Intervensión Comunitaria

INTERVENCIÓN COMUNITARIA: FRAGMENTO DE UN OFICIO

El quehacer profesional del psicólogo ronda bajo la premisa de “ayudar al otro”, la formación en academia brinda un vasto conocimiento acerca de las concepciones sociales, la cultura, los estándares, las crisis, psicología de lo individual y lo colectivo, política del conocimiento y todos los ires y venires de la sociedad en todos los tiempos con sus respectivos análisis e interpretaciones. Se supone que toda esa información y formación acumulada brinda al profesional todas las respuestas a los interrogantes que la gente del común se pregunta: Por qué sucede esto…, por qué soy así?, cómo puedo cambiar?, qué debo hacer?, es el otro quien tiene el problema, las afirmaciones respecto a las culpas y responsables del por qué este mundo, la sociedad y las personas, están en caos.

El psicólogo se ve expuesto a una serie de cuestionamientos y dilemas que van desde lo ético, lo moral y el “deber ser o hacer”, es ejemplo de vida y de historia, el super-héroe que todos esperan para que sus vidas, sus comunidades y el universo entren en perfecta armonía.

Es inherente al quehacer profesional enfrentar día a día los esquemas mentales y conductuales, los supuestos, los contrastes entre el mundo real, el mundo imaginario y el mundo ideal, una triada de discusiones, discursos, teorías y soluciones que desde diferentes posiciones y escuelas se buscan los métodos para que los individuos logren el mayor grado de autonomía, independencia y bienestar posibles, en definitiva, una gran responsabilidad que se le adjudica a los profesionales de las ciencias humanas.

La evolución de la Psicología y su desprendimiento del campo clínico y psiquiátrico ha representado un avance para la consideración de la salud mental, más allá del consultorio, el encierro y la farmacología como fuentes de salvación o recuperación, pero como no hay presente sin historia, es importante recordar brevemente y de manera un tanto reciente, como a principios del siglo XX las personas con trastornos mentales y con discapacidad eran considerados fenómenos, retardados o como incapaces, ser física o cognitivamente “diferente” era una maldición o un castigo divino, la sociedad de la época entendía las diferencias físicas, sensoriales, intelectuales o psicosociales como inaceptables y consideró como correcto el esconderlas o construir lugares donde vivieran aisladas, dando paso a centros psiquiátricos, de reclusión y aislamiento, así, los ciudadanos considerados como “normales” construyeron un mundo excluyente, pero anular la realidad no era suficiente, por ello, entre tanto, la comunidad psiquiátrica y científica se concentró en la búsqueda de métodos para que las personas mental y físicamente “insanas” fueran curadas de su enfermedad y en el momento en que estuvieran sanos volverían a ser parte de la sociedad,

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