La geología, del griego geo (tierra) y logos (discurso), está constituida por dos ramas: la geología física y la geología histórica.

La geología, del griego geo (tierra) y logos (discurso), está constituida por dos ramas: la geología física y la geología histórica. La primera se encarga del estudio de los componentes de la tierra, como los distintos tipos de rocas y las capas que forman la estructura de la tierra, y los procesos que actúan sobre ellas. Por otro lado, la geología histórica estudia el origen de la tierra y su evolución, desde la teoría del Big-Bang hasta la actualidad.

Aristóteles fue el filósofo más influyente en las ciencias geológicas, y sus explicaciones fueron aceptadas durante varios siglos, a pesar de que no fueron sagaces sino arbitrarias. Por ejemplo, creía que las rocas habían sido creadas bajo la influencia de las estrellas, y que los terremotos se producían cuando el aire entraba con fuerza a la tierra, se calentaba por los fuegos centrales y escapaba de manera explosiva.

El catastrofismo fue una doctrina que influyó con gran fuerza en el pensamiento sobre la dinámica de la tierra durante los siglos XVII y XVIII. Los catastrofistas creían que los paisajes de la tierra habían sido formados inicialmente por grandes catástrofes. A partir de esta doctrina, el arzobispo James Ussher publicó un importante trabajo en el que establecía que la tierra había sido creada en el año 4004 a.C. Esto tuvo aceptación por científicos y religiosos de Europa.

El uniformismo fue establecido a finales del siglo XVII por el médico y terrateniente escocés James Hutton. Esta doctrina, que constituye el pilar de la geología actual, establece que las leyes químicas, físicas y biológicas que actúan hoy, lo hicieron también en el pasado geológico. Esto significa que las fuerzas y procesos que en la actualidad se observan y que dan forma al planeta, actuaron también en el pasado. La aceptación del uniformismo significó la aceptación de una historia muy larga para la Tierra. Aunque la intensidad de de los procesos terrestres varía, estos siguen tardando mucho en crear y destruir los accidentes geográficos del paisaje.

La edad aproximada de la Tierra es de unos 4.500 millones de años. Esto fue posible calcular gracias al descubrimiento de la radiactividad, en 1896. Este método fue utilizado por primera vez en 1905 y se ha ido perfeccionando a lo largo del tiempo.

Siglos antes del descubrimiento de la datación radiométrica se utilizó una escala de tiempo geológico utilizando los principios de la datación relativa. Esta consistía en colocar los acontecimientos en secuencia u orden apropiados sin conocer su edad en años. Esto se hacía aplicando principios como la ley de superposición, que establece que en las capas de rocas sedimentarias o de coladas de lava, la capa más joven se encuentra en la parte superior y la más antigua, en la inferior. Los fósiles, restos, o impresiones de vida prehistórica también fueron esenciales para el desarrollo de la escala del tiempo geológico. Los fósiles son la base del principio de sucesión biótica, que establece que los organismos fósiles se sucedieron unos a otros en un orden definido y determinable, y por tanto, cualquier periodo geológico puede reconocerse por su contenido en fósiles. Una vez establecido, este principio permitió a los geólogos identificar rocas de la misma edad en lugares completamente separados y construir la escala del tiempo geológico.

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