LA CIENCIA EN LA ÉPOCA ACTUAL
Enviado por Kevin Pereyra • 13 de Junio de 2017 • Síntesis • 3.553 Palabras (15 Páginas) • 449 Visitas
LA CIENCIA EN LA ÉPOCA ACTUAL
INTRODUCCION
La época actual se encuentra definida por la capacidad tecnológica del género humano. Las actitudes cotidianas reflejan el desarrollo a lo largo de los años de civilización. Hoy en día resulta lo más natural ver autos, aviones y grandes centros productivos. Así como enormes instalaciones de telecomunicaciones y por supuesto decenas de computadoras.
La fuerza motriz de tras de todos los inventos y la vida en general, es la energía. Una de las fuentes de energía más simples y utilizadas desde hace mucho tiempo es el fuego, la energía calorífica y la energía mecánica.
El cuerpo del estudio de la ciencia se concentra en analizar el desempeño de los ciclos termodinámicos por conversión de energía en el contexto de la termodinámica clásica y las diferentes opiniones para su análisis. Posterior mente se modifican los criterios de la termodinámica clásica mediante la aplicación de los principios básicos de la termodinámica de tiempos finitos y de la aplicación de los que redefinen los ciclos como entidades endorreversibles.
La ciencia en la época actual
La ciencia actual, con el espectacular progreso habido en nuestra época, son muy elaborados, sutiles y realmente muy difíciles de comprender por el gran público. A veces incluso por los mismos científicos escuchando a un colega. Muchas de estas ideas, por ejemplo en Mecánica Cuántica, son totalmente ajenas a la intuición natural basada en la experiencia ordinaria. El lenguaje de la ciencia ha tenido inevitablemente que recurrir a la abstracción y es cada vez más esotérico y difícil de asimilar por el público general porque es, como decía el humanista español Pedro Simón Abril refiriéndose en su día al latín, una “lengua extraña y apartada del uso común y trato de las gentes”. Todo esto son factores de distanciamiento que se dan en todas las sociedades, incluso en las más avanzadas, agravados además en el caso de países como el nuestro que despilfarró su siglo XIX y dejó a la ciencia excluida de los postulados de nuestra cultura, un destierro en el que aún sigue. Pero volviendo al caso general, los factores de cambio más importantes hoy se deben, al menos en el sentido inmediato, pero también sin olvidar las preocupantes perspectivas de futuro, a las consecuencias para el mundo y para la gente de las opciones tecnológicas que tantos avances científico técnico han hecho posibles. En parte, estimulada por la preocupación que dejó la II Guerra Mundial, fue tomando cuerpo en la segunda mitad del siglo XX una tendencia a esos análisis de orientación más externa lista, contextual y crítica que hoy se conoce por sus siglas CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad). Todo ello, unido a nuevos motivos de preocupación, fue moldeando una nueva y más crítica percepción social de la ciencia que se ha visto, de esta manera, sometida a una presión a la que no estaban acostumbrados los científicos. Con frecuencia aparecen en los medios de comunicación noticias alarmantes, relacionadas con la tecno ciencia, que causan mucha preocupación en el público general. Tanto el interés práctico como la inquietud que suscitan los asuntos científicos han calado en la vida pública hasta el punto de condicionar, con creciente frecuencia, las declaraciones y actuaciones de los políticos y gobernantes. En la Red se pueden encontrar numerosos documentos de gobiernos, parlamentos y otros organismos públicos relacionados con estos temas. En el Reino Unido la Cámara de los Lores suele publicar informes de este tipo. En los EEUU aproximadamente la mitad de los temas de debate que llegan al Congreso tiene alguna relación con la tecno ciencia. En las sociedades democráticas más avanzadas, en las que muchos de los asuntos públicos suelen trascender, hay una desconfianza creciente en los científicos en cuanto a asesores de la Administración, que preocupa mucho a las autoridades. La ciencia, es ya una cuestión pública importante en el mundo actual, un activo imprescindible en toda sociedad moderna. Así lo reconoce la mayoría de la gente, pero ahora desde una perspectiva totalmente alejada del anterior candor progresivista. Esta nueva actitud tiene sus fundamentos, que los científicos debemos esforzarnos en comprender. Hasta no parecería irrazonable pensar que en parte puede indicar simplemente que la sociedad ha madurado algo, pero el problema de su relación con la ciencia tiene aspectos injustificados y preocupantes, aunque sean comprensibles como fenómenos sociales. Uno de los nuevos factores, tal vez el más importante de los que han configurado el clima social y la actitud del público respecto a la ciencia, es precisamente el comentado anteriormente: el aumento de la preocupación con la tendencia (a veces perversamente estimulada) a culparla de las consecuencias de su mal uso. Esto requiere una breve aclaración sobre los conceptos de peligro y riesgo (estos dos conceptos, que son diferentes, suelen estar muy mezclados en la imaginación del público, que tiende a pensar que vive en un mundo más peligroso). Por ejemplo, el peligro de que haya un terremoto en un determinado lugar lo decide la naturaleza y sobre eso no se puede hacer nada, pero el riesgo que corren los edificios de esa zona depende de dónde y cómo se han construido. Lo que ha aumentado de hecho con los grandes avances científico-técnicos contemporáneos son los riesgos. La importancia de la diferencia entre peligros y riesgos estriba en que los primeros no dependen de las decisiones (propias o ajenas) pero los segundos sí. Volvamos a lo afirmado anteriormente: no hay progreso sin riesgo, que es, sin duda, inseparable de las opciones tecnológicas. La idea de riesgo ha invadido todos los ámbitos cuando se hace referencia a la tecnociencia; para muchos filósofos, sociólogos y estudiosos académicos de todo tipo hoy vivimos en la “sociedad del riesgo”, numerosos análisis se centran en la “gestión del riesgo”, algunos demagogos explotan como arma política arrojadiza la alusión a los riesgos atribuibles o atribuidos a la tecnociencia y la gente, en general, está cada día más preocupada, unas veces con razón y otras sin ella, pero en todo caso el tema ha llegado a constituir una cuestión pública tan importante como para condicionar en parte, algunas veces, las agendas de los políticos.
En realidad, hoy por hoy, la ciencia en conjunto aún tiene gran prestigio social. No es que la gente esté en su contra, sino que se reclama una ciencia responsable. Lo que hay es, más bien, una crisis de confianza. Básicamente de lo que se desconfía, en realidad, es de la capacidad de los gobernantes para tomar decisiones acertadas sobre cuestiones muy complejas, pero se piensa que también a menudo intervienen los científicos (y tecnólogos) a los que se suponen conocimientos avanzados para asesorar con acierto. Al final, aunque difusa y confusamente, se genera una actitud más crítica, incluso a veces una desconfianza hacia la propia ciencia, que es parte del problema que nos ocupa. Problema en el sentido de que estamos ante una situación nueva a la que tenemos que adaptarnos y en términos generales aún no nos hemos mostrado muy dispuestos a ello. Predomina aún entre los científicos la obstinación en negarse a asumir estas consideraciones; solemos hacer bien nuestro trabajo profesional en el sentido técnico, pero somos demasiado reacios a reconocer que la realidad social nos obliga a despertar de nuestro sueño y a renunciar a lo que ha sido durante mucho tiempo una situación privilegiada.
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