LA NATURALEZA Y EL CAMBIO
Enviado por marievive • 24 de Marzo de 2014 • 2.283 Palabras (10 Páginas) • 266 Visitas
Ensayo Sobre La Naturaleza Y Su Cambio
ENSAYO SOBRE LA NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN DE LA CIENCIA ECONÓMICA
PROLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
La finalidad de este ensayo es doble. En primer lugar, pretende definir conceptos respecto al contenido de la Ciencia Económica y a la naturaleza de las generalizaciones que la constituyen. En segundo término, trata de explicar las limitaciones y la significación de estas generalizaciones tanto como guía para interpretar la realidad cuanto como base de prácticas políticas. En la actualidad, una vez expuestos los problemas con claridad y después de sesenta años de adelantos teóricos, no hay ya motivo para que surjan diferencias graves de opinión. Pero, porque no se han expuesto, hay confusión en muchas partes y prevalecen ideas falsas respecto de las preocupaciones del economista y la naturaleza y alcance de su competencia; de donde resulta que desmerece la reputación de la Economía y no se aprovecha plenamente el conocimiento que otorga. Este ensayo procura remediar esta deficiencia, poner en claro lo que discuten los economistas y lo que puede esperarse realmente de sus discusiones. Así, por una parte, puede considerarse como un comentario sobre los métodos y los supuestos de la teoría pura y, por otra, como una serie de prolegómenos a la aplicación práctica de la Economía.
Dado el objeto de este ensayo, es preciso hablar de generalidades. Mas en todo él he procurado mantenerme lo más cerca posible de la realidad. He descartado los refinamientos filosóficos por considerar que quedan fuera del campo en que creo tener competencia profesional; y he fundado mis proposiciones en la práctica de las mejores obras modernas que tratan de la materia. En un estudio de esta naturaleza, escrito por un economista para sus colegas, creí preferible exponer con fuerza mi tesis mediante continuas referencias a la solución aceptada de ciertos problemas y no elaborar, de la nada, una teoría de lo que debería ser la Economía. A la vez, he tratado de ser breve. Me he propuesto sugerir un punto de vista más bien que entrar en grandes detalles. Por ello, me pareció conveniente ser conciso aun a costa de sacrificar mucho material que había reunido. Mas espero publicar más tarde una obra sobre Teoría Económica general en que ampliará y ejemplificará aún más los principios que aquí expongo.
No pretendo que mis puntos de vista sean originales. Me aventuro a esperar que haya logrado dar mayor fuerza expositiva a uno que otro punto no siempre explicado con claridad. Pero, en general, he querido exponer, lo más sencillamente posible, proposiciones que son propiedad común de la mayoría de los economistas modernos. Debo mucho a las conversaciones que he sostenido con mis colegas y alumnos de la Escuela de Economía de Londres. He indicado en las notas las demás deudas que reconozco; no obstante, desearía reconocer una vez más mi deuda especial para con el profesor Ludwig von Mises, a través de sus obras, y el finado Philip Wicksteed, a través de su Commonsense of Political Economy. Las innumerables citas que he hecho de estas obras reflejan en forma muy imperfecta la ayuda general que me han prestado.
LIONEL ROBBINS
The London School of Economics,
Febrero de 1932.
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Aunque hace algún tiempo que se encuentra agotada la primera edición de este ensayo, parece que aún se le solicita. Me he valido, por tanto, de la resolución del editor de reimprimirlo para hacer algunos cambios y mejoras que aconseja la experiencia habida desde su primera versión.
Al corregir la obra no me ha sido preciso modificar en forma importante su tesis general. Las críticas han tendido a centrarse sobre mi afirmación en el capítulo vi de que las comparaciones interpersonales de la utilidad carecen de validez científica. Me temo que, sin el menor deseo de ser intransigente, aquí o en otro lado, aún no se me convence en absoluto. Sostuve que la agregación o comparación de las distintas satisfacciones de distintos individuos entrañan juicios de valor y no de hechos, y que tales juicios rebasan los límites de la ciencia positiva. Nada de lo dicho por ninguno de mis críticos me ha persuadido de que mi argumento sea falso. Por consiguiente, fuera de algunas observaciones complementarias destinadas a aclarar aún más el asunto, no he alterado esta sección. Espero que mis críticos (algunos de los cuales al parecer han supuesto que era yo una persona en verdad muy combativa) no lo consideren como gesto de reto poco amistoso. Puedo asegurarles que en modo alguno estoy sobreseguro de mis ideas. Pero no obstante la disposición de algunos de ellos a referirse a esta y otras proposiciones bien conocidas con el nombre de "Economía robinsiana", no es mía esta economía, y el peso de las autoridades que la han expuesto me anima a pensar que, al menos en este caso, mis propias luces no me han hecho errar el camino.
En cambio, muchos de mis críticos han deducido de mis argumentos a este respecto ciertos preceptos prácticos que yo soy el primero en repudiar. Se ha sostenido que, porque intenté delimitar claramente el ámbito de la Economía frente a otras ciencias y el de la Economía frente a la filosofía moral, recomendé, por tanto, que el economista se abstuviera de todo interés o actividad fuera de su materia. Se ha dicho-no obstante actividades que temí se hubieran tornado notorias- que yo adelanté que el economista no debería participar en la formulación de la política del país fuera de hacer un diagnóstico muy recatado y discreto de las consecuencias de las posibles medidas a tomar. Mi amigo Lindley Fraser fué incluso inducido a recomendarme, en su artículo "¿Cómo queremos que se comporten los economistas?", una conducta más social. Por ser tantos los que malinterpretaron mis intenciones, no puedo envanecerme de no haber sido oscuro. Pero sí sostengo que dije precisamente lo contrario, y, según creí, de la manera más enfática. En una nota del capítulo v, § 6, afirmé' que "argumento en favor de una mayor exactitud en la forma de presentación, no de una austeridad excesiva en el alcance de la especulación", y pasé a sugerir que los economistas tal vez tengan grandes ventajas diferenciales como sociólogos. Y en el capítulo vi, § 4, dije: "Lo anterior no significa que los economistas no debieran pronunciarse sobre cuestiones éticas, como tampoco el decir que la botánica no es la estética significa que los botánicos no deben opinar sobre la traza de los jardines. Por el contrario, es muy de desear que los economistas hayan especulado mucho sobre estos asuntos, pues sólo así podrán apreciar las consecuencias de determinados fines de los problemas
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