La actividad humana

La actividad humana

Si bien es cierto que, como humanidad, tratamos de cubrir por lo menos nuestras necesidades más urgentes, y que globalmente aún nos falta para lograrlo; no es menos cierto que, en la búsqueda de soluciones inmediatas pensamos únicamente en incrementar la producción de bienes y servicios. En efecto, los gobiernos y organismos internacionales promueven políticas de crecimiento económico, o sea agrandar el pastel de la economía: más consumo, más inversión, más gasto, más exportaciones, para generar bienestar en la población. Pero una cosa es crecer, y otra muy diferente desarrollarse.

Las personas crecemos hasta una cierta edad, pero nos desarrollamos prácticamente hasta el último día de nuestra existencia. En este orden, podemos decir que una persona puede desarrollarse cuando hay crecimiento, pero también cuando existe equilibrio con nuestro entorno, cuando las oportunidades para educarnos son reales, cuando tenemos un ambiente sano y seguro.

Lo mismo sucede con las economías de los países, inicialmente los resultados en el bienestar general dependen de una mayor producción, de las posibilidades de trabajo y de la estabilidad en los precios. Pero además son necesarias ciertas condiciones que afectan a la permanencia del sistema económico en el largo plazo y a la existencia de la propia especie humana.

La actividad humana esta provocando daños a las funciones de la biósfera, principalmente en tres direcciones: el agotamiento de los recursos, la contaminación, y el deterioro a los servicios ambientales.
En el primer caso, la extracción intensiva de materias primas como el petróleo, el cobre, el zinc, etc. y otros recursos no renovables llevan a su agotamiento. Además,  podemos hablar de aquellos recursos como el agua, o los bosques, cuya sobre sobre explotación también los ponen en riesgo.
Por otra parte los residuos como plomo, sulfuro o pesticidas no pueden ser absorbidos por las cantidades exageradas y se acumulan causando daño al medio ambiente.
Finalmente, el debilitamiento de los procesos naturales, como la pérdida de biodiversidad, la desregulación del clima, la destrucción de la capa de ozono, la pérdida de paisajes y la vida silvestre constituyen evidencias del perjuicio que ocasiona la actividad humana.
De allí que, por el derecho que tiene la naturaleza, pero también por nuestro propio bienestar es imperativo considerar en nuestras acciones individuales y colectivas, el impacto que generamos en nuestro entorno natural.

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