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Historia De La Quimica


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2011  •  10.355 Palabras (42 Páginas)  •  859 Visitas

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Los metales

Los primeros metales debieron de encontrarse en forma de pepitas. Y con

seguridad fueron trozos de cobre o de oro, ya que éstos son de los pocos metales que se

hallan libres en la naturaleza. El color rojizo del cobre y el tono amarillo del oro

debieron de llamar la atención, y el brillo metálico, mucho más hermoso y sobrecogedor

que el del suelo circundante, incomparablemente distinto del de las piedras corrientes,

impulsaban a cogerlos. Indudablemente, el primer uso que se dio a los metales fue el

ornamental, fin para el que servía casi cualquier cosa que se encontrara: piedrecillas

coloreadas, perlas marinas...

Sin embargo, los metales presentan una ventaja sobre los demás objetos

llamativos: son maleables, es decir, que pueden aplanarse sin que se rompan (la piedra,

en cambio, se pulveriza, y la madera y el hueso se astillan y se parten). Esta propiedad

fue descubierta por casualidad, indudablemente, pero no debió pasar mucho tiempo

entre el momento del hallazgo y aquel en que un cierto sentido artístico llevó al hombre

a golpear el material para darle formas nuevas que pusieran más de relieve su atractivo.

Los artífices del cobre se dieron cuenta de que a este metal se le podía dotar de

un filo cortante como el de los instrumentos de piedra, y que el filo obtenido se

mantenía en condiciones en las que los instrumentos de piedra se mellaban.

Posteriormente vieron cómo un filo de cobre romo podía volver a afilarse con más

facilidad que uno de piedra. Solamente la escasez del cobre impidió que su uso se

extendiera más, tanto en la fabricación de herramientas como en la de objetos

ornamentales.

El cobre se hizo más abundante cuando se descubrió que podía obtenerse a partir

de unas piedras azuladas. Cómo se hizo este descubrimiento, o dónde o cuándo, es algo

que no sabemos y que probablemente no sabremos jamás.

Podemos suponer que el descubrimiento se hizo al encender un fuego de leña

sobre un lecho de piedras en el que había algunos trozos de mineral. Después, entre las

cenizas, destacarían pequeñas gotas de cobre brillante. Quizá esto ocurrió muchas veces

antes de que alguien observara que si se encontraban piedras azules y se calentaban en

un fuego de leña, se producía siempre cobre. El descubrimiento final de este hecho pudo

haber ocurrido unos 4.000 años a. de C. en la península del Sinaí, al este de Egipto, o en

la zona montañosa situada al este de Sumeria, lo que hoy es Irán. O quizá ocurriera

simultáneamente en ambos lugares.

En cualquier caso, el cobre fue lo suficientemente abundante como para que se

utilizara en la confección de herramientas en los centros más avanzados de la Isaac Asimov – Breve Historia de la Quimica 9

civilización. En una tumba egipcia se ha encontrado una sartén con una antigüedad

aproximada de 5.200 años a. de C. En el tercer milenio a. de C. se descubrió una

variedad de cobre especialmente dura, obtenida al calentar juntos minerales de cobre y

de estaño, casi seguro que por accidente (fig. 1). A la aleación (término que designa la

mezcla de dos metales) de cobre y estaño se le llamó bronce, y hacia el año 2000 a. de

C. ya era lo bastante común como para ser utilizado en la confección de armas y

corazas. Se han hallado instrumentos de bronce en la tumba del faraón egipcio Itetis,

que reinó aproximadamente 3.000 años a. de C.

El acontecimiento histórico más conocido de la Edad del Bronce fue la guerra de

Troya, en la que soldados con armas y corazas de bronce disparaban flechas con punta

de este metal contra sus enemigos. Un ejército sin armas de metal estaba indefenso

frente a los «soldados de bronce», y los forjadores de aquella época gozaban de un

prestigio semejante al de nuestros físicos nucleares. Eran hombres poderosos que

siempre tenían un puesto entre los reyes. Y su oficio fue divinizado en la persona de

Hefaistos, dios mitológico de la fragua. Incluso hoy día -y no por casualidad- «Smith, o

alguno de sus equivalentes, es el apellido más común entre los pueblos de Europa* (*

«Smith» = forjador, herrero. (N. del T.)).

La suerte iba a favorecer de nuevo al hombre de la Edad del Bronce, que

descubrió un metal aún más duro: el hierro. Por desgracia era demasiado escaso y

precioso como para poder usarlo en gran cantidad en la confección de armaduras. En

efecto, en un principio las únicas fuentes de hierro eran los trozos de meteoritos,

naturalmente muy escasos. Además, no parecía haber ningún procedimiento para extraer

hierro de las piedras.

El problema radica en que el hierro está unido mucho más firmemente,

formando mineral, de lo que estaba el cobre. Se requiere un calor más intenso para

fundir el hierro que para fundir el cobre. El fuego de leña no bastaba para este propósito,

y se hizo necesario utilizar el fuego de carbón vegetal, más intenso, pero que sólo arde

en condiciones de buena ventilación.

El secreto de la fundición del hierro fue por fin desvelado en el extremo oriental

de Asia Menor, y al parecer en una época tan temprana como 1.500 años a. de C. Los

hititas, que habían levantado un poderoso imperio en Asia Menor, fueron los primeros

en utilizar corrientemente el hierro en la confección de herramientas. Se conservan

cartas que un rey hitita envió a su virrey, destacado en una región montañosa rica en

hierro, fechadas aproximadamente en el 1280 a. de C, y en las que se dan detalles

inequívocos sobre la producción del metal.

El hierro puro (hierro forjado) no es demasiado duro. Sin embargo, un

instrumento o una armadura de hierro mejoraba al dejar que una cantidad suficiente de

carbón vegetal formara una aleación con ese metal. Esta aleación -que nosotros

llamamos acero- se extendía como una piel sobre los objetos sometidos a tratamiento y

les confería una dureza superior a la del mejor bronce, manteniéndose afilados durante

más tiempo. El descubrimiento en territorio hitita de la manufactura del acero marca el

punto crucial en la metalurgia del hierro. Un ejército protegido y armado con hierro

duro podía enfrentarse a otro ejército pertrechado de bronce con muchas probabilidades

de vencer. Estamos en la Edad del Hierro.

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