Información Capas Internas De La Tierra
Enviado por octaviojaques • 17 de Noviembre de 2012 • 1.390 Palabras (6 Páginas) • 1.028 Visitas
Definición de las capas internas de la Tierra (corteza, manto y núcleo)
Publicado el 11 de Diciembre de 2007 por Juan Miguel
Hace poco tiempo publiqué un artículo sobre las capas internas de la Tierra en el cual mostraba una fotografía con una breve descripción de su composición. Ahora amplio esa información con este nuevo artículo. Espero que resulte útil.
En relación con la estructura de la Tierra, se pueden distinguir, de fuera adentro, tres capas concéntricas: corteza, manto y núcleo. (Ver también: Temperatura de las capas internas de la Tierra)
La corteza terrestre posee un grosor variable, alcanza de 30 a 40 km en los continentes, y unos 10 km bajo los océanos. Se encuentra compuesta en su parte superior por granitos, y en la inferior, por basaltos o gabros. Si bien estas dos partes se hallan presentes en las zonas continentales, en las áreas oceánicas la capa granítica no existe. La corteza continental superior está constituida por distintas rocas de carácter sedimentario, metamórfico e ígneo.
Entre la corteza y el manto hay una capa de discontinuidad llamada discontinuidad de Mohorovicic.
El grosor del manto varía entre 2.800 y 2.900 km , y supone un 83 % del volumen terrestre. El manto es la zona donde se originan las fuerzas internas de la Tierra y también el responsable del movimiento de deriva de los continentes, de la expansión oceánica, de los terremotos y de las orogenias.
Se supone que el manto, en el que pueden diferenciarse dos partes: la primera de ella con unos 1.000 km de espesor, y la segunda, más profunda, que llega al núcleo, se encuentra compuesta por rocas muy básicas con un alto porcentaje de olivino. No obstante, las últimas investigaciones inducen a creer que esta capa no es homogénea, debido tanto a la existencia de una fusión parcial, como a la de una fase fluida de basalto.
Un cambio muy brusco en la densidad, la cual pasa de 5,5 a 10 g/cm³, señala la separación entre el manto y el núcleo. La densidad aumenta con la profundidad, pero siempre de forma gradual. Dos capas se distinguen en el núcleo, una denominada núcleo externo y cuya profundidad sería de unos 2.100 km, y la otra, que ocupa el centro de la Tierra, el núcleo interno, que posee un radio de 1.250 km. Mientras que el núcleo externo se caracteriza por poseer un comportamiento líquido, el interno es sólido. Se piensa, en relación con su composición, que el níquel y el hierro son los materiales predominantes.
CALOR DE LA TIERRA
La Tierra que hay bajo nuestros pies no es sólo una esfera rocosa e inanimada que rota y se desplaza influida por la atracción solar, sino que además posee una energía interna propia, capaz de fundir y movilizar sus materiales. La mayor parte de esa energía procede de la radiactividad y sólo una pequeña parte se debe a los restos del calor primordial, es decir, al calor generado durante la formación del planeta (calor liberado por las colisiones y por la compactación gravitatoria).
Desde que se produjo la diferenciación, la evolución de la Tierra ha sido la de una máquina térmica, capaz de generar su propio calor a expensas de la radiactividad natural. Es cierto que la radiactividad ha disminuido, pero aún hoy suministra suficiente energía como para provocar el movimiento de las masas continentales o propiciar la formación de volcanes, cadenas montañosas, etc. Los máximos responsables de la energía liberada por desintegración han sido, y continúan siendo, el torio 232, el uranio 238, el potasio 40 y el uranio 235, con períodos de semidesintegración de 14.100, 4.510, 1.260 y 710 millones de años, respectivamente. Pero si sólo hubiese generación de calor, la Tierra se habría ido calentando hasta convertirse en una bola de fuego.
Afortunadamente para nosotros, la energía de la Tierra no permanece confinada, sino que el calor interno tiende a transmitirse hacia la corteza, mucho más fría, en un intento por conseguir una temperatura uniforme. Una parte de este calor interno fluye a la superficie, perdiéndose en el espacio, mientras que el resto provoca movimientos de la materia mineral, que se manifiestan en el exterior como un desplazamiento de los continentes y un potente campo magnético.
En la esfera rocosa,
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