Imagenes De Primeros Inventos Del Hombre
Enviado por se0989 • 4 de Septiembre de 2013 • 1.496 Palabras (6 Páginas) • 642 Visitas
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Es difícil que alguna vez se haya escrito tanto sobre plagio en los medios de comunicación como durante los meses de mayo y junio de 2003, a causa de los plagios, mentiras y noticias inventadas de Jayson Blair, reportero de 27 años, en el periódico The New York Times. El escándalo provocado por este caso se ha llevado por delante al director del periódico Howell Raines y al gerente Gerald Boyd, y ha asestado otro golpe más, muy importante por el medio de que se trataba, a la credibilidad de los medios y de sus profesionales.
No hay que ser periodista para darse cuenta de que la feroz competencia, los “share” (porcentajes) de audiencia o el “ranking” de ventas, las connivencias o servidumbres político-económicas y la aceleración de los acontecimientos son factores, entre otros de tipo ya más personal, que contribuyen a que los medios o los individuos, para ir más deprisa, para competir o para no quedarse rezagados, caigan en la tentación de abandonar en el arcén, como un lastre, el rigor y no pocas veces hasta una mínima exigencia ética. El punto de partida para construir un Jayson Blair es esa práctica ya bastante cotidiana para componer un artículo, noticia o reportaje, consistente en copiar, sin citar las fuentes, procedimiento que literalmente es un plagio, salvo que sólo afecte a cuestiones secundarias, en una época en la que no existe una firme conciencia colectiva de autolimitación en el uso de ese procedimiento interparasitario o un estado de rechazo social a tal tipo de prácticas.
Lo que se hace cotidiano acaba por parecer natural, y algo que debiera verse con ánimo crítico termina por tolerarse y, con la ayuda de los recursos digitales electrónicos para el manejo potente de documentos de texto, sonido o imagen, por reforzarse y ampliarse.
Sin embargo, la secuencia de cotidianeidad, naturalidad, tolerancia y refuerzo es un fenómeno artificial, no natural, aunque pueda casi llegar a parecerlo, y con el tiempo lo parecerá todavía más si no se hace algo por romper esta secuencia desde las aulas, el sancta sanctorum donde supuestamente los estudiantes aprenden a tomar contacto sistemático con el conocimiento, el rigor y la objetividad. Por desgracia, suficientes indicios apuntan a que ya numerosos embriones de Blair, en fase creciente gracias a la socialización de la infotecnología, pululan, se multiplican y, podría decirse, velan sus armas de copia sin barreras por las aulas y el mundo académico.
Por ejemplo, Internet y los medios informáticos habituales son a la vez una fuente inagotable y una herramienta poderosísima para componer rápidamente documentos electrónicos de texto por el método de copiar y pegar (en la jerga, copypastear) trozos, que luego se editan e imprimen de maneras impecables, con abundancia de variantes tipográficas, insertando dibujos y fotografías de colores. En el artículo Fast-Study: de cómo intentar copiar sin ser descubierto, de Diego Levis, publicado en Quaderns Digitals, 31-1-2002, se presenta este modelo cada día más corriente de trabajo escolar como un desafío a la metodología educativa: al copiar de forma tan fácil y automática, los alumnos no aprenden y además practican artes fraudulentas.
Copiar y mentir son, según Vicente Verdú, dos de los rasgos del actual estilo del mundo. “Copia total” es el título de uno de los capítulos de su reciente libro El estilo del mundo, en cuya página 85 escribe lo siguiente: “Copiar o falsificar la tecnología, la moda, los libros, las páginas web, las drogas, es la constante de nuestro tiempo”. Y más adelante: “Todos mienten y sabemos que mienten. Mienten los medios a través del negocio sensacionalista, el Gobierno y la oposición, las auditorías y los directivos, las firmas de cosméticos, los curas pedófilos, los científicos anhelantes de celebridad, las revistas femeninas, los críticos de arte, los hombres del tiempo”.
Como poco, habría que distinguir quizá entre la copia total y la copia parcial. La primera, si es masiva, constituye piratería y busca un beneficio económico en el mercado negro, y si es unitaria, sólo disfrute gratuito individual, pero en ningún caso se apropia de la autoría de la obra. Por el contrario, es esto último lo que generalmente persigue la copia parcial, que es a la que estamos refiriéndonos al citar el caso del New York Times. Desde luego, quien copia algo, aunque sea un fragmento, para hacerlo pasar como propio ante los demás, está mintiendo, pero puede que nadie alrededor se dé cuenta de ello, gracias, sobre todo, a la inmensidad del universo
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