la Biblia por primera vez en su existencia, aunque mi intención era que apreciara estilos de escritura. Pero las cabezas pensantes actuaban por sí solas y era bueno que acudieran al párroco para atender esas dudas, antes de seguir sumergidas en el pensamiento pasivo.

Entonces era fácil salir con los

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