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La Ecologia Y El Desarrollo Sustentable


Enviado por   •  12 de Agosto de 2012  •  1.394 Palabras (6 Páginas)  •  494 Visitas

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Ecología es un término que desde hace unos años está de moda. Bienvenido sea si crea oportunidades para abordar

el tema, incluso bienvenido a la Pastoral de Juventud, donde no ha tenido históricamente un gran desarrollo; pero el

peligro de las modas es vaciar de sentido las palabras, usarlas rápidamente sin la densidad y complejidad que encierran.

Despegándose un poco de cierta interpretación exclusivamente naturalista que se ha hecho de dicho término, está en

auge actualmente “desarrollo sustentable”, que aparece como una categoría más amplia, que permite incluir con mayor

facilidad una mirada económica, social y por qué no, también política.

Las siguientes líneas intentan problematizar estas categorías desde una mirada creyente, revalorizando su sentido más

profundo desde una experiencia de religiosidad que entiende a la persona como un ser más dentro de la creación que

tiene la responsabilidad de ser su “cuidador” más que su “dueño”, y con una perspectiva crítica que permita explorar los

mecanismos, estructuras y conflictos que se esconden detrás de su simple enunciación.

Los intereses ocultos

Durante años, parecía que hablar de ecología era cosa de algunos pocos locos sueltos, incluso parecía un tema inofensivo.

Desde los sectores más combativos parecía como una preocupación superficial, o su abordaje un lujo de quienes tenían ya

resueltas las necesidades básicas, o de quienes le escapaban a la política, al conflicto, a la lucha para refugiarse en asuntos

más políticamente correctos. ¿Quién puede afirmar abiertamente que está en contra del cuidado de la Naturaleza?

Pero esto no es así en la actualidad. Mejor dicho, cabe reconocer que para no pocos aún la ecología no es más que un

interesante pasatiempo, pero para quienes abordan en serio la problemática es muy diferente, porque dispara una serie

de planteos que abarcan muchas dimensiones de la vida social, como la religiosidad, la economía, la salud, la política, etc.

En este sentido, incluso los partidos políticos llamados casi despectivamente “verdes” han asumido en muchas partes del

mundo una actitud protagónica y combativa que despierta la envidia de más de un partido de los que se autodefine como

progresista.

Parafraseando a don Helder Camera, quien decía “cuando doy un pan a los pobres me dicen santo, pero cuando pregunto

por qué hay pobres me dicen comunista”, con el medio ambiente pasa algo parecido: cuando se pasa de atender “solidariamente”

las consecuencias a cuestionar “políticamente” las causas, cuando se disipa el humo de los fuegos artificiales

mediáticos y se ve la complejidad de la problemática, cuando se cae la ilusión de que “todos queremos salvar al planeta” y

se descubre que hay actores sociales en juego que lo que quieren salvar es su bolsillo, no es raro encontrarse con que los

elogios se transforman en descalificaciones.

Detrás de todo problema ecológico hay un interés económico -por no decir unos cuantos- y para entenderlos en su complejidad

hay que inscribirlos en el marco de las desigualdades y asimetrías de la estructura económica capitalista que predomina

en la actualidad. Los países que más contaminan son los que mayor poder de consumo detentan, el llamado primer

mundo. No son casuales sus resistencias y negativas a firmar los tratados de limitación de emisiones contaminantes, aún

siendo relativamente modestas las exigencias que plantean. Es cierto que ha habido un creciente interés en la mayoría de

los estados nacionales por establecer políticas públicas que reglamenten las actividades económicas de forma de proteger

el medio ambiente, pero sin dudas que son insuficientes, y muchas veces burladas por intereses más fuertes. También sucede

que las reglamentaciones son diferentes según los países y los capitales se mueven en función de dónde encuentran

más recursos disponibles: Siendo ya escasos los recursos naturales que aún quedan en Europa o Estados Unidos, el tercer

mundo y en particular América Latina surge como un botín cada vez más preciado. No es novedoso afirmar que la mayoría

de los países del tercer mundo basan su economía en la exportación de materias primas: minerales, petróleo, alimentos,

los llamados comodities, -a los que probablemente se sumará en un futuro el agua y el aire- e importación de productos

industriales, tecnología y otros bienes con mayor valor agregado. Ya lo decían las teorías de la dependencia de los años 60 y

70, lo asumía Medellín denunciando las injusticias que esto significaba para los pueblos latinoamericanos y sigue teniendo

vigencia.

El difícil equilibrio

Cabe reconocer que toda actividad humana provoca un impacto

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