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Experiencia sobre las adicciones


Enviado por   •  13 de Agosto de 2016  •  Monografía  •  806 Palabras (4 Páginas)  •  306 Visitas

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Experiencia sobre las adicciones:

Nombre: Diego Hernández López

Edad: 23

Dirección: Maple #1, Colonia Arboledas, Querétaro de Arteaga, Querétaro.

Escolaridad: Quinto Semestre. Comercio Internacional Bilingüe. Universidad Anáhuac Campus Querétaro.

Empleo: No.

Lugar que ocupa en su familia: Segundo hermano, de cuatro.

Cuando yo era niño, desde muy pequeño, tendría unos 6 o 7 años, observaba fumar a mi padre y a mi abuelo, miraba su gran porte que tenían a la hora de que mi padre usaba el puro y mi abuelo la pipa. Desde ese momento decidí, aunque siendo tan indefenso para logar comprender eso, me prometí a mí mismo que algún día tendría el porte de mis figuras paternas.

Con el paso de los años, fui creciendo y mi abuelo nunca se acercaba a mi mientras fumaba, yo intentaba seguirlo y distinguir la forma en la que el humo entraba y salía de su boca, pero cada vez que estaba dispuesto a preguntarle algo sobre su adicción me daba ojos de compasión, meneaba la cabeza y se alejaba lentamente sin decir ni una sola palabra.

Ya a la edad de diez años, mi abuelo tenía una tos que no lo dejaba respirar del todo, los doctores decían que era la tos del fumador, y que a su vez, sus pulmones ya estaban demasiado dañados, por lo cual a la hora de dormir usaba  un respirador. Y una noche, escuche decir a mi madre, que le rogaba a mi papá que dejara de fumar y esto lo hizo. Y hasta la fecha cuando yo prendo un cigarro en la casa me hace apagarlo como la memoria de mi abuelo y las lágrimas tristes que mi madre derramo algunas, que otras veces.

Ahora si, después de la breve introducción, mi adicción comenzó a los 16 años de edad, con la muerte de mi abuelo, que me dejo muy marcado, sabía que había tenido problemas en los pulmones, pero aun así no me importaba porque siempre había deseado hacer las misma cosas que mi abuelo; justo a mitad de mi bachillerato conocí a un amigo, que me enseño el arte de fumar como él lo llamaba, comenzaba fumando un cigarro cada dos días y la dosis fue incrementando al grado de que fumaba de una y media a dos cajetillas diarias, tan así que mis amigos me apodaron la pipa, de tanto humo que sacaba por la boca.

De seguro preguntan cómo sacaba el dinero, pues bueno, mi papá tenia renta de tráileres, entonces por cada día que yo estuviera en la oficina recibí una buena cantidad de dinero, lo suficiente para poder cambiar el ansia de mi vicio, después del cigarro decidí comenzar con cosas más grandes, como la marihuana, pero solo la puede probar dos veces debido a que el sabor no se me hacía para nada agradable, aunque lo hice para demostrar a mi amigos que ya no era un simple “niño” que solo fumaba cigarro. A los 19 años no podía pasar horas sin fumar un cigarro, las únicas veces que no tenía un cigarro en la boca era cuando me bañaba o estaba cerca de mi mamá, por lo cual algunos meses me aleje mucho de ella por no poder superar la ansiedad de fumar y la verdad siempre he lamentado ese tiempo perdido, porque sufrió una depresión que casi le cuesta la vida.

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