La dosis hace al veneno

LA DOSIS HACE AL VENENO

Cuando pensamos en la palabra veneno o tóxico normalmente nos imaginamos aquel envase con el signo de peligro, visualizamos sustancias químicas que al probarlas inmediatamente nos dirán: soy venenosa, pero ¿alguna vez pensaste que una gran cantidad de tazas de café pueden matarte? ¿O tal vez una intoxicación con agua? ¿Incluso las espinacas, promesa de salud?

Paracelso en 1567 afirmó que “todas las sustancias son venenos, no hay ninguna que no lo sea. La dosis diferencia a un veneno de una medicina”. Y tal vez no estaba tan equivocado; ingerir las dosis adecuadas de alimentos, bebidas o medicamentos, realmente condiciona nuestra saciedad y salud, por el contrario de los excesos que siempre alteraran nuestro organismo.

Por definición, un veneno es cualquier sustancia (sólida, líquida o gaseosa) que al entrar en contacto con un organismo altera sus funciones vitales causando lesiones, enfermedades y hasta la muerte (Hernández J.2012). Entonces, si se tomaran unas 50 tazas de café, en un día, seguramente resultaría letal. Es claro que difícilmente nos beberíamos tal cantidad de café (incluso en época de exámenes), pero existen algunos otros ejemplos en los cuales frase “La dosis hace al veneno” es aun aplicable. En muchos lugares de nuestro país es común la ingesta de plantas medicinales. El epazote (Chenopodium ambrosioides) administrado en forma de infusión, es útil para deshacerse de las lombrices intestinales (antihelmíntico) gracias a un aceite esencial, el ascaridol, cuyo efecto tóxico puede causar irritación renal y hasta la muerte por parálisis de los centros respiratorios. El anís estrella (Illicium verum), que tradicionalmente era administrado a los lactantes en infusión cuando se pensaba sufrían de cólicos, ha sido prohibido en México ya que es causa de muerte cuando se suministra en dosis altas y periodos prolongados (Mattos P.et al, 2012).

Actualmente también existen numerosas campañas publicitarias que nos incitan a beber agua

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