La Generación Espontánea

1) La generación espontánea:

Desde la antigüedad y hasta mediados del siglo XIX, se asumía que la vida se originaba en la tierra permanentemente, de modo espontáneo. Esta idea se basaba en la observación directa de que las larvas aparecían en la materia orgánica en descomposición.

Las experiencias de Redi, Needham y Spallanzani:

En 1668, el medico italiano Fransesco Redi realizo el primer experimento científico que puso a prueba la idea de la generación espontánea. Preparó recientes con carne, unos destapados y otros cubiertos con una rejilla. En todos, la carne se descompuso. Pero solo aparecieron gusanos en los que estaban abiertos. Observo que las moscas entraban y salían de los recipientes abiertos y concluyó que si las moscas no tenian acceso a la carne, en ella no aparecian gusanos.

Un siglo más tarde, el descubrimiento de los microorganismos reactivó la generación espontánea. En 1748, el clérigo ingles John Needham hirvió caldo de carne y los colocó en frascos cerrados con corcho. Al cabo de unos días comprobó que en todos los frascos proliferaban microorganismos, lo cual, para el, significaba una confirmación de la generación espontánea.

En 1767 el abad italiano Lazzaro Spallanazi, repitió las experiencias de Needham introduciendo algunas modificaciones. Cerró herméticamente los cuellos de algunas botellas que contenían caldo y después mantuvo hirviendo el agua durante algunos minutos. Al cabo de unos días comprobó que no había microorganismos dentro de las botellas cerradas y que si los había en las que estaban abiertas.

Pasteur y el fin de la generación espontánea:

En 1861 el científico francés Louis Pasteur, logro superar la objeción de la ausencia del aire y desterró de forma concluyente la idea del surgimiento espontáneo de la vida. Demostró que los microorganismos tienen su origen en otros microorganismos. Pasteur no comprobó que la generación espontánea no ocurrió alguna vez, solo demostró que no ocurre en la actualidad. Colocó caldo de carne en dos matraces y dobló su cuello en forma de “S”. Calentó los matraces para esterilizar el líquido. Después de varias semanas, observó que el caldo no se descomponía. Cortó el cuello de uno de los matraces y al cabo de unos días comprobó que el caldo se había descompuesto y el otro matraz permanecía sin descomponerse.

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