Resumen Del Capitulo 2 De Cazadores De Microbios
Enviado por marcelabelen • 24 de Febrero de 2015 • 1.452 Palabras (6 Páginas) • 503 Visitas
C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s
P a u l d e K r u i f
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mosca, ensartando la masa encefálica en la finísima
aguja de su microscopio. Al
mirarla, se quedó asombrado. Examinó cortes transve
rsales de madera de doce
especies diferentes de árboles, y observó el interi
or de semillas de plantas.
«¡Imposible!», exclamó, cuando, por vez primera, co
ntempló !a increíble perfección
de la boca chupadora de una pulga y las patas de un
piojo. Era Leeuwenhoek como un
cachorro que olfatea todo lo que hay a su alrededor
, indiscriminadamente, sin existir
miramiento alguno.
II
Jamás hubo hombre más escéptico que Leeuwenhoek. Mi
raba y remiraba, una y
cien veces, este aguijón de abeja o aquella pata de
piojo; durante meses enteros
dejaba clavadas muestras en la aguja de su extraño
microscopio, y para poder
observar otras cosas se vio precisado a fabricar ci
entos de microscopios. Así podía
volver a examinar los primeros especímenes y confro
ntar cuidadosamente el resultado
de las nuevas observaciones. Sólo hasta estar segur
o de que no había variación
alguna en lo que atisbaba, después de mirarlo y rem
irarlo cientos de veces, sólo
entonces, digo, hacía algún dibujo de sus observaci
ones. Y, aún así, no quedaba del
todo satisfecho y solía decir:
«La gente que por primera vez mira por un microscop
io dice: «Ahora veo una
cosa, luego me parece diferente». Es que el observa
dor más hábil puede equivocarse.
En estas observaciones he empleado más tiempo del q
ue muchos creerían; pero las
realicé con sumo gusto, haciendo caso omiso de quie
nes me preguntaban que para
qué me tomaba tanto trabajo y con qué finalidad. Pe
ro yo no escribo para estas
gentes, sino para los filósofos».
Así, durante veinte años, trabajó en completo aisla
miento. En aquel tiempo, la
segunda mita del siglo XVII, surgían nuevos movimie
ntos en todo el mundo. En
Inglaterra, Francia e Italia, hombres singulares co
menzaban a dudar de aquello que
hasta entonces era considerado como verdad. «Ya no
nos callamos porque Aristóteles
afirme tal cosa o el Papa tal otra», decían estos r
ebeldes. «Sólo nos fiaremos de
nuestras propias observaciones mil veces repetidas,
y de los pesos exactos de
nuestras balanzas. Únicamente nos atendremos al res
ultado de nuestros
experimentos, y nada más». Y en Inglaterra unos cua
ntos de estos revolucionarios
formaron una sociedad llamada
The Invisible College;
que tuvo que ser invisible,
porque si Cromwell se hubiera enterado de los extra
ños asuntos que pretendían
dilucidar, los habría ahorcado por conspiradores y
herejes. ¡Y hay que ver a qué
experimentos llegaron aquellos investigadores tan e
scépticos! La sabiduría de aquel
tiempo afirmaba que si se ponía una araña dentro de
un círculo hecho con polvo de
cuerno de unicornio, aquélla no podría salir de él.
Y ¿qué hicieron los miembros del
Invisible
College? Uno de ellos aportó lo que se suponía ser
polvo de cuerno de
unicornio, y otro llegó con una pequeña araña. La S
ociedad entera se arremolinó bajo
la luz de grandes candelabros, y en medio de un gra
n silencio empezó el experimento
con el siguiente resultado:
«Se hizo un cerco con polvo de cuerno de unicornio,
colocando una araña en el
centro, pero inmediatamente la araña salió corriend
o fuera del círculo». ¡Qué
elemental!, pensaríamos hoy. ¡Naturalmente! Pero re
cordamos que entre los
miembros de aquella sociedad se encontraba Roberto
Boyle, fundador de la química
científica, y también Isaac Newton. Así era el
Invisible College,
y al ascender Carlos II
al trono, el
College
salió de la clandestinidad, alcanzando la dignidad
de Real Sociedad
de Inglaterra. Sus miembros fueron el primer audito
rio de Leeuwenhoek! En Delft,
había un hombre que no se reía de Antonio van Leeuw
enhoek: era Regnier de Graaf,
a quien la Real Sociedad nombrara miembro correspon
diente por haberla informado
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sobre sus estudios del ovario humano. Aunque ya en
ese entonces Leeuwenhoek era
muy huraño y desconfiado, permitió a Graaf que mira
se por aquellos diminutas lentes,
únicas en toda Europa. Después de mirar por ellas,
Graaf se sintió avergonzado de su
propia fama y se apresuró a escribir a sus colegas
de la Real Sociedad:
«Hagan ustedes que Antonio van Leeuwenhoek les escr
iba sobre sus
descubrimientos.
Con toda la ingenua familiaridad dé un campechano q
ue no se hace cargo de la
profunda sabiduría de los filósofos a quienes se di
rige, Leeuwenhoek contestó al ruego
de la Real Sociedad. Fue una misiva larga, escrita
en holandés vulgar, con digresiones
sobre cuanto existe bajo las estrellas. La carta ib
a encabezada así: «Exposición de
algunas de las observaciones, hechas con un microsc
opio ideado por Míster
Leeuwenhoek, referente a las materias que se encuen
tran en la piel, en la carne, etc.;
al
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