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La Autonnomia


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2012  •  3.592 Palabras (15 Páginas)  •  291 Visitas

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LA AUTONOMÍA DE LOS ESTADOS DE LA FEDERACIÓN

Lic. Rafael Leyva Mendivil

1.- INTRODUCCIÓN:

El presente trabajo tiene como propósito plantear cómo surge y se desarrolla la autonomía de los estados miembros, en el sistema federal mexicano, considerando que la autonomía es un concepto político-jurídico que, en muchas ocasiones, se la confunde con la idea de soberanía. En efecto, el afirmar que los estados integrantes de la federación mexicana son soberanos, es cometer un exceso en el uso del lenguaje así como en el significado de las palabras pues, precisamente, este último concepto tiene una mayor extensión que el primero, y si todavía en la actualidad se sigue utilizando dicha expresión para referirse al status político-jurídico de los estados miembros de la federación mexicana, ha sido en virtud de las circunstancias históricas en que se gestó el sistema federal en nuestro país, sin que para ello haya sido obstáculo la imitación extralógica que los artífices de la Constitución de 1824 hicieron, tomando como prototipo al vecino país del norte , según quedará establecido mas adelante.

Así mismo, en este trabajo mencionaré cómo se desarrolló la transformación político-constitucional de Baja California, de ser un territorio federal hasta alcanzar la categoría de estado (el número 29 en el orden progresivo de aparición cronológica), procediendo, gradualmente, a consolidar su autonomía en las diversas modalidades en que ésta se manifiesta, a saber: la constitucional, la democrática, así como las de carácter legislativo, ejecutivo y judicial.

Uno de los constitucionalistas mexicanos mas renombrados consigna, en su compilación de las diversas constituciones que han estado vigentes en nuestro país; “Los Diputados de los nuevos estado – dice Zavala – vinieron llenos de entusiasmo por el sistema federal y su manual era la constitución de los Estado Unidos del Norte, de la que corría una mala traducción impresa en Puebla de los Ángeles que servía de texto y de modelo a los nuevos legisladores”

2.- PRECISIONES TERMINOLÓGICAS ¿SOBERANÍA O AUTONOMÍA DE LOS ESTADOS?

Sabido es que las palabras encierran ideas y conceptos. Nuestro idioma es rico en giros de expresión. Existe la analogía y la metáfora, esta última como lenguaje figurado, sin embargo, también existen vocablos que si bien pueden ser considerados como sinónimos, porque su significado tiene la misma extensión y alcance, hay otras palabras cuya significación es muy concreta y no se presta a ambigüedades, tanto por su raíz etimológica, como por su utilización técnica. Tal es el caso de los dos vocablos que encabezan este apartado a manera de interrogante.

Según la filología, el término “soberanía” proviene del latín: súper = sobre; omnia = todo, de lo cual se infiere su significado etimológico: “sobre todo”, indicando algo que esta por encima de cualquier otra cosa. O dicho de otra manera: algo cuya existencia no esta subordinada o condicionada a un ente o cosa ajena.

Al decir de Jellinek, el concepto de soberanía es de carácter polémico. Su origen se remonta a fines de la edad media, ya que fue el resultado de los enfrentamientos entre la institución monárquica, lo que restaba de la estructura imperial romana, el papado y los señores feudales , es decir, simultáneamente coexistían varios centros que irradiaban poder político, fenómeno al cual se le conoce como la “poliarquía”, resolviéndose la confrontación a favor de uno de estos centros de poder (el que ejercían los monarcas), quienes se fueron imponiendo a los demás, hasta consolidarse en cierto espacio geográfico y sobre determinada población, dando lugar al sello distintivo que posteriormente será el Estado-Nación, surgiendo así un poder que no reconocía a otro superior o por encima de el, es decir, un poder soberano.

Por otra parte, el concepto “autonomía” refleja la idea de que se posee y ejerce una libertad conductual con cierto límite o grado. Es decir, se trata de una potestad relativa. Si acudimos al significado etimológico de la palabra encontramos que sus raíces provienen del griego: autos = por si mismo, y nomos = ley . En conjunto ambas expresiones, podemos interpretar que la autonomía significa darse su propia ley, autorregularse o generar sus propias decisiones y organizar su ejecución, mediante la observación de cierta normatividad. Por eso, en el campo de la moral decimos que los seres humanos actuamos con autonomía porque tenemos capacidad de proponernos fines y buscar los medios para alcanzarlos, siempre y cuando estos fines y medios no interfieran de tal modo que anulen o neutralicen la autonomía de nuestros congéneres, por lo que queda claro que se trata del ejercicio de una libertad no absoluta, que tiene como propósito, entre otros, la posibilidad de una convivencia armónica y equilibrada de los individuos. Esta misma idea, transferida al ámbito político, adquiere un sentido específico, por lo que la autonomía conlleva la potestad de una colectividad humana de gobernarse a sí misma mediante ciertos mecanismos jurídico-políticos, cuya activación y funcionamiento opera dentro de un sistema organizativo que marca directrices tendientes a darle homogeneidad a otras tantas colectividades.

3.- RADICACIÓN Y EJERCICIO DE LA SOBERANÍA

Regresando al concepto de soberanía, y bajo un enfoque histórico-sociológico, es de observarse que tal concepto apareció como una necesidad de afirmación del poder político de quienes ostentaban la investidura de monarcas en aquellas áreas geográficas, con sus respectivos habitantes, en el llamado “viejo mundo” y que dieron lugar a la consolidación de las incipientes nacionalidades, propiciadas por las afinidades lingüísticas y etnográficas de los diversos grupos humanos asentados en dichos espacios geográficos.

La historiografía es rica en información al respecto, coincidiendo en que fue tal el poder político que concentraron los respectivos monarcas, que llegaron al punto de considerarse representantes de la divinidad y, por tanto, no obligados a responder de sus actos ante nadie, por lo que se decía que eran soberanos. Demostración de esto lo tenemos en la frase del rey de Francia Luis XIV, quien manifestó con desmedida arrogancia: “El Estado soy yo”

Fue tan grande el poder que ostentaban los monarcas, que llegaron al grado de tiranizar a sus súbditos y de gobernar abusivamente, generando con ello descontento y malestar social, mismo que fue agudizándose hasta provocar levantamientos populares, sobre todo

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