LA PÉRDIDA DE LA BIODIVERSIDAD Y MANEJO DE LA BIODIVERSIDAD

La actividad humana ha afectado la composición y el funcionamiento de los ecosistemas del Planeta Tierra en las últimas décadas más rápida y extensamente que en ningún otro momento de la historia humana, como consecuencia de modelos de desarrollo económico que requieren cantidades de alimentos, agua, recursos forestales y combustibles.

La diversidad biológica como patrimonio de nuestra especie tiene importantes valores sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, estéticos y recreativos. Ella garantiza además nuestra capacidad de enfrentar y adaptarnos a cambios ambientales. Constituye una garantía de viabilidad de la agricultura y la pesca a largo plazo y es la base para el desarrollo de muchos procesos industriales y la producción de nuevas medicinas.

Si bien nadie duda de la dependencia de los seres humanos de los ecosistemas, integrar las consideraciones sobre su capacidad productiva en las decisiones relacionadas con el desarrollo es una tarea difícil, pues requiere revisar algunos supuestos básicos sobre la manera de medir y planificar el crecimiento económico.

La pobreza obliga a muchas personas a pasar por alto los límites naturales de los ecosistemas de los cuales dependen, aun cuando estén conscientes, por ejemplo, de que están extrayendo madera o pescado a niveles insostenibles. Así, al mismo tiempo que crecen las demandas por los servicios prestados por los ecosistemas, las actividades humanas disminuyen su capacidad para satisfacerlas en el futuro. Se requieren estrategias adecuadas en materia de planificación y manejo de recursos, que permitan por un lado revertir la degradación de los ecosistemas y por otro asegurar el aporte que éstos hacen al bienestar humano. Para lograrlo se necesita:

-Tener conocimiento integral de los ecosistemas y de los sistemas sociales involucrados y de las relaciones entre las actividades humanas, la alteración de los ecosistemas y su productividad, y la calidad de vida en el corto, mediano y largo plazo.

-Instituciones efectivas y eficientes que puedan mediar en los conflictos entre los intereses individuales y colectivos que surjan en el acceso y uso de los bienes y servicios de los ecosistemas (trade-offs).

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