Popol Vuh
Enviado por benjaminsg • 26 de Marzo de 2013 • 2.255 Palabras (10 Páginas) • 287 Visitas
Libro de la Comunidad, fue pintado. Lo dice el texto: “Este libro es el primer libro pintado antaño”.
¿El primer libro? ¿Querrá significarse con esto el más importante, algo así como la Biblia? “Pero
su faz está oculta”, sigue el texto. ¿Oculta, por qué? ¿Fue destruido? ¿Fue quemado? ¿Se
consumió en la ciudad de Utatlán, entregada a las llamas, reducida a cenizas por el
Conquistador? “Su faz está oculta al que ve”, añade el texto, lo que mueve a pensar que no está
oculta para el que, sin ver, conserva dicha faz en la memoria y la transmite oralmente.
Originalmente, el Popol-Vuh fue pintura, memoria, palabra, y en esta forma de tradición oral se
conserva hasta mediados del siglo XVI, época en que vuelve a ser escrito, por un indígena,
antiguo sacerdote quizá, en lengua quiché, con caracteres latinos. Este manuscrito, que
constituye el verdadero original del Popol-Vuh, llega a manos de Fr. Francisco Ximénez, cura
párroco de Santo Tomás Chuilá, población guatemalteca llamada actualmente Chichicastenango,
a principios del siglo XVIII. Por eso se conoce el Popol-Vuh con el nombre de “Manuscrito de
Chichicastenango”.
Descubrirlo el Padre Ximénez, varón versadísimo en lenguas indígenas, y entregarse a su
estudio y traducción del quiché al castellano, todo es uno. Pero el perilustre dominico no se
contenta con traducir el Popol-Vuh. Para dar testimonio incuestionable de la autenticidad del texto
y curarse en salud ante las autoridades religiosas, tal similitud hay entre el Génesis indígena y
algunos pasajes de la Biblia, hace algo que la posteridad jamás le pagará bastante: al par de su
versión castellana, en columna paralela, copia del texto quiché, es decir, que no sólo nos lega su
traducción, sino la transcripción del texto indígena.
El Padre Ximénez realiza dos versiones. Una primera literal, que no le satisface, y una segunda,
más cuidada, que incluye en el primer tomo de la “Crónica de la Provincia de Chiapa y
Guatemala”, obra monumental que del archivo de los dominicos pasa en 1854 —con otros
documentos del Padre Ximénez—, a la Biblioteca de la Universidad de San Carlos Borromeo. A
partir de ese momento el libro sagrado de los quichés va a ser traducido a otras lenguas. El Dr.
Carl Scherzer copia el texto en la Biblioteca de la Universidad de Carolina, y traducido al alemán
lo publica en Viena, en 1857, bajo el título de “Las historias del origen de los indios de esta
Provincia de Guatemala”. El abate Carlos Esteban Brasseur de Bourbourg llega a Guatemala,
desde Francia, atraído por la luz de ese manuscrito prodigioso, se afinca en el país, estudia y
profundiza la lengua quiché y traduce el Popol-Vuh al francés, versión que publica en París, en
1891, con el título de “Popol-Vuh, le livre sacre et les mythes de l”antiquité américaine”.
Varias otras traducciones se han hecho desde entonces, y se han publicado algo más de treinta
y dos volúmenes, en todas las lenguas, interés que crece de día en día por tratarse de uno de los
documentos milenarios de la humanidad.
De estas traducciones, citaremos las últimas. La del licenciado J. Antonio Villacorta y el profesor
Flavio Rodas, publicada en Guatemala, en 1927, con el texto quiché fonetizado; la del licenciado
Adrián Recinos, el cual encontró en la Biblioteca de Ewberry, de Chicago, el primer texto del
Padre Ximénez, la traducción más literal, pero no la mejor, dado que el mismo autor la mejoró
enormemente, y fue su segunda versión, ya más dueño del idioma quiché, la que incluyó en su
famosa historia. De ésta, el profesor Georges Raynaud, después de más de cuarenta años de
estudio, toda una vida, realizó su versión francesa ajustada al texto con rigor científico, sin
restarle por ello su primigenia hermosura, su vuelo poético, su frescor vegetal, su hondura
misteriosa. Dos de sus alumnos en la Escuela de Altos Estudios de París, el mexicano J. M.
González de Mendoza y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, vierten al español, bajo la
dirección del propio profesor Raynaud, la traducción del Popol-Vuh, hasta ahora considerada
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como la mejor, y la publican en París, en 1927, con el título de “Los Dioses, los Héroes y los
Hombres de Guatemala Antigua”, de la que después se han hecho varias ediciones, siendo
merecedora de citarse, en primer lugar, la de la Biblioteca del Estudiante Universitario [“El Libro
del Consejo”], en las publicaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Y es la versión del Profesor Georges Raynaud, la de mayor autoridad científica, la que ahora
publicamos, en la traducción al español de González de Mendoza y Miguel Ángel Asturias,
seguros de que por igual ha de interesar al investigador, al sociólogo, al poeta, al escritor, al
artista y al curioso lector que ame los mitos antiguos, y en este caso, el de cómo los dioses
formaron el mundo americano y cómo fue creado el hombre de maíz.
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Aquí comenzaremos la antigua historia llamada Quiché. Aquí escribiremos,
comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo lo que hicieron en la ciudad
Quiché los hombres de las tribus Quiché.
Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba
escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los
Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día [Gran Cerdo del
Alba], Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus
del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase. Rogábase con ellos,
invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora,
Guarda Secreto, Ocultadora, Abuela [que forma parte] de la Pareja [Mágica de Abuelos], Abuelo
de la [misma] Pareja. Así está dicho en la historia Quiché todo lo que ellos dijeron, lo que ellos
hicieron, en el alba de la vida, en el alba de la historia.
Pintaremos [lo que pasó] antes de la Palabra de Dios, antes del Cristianismo: lo
reproduciremos porque no se tiene [ya más] la visión del Libro del Consejo1, la visión del alba2 de
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