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La Celuas De L

Enviado por   •  28 de Septiembre de 2013  •  7.949 Palabras (32 Páginas)  •  464 Visitas

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Ante la cal de una pared que nada

nos veda imaginar como infinita

un hombre se ha sentado y premedita

trazar con rigurosa pincelada

en la blanca pared el mundo entero:

puertas, balanzas, tártaros, jacintos,

ángeles, bibliotecas, laberintos,

anclas, Uxmal, el infinito, el cero.

Puebla de formas la pared. La suerte,

que de curiosos dones no es avara,

le permite dar fin a su porfía.

En el preciso instante de la muerte

descubre que esa vasta algarabía

de líneas es la imagen de su cara.

"La suma", JORGE LUIS BORGES

AQUEL hombre trabajaba con ahínco. Era un obrero responsable, tranquilo, de modales austeros y suaves a quien le era fácil tener amigos y llevarse bien con sus compañeros y jefes. Este modo de ser, y sus deseos de trabajar y progresar, lo habían hecho —a los 25 años— uno de los jefes de cuadrilla que construían la línea del ferrocarril en el estado de Vermont, entre Rutland y Burlington, en los Estados Unidos. Su nombre era Phineas Gage.

Ese día, el 13 de septiembre de 1848, era necesario hacer volar una gran roca que se atravesaba en el camino de la vía, y Phineas decidió que ésa era una tarea que él personalmente debía realizar. Primero hizo una profunda perforación en la roca y la llenó de pólvora. Tomó entonces una barreta de fierro para apisonar la pólvora en el fondo de la perforación, antes de cubrirla con arena y provocar la explosión que volaría la roca para dar paso a la vía del tren. Y entonces ocurrió el accidente. Al apisonar la pólvora, la barreta se frotó contra una de las paredes de la perforación y provocó una chispa, la cual hizo explotar la dinamita. Con la fuerza de la explosión, la barreta de más de un metro de largo, 3 centímetros de diámetro y 6 kilogramos de peso salió disparada con enorme fuerza, convirtiéndose en un poderoso proyectil que encontró en su camino la cabeza de Phineas Gage. La barreta penetró por la parte superior de la órbita del ojo izquierdo, y en una fracción de segundo perforó el cerebro y salió por la parte superior del cráneo cerca de la frente de Phineas, y aterrizó a unos cuarenta metros de la roca.

Phineas Gage no murió a raíz de este terrible accidente. Los dos médicos que una media hora después lo atendieron en el pequeño pueblo situado a un kilómetro del sitio del accidente no podían creer que Phineas estuviera no solamente vivo, sino también consciente. Esa misma noche, unas 6 horas después, Phineas podía hablar y recordar con claridad todo lo que había sucedido, e inclusive decía que en pocos días estaría de nuevo trabajando. A pesar de que no había duda que la barreta había pasado a través de la parte más anterior de su cerebro, separando una parte del mismo del resto, su percepción del tiempo, sus sentidos y su lenguaje no habían sido afectados.

El estado de Phineas en los días siguientes fue muy grave. Además de la sangre que había perdido, la herida se infectó y estuvo muy cerca de morir. Sin embargo, su fuerte naturaleza y las altas dosis de los antisépticos de entonces —en 1848 no había antibióticos— le salvaron y dos meses después del accidente se sentía listo para empezar una nueva vida. La pregunta para nosotros es ¿cómo iba a ser esa nueva vida?, ¿en qué se iba a afectar —si es que algún cambio habría— la vida de un hombre que había perdido una parte de su cerebro, al ser esta parte desconectada del resto por el paso de la barreta? La respuesta a estas preguntas nos la da el testimonio de uno de los médicos que lo atendieron y que lo vio de nuevo años después. Este médico escribió:

Aunque su salud física parece haberse recuperado, el equilibrio entre sus facultades intelectuales y sus tendencias más animales parece haberse destruido. Es irreverente, agresivo, dado a exclamaciones profanas y vulgares (lo cual no era su costumbre), manifestando muy poca deferencia hacia sus compañeros, impaciente para realizar sus deseos, obstinado y al mismo tiempo caprichoso y vacilante, haciendo muchos planes para el futuro que más tardan en ser pensados que en ser abandonados... En este aspecto su mente cambió radicalmente, tanto que sus amigos y conocidos dicen de él que "ya no es Gage".

Este cambio fue tan notorio que sus patrones no quisieron recontratarlo y Phineas se dedicó a vagar por el territorio de Estados Unidos y por Sudamérica, cargando consigo la barreta y exhibiéndose en ferias como un milagro viviente. Finalmente murió en San Francisco, y tanto la barreta como el cráneo de Phineas se recuperaron y en la actualidad pueden verse en el museo de la Escuela de Medicina de Harvard, en Massachusetts.

ZONAS DEL CEREBRO: ¿DISTINTAS FUNCIONES?

¿Qué interpretación puede darse a este caso tan excepcional de la vida real que parece inventado, como el del individuo que perdió todos sus sentidos y la capacidad de mover los músculos relatado al inicio de este libro? En cierto modo este caso verdadero es la contrapartida del narrado en el capítulo I: un individuo que conserva perfectamente todos sus sentidos y la capacidad íntegra de sus movimientos musculares, pero cambia su personalidad, ya no es el mismo, debido a una lesión del cerebro en la que el lóbulo frontal (llamado así por estar colocado en la parte anterior del cráneo sobre las órbitas de los ojos) fue separado de todas las otras partes del cerebro. Una conclusión apresurada pero razonable sería que ese lóbulo del cerebro es la región que determina la personalidad y el modo de ser de cada individuo, por lo cual al ser separado o destruido, dicha personalidad cambia radicalmente. Con esta idea en mente, un siglo después de este accidente, entre 1935 y 1950, se realizaron varios miles de operaciones quirúrgicas conocidas con el nombre de lobotomía frontal, en las cuales los neurocirujanos hacían prácticamente lo mismo que la barreta, es decir, desconectar el lóbulo frontal del resto del cerebro, sólo que en una sala de operaciones y con toda la asepsia necesaria para evitar infecciones. Paradójicamente, el objetivo de estas operaciones era precisamente cambiar la conducta de ciertos pacientes agresivos o con alteraciones mentales, para volverlos más "normales". El portugués Egas Moniz, un neuropsiquiatra, concibió esta idea al conocer los resultados de una lobotomía frontal realizada en un chimpacé que mostraba una conducta muy temperamental y difícil de manejar cuando algo no le salía bien al rebuscar dónde habían ocultado sus alimentos, conducta que desapareció después de la lobotomía. Sobre esta endeble base experimental, Moniz y sus colaboradores, y después otros neurocirujanos, realizaron muchas lobotomías frontales con

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