La nada es intrínseca al universo

Juache Beltrán Torben Alexei        Grupo:620

La nada es intrínseca al universo, como también la curiosidad al ser humano. Eso pensaba Cecilia. Ella era una mujer muy inteligente y llevada por su propia incertidumbre sobre el caos perfecto que el universo fue creado. Decía que posiblemente la creación del universo provenía de la exasperación de diversas explosiones e implosiones de la materia.

En una era de postmodernismo, Cecilia aspiraba a forjar un legado trascendental mientras exploraba la ironía de la existencia y el olvido. Se planteaba la pregunta sobre qué representaba el Sol, una cuestión que reflejaba tanto la incertidumbre como la confianza en la ciencia.

Después de años de investigación, descubrió de qué estaba compuesto el Sol. Sin embargo, al final del día, esto se volvía irrelevante en comparación con la verdadera lección que aprendió: "La nada es todo". Esta afirmación, aparentemente ilógica pero esencial, resultó fundamental para comprender cómo funcionan algunas de las cosas en nuestro entorno.

Un día, mientras estaba en su oficina revisando documentos de trabajo, Cecilia avistó una luz brillante en los patios de su universidad. Se aproximó cautelosamente a la fuente de luz, y cuando estaba a tan solo cinco metros de distancia, de repente fue teletransportada a un lugar completamente desconocido.

En un entorno en el que solo podía contemplar las estrellas del universo y tres extraños seres esbeltos de color gris, cada uno con una luz brillante en sus cabezas, Cecilia se encontraba perpleja. Tras observar a estos seres durante unos momentos, uno de ellos se adelantó y se presentó como una especie distinta a los humanos, originaria de otro rincón del universo. Estos seres estaban al tanto de que finalmente un ser humano había logrado descubrir la composición de una estrella, aunque ellos aún no habían alcanzado una tecnología más avanzada que la de los humanos.

Cecilia compartió sus descubrimientos con los seres, quienes estaban agradecidos, se ofrecieron a responder una pregunta que estuviera dentro de su conocimiento y experiencia. A pesar de que podría haber preguntado sobre el origen del universo, eligió indagar en la pregunta que más intriga al ser humano: "¿Qué ocurre después de la muerte?". Sorprendentemente, los seres le proporcionaron una respuesta, y ella regresó a casa satisfecha.

Cuando Cecilia volvió, parecía que solo ella podía percibir esa luz, lo que la llevó a cuestionar si la experiencia había sido real o no. Con esta vivencia, intentó vivir su vida de manera plena y digna, pero, lo que es aún más importante, llegó a comprender que no todas las preguntas tienen respuestas definitivas y aprendió a no temer a lo desconocido, porque en última instancia, lo desconocido es parte esencial de nuestro mundo.

...