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La Ceguera


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  463 Palabras (2 Páginas)  •  126 Visitas

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se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le agarrotó

la palanca de la caja de velocidades, o una avería

en el sistema hidráulico, un bloqueo de frenos, un fallo

en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente, se

haya quedado sin gasolina, no sería la primera vez que

esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está

formando en las aceras ve al conductor inmovilizado

braceando tras el parabrisas mientras los de los coches

de atrás tocan frenéticos el claxon. Algunos conductores

han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar al

automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean

impacientemente los cristales cerrados. El hombre que

está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado,

hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos

de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos,

así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin,

logre abrir una puerta, Estoy ciego.

Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre

parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso,

la esclerótica blanca, compacta como porcelana. Los

párpados muy abiertos, la piel de la cara crispada, las

cejas, repentinamente revueltas, todo eso, cualquiera

lo puede comprobar, son trastornos de la angustia.

En un movimiento rápido, lo que estaba a la vista desapareció

tras los puños cerrados del hombre, como si

aún quisiera retener en el interior del cerebro la última

imagen recogida, una luz roja, redonda, en un semáforo.

Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación

mientras le ayudaban a salir del coche, y las 11

lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que

él decía que estaban muertos. Eso se pasa, ya verá, eso

se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo una mujer. El

semáforo había cambiado de color, algunos transeúntes

curiosos se acercaban al grupo, y los conductores, allá

atrás, que no sabían lo que estaba ocurriendo, protestaban

contra lo que creían un accidente de tráfico vulgar,

un faro roto, un guardabarros abollado, nada que

justificara tanta confusión. Llamen a la policía, gritaban,

saquen eso de ahí. El ciego imploraba, Por favor,

que alguien me lleve a casa. La mujer que había hablado

de nervios opinó que deberían llamar a una ambulancia,

llevar a aquel pobre hombre al hospital, pero el

ciego dijo que no, que no quería tanto, sólo quería que

lo acompañaran hasta la puerta de la casa donde vivía,

Está ahí al lado, me harían un gran favor, Y el coche,

preguntó una voz. Otra voz respondió, La llave está

ahí, en su sitio, podemos aparcarlo

...

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