Sociologia Politica
Enviado por dperea • 28 de Noviembre de 2013 • 611 Palabras (3 Páginas) • 281 Visitas
Tras el anuncio oficialmente confirmado por Juan Manuel Santos, de que el gobierno adelanta conversaciones con las Farc para poner fin a medio siglo de conflicto armado es la noticia más importante en Colombia en una década. Más allá del resultado de esas negociaciones, nada en este país y en esta presidencia volverá a ser igual. Para Colombia, que por primera vez en diez años vuelve a ilusionarse con la paz, representa la que es, probablemente, la última oportunidad de solución negociada a un desangre fratricida que lleva 50 años. Y para el presidente es, sin exageración, no solo la apuesta de su presidencia sino de su carrera. De ese calibre es lo que está en juego.
Aunque precedido por unos días de insistentes rumores, el anuncio cayó, comprensiblemente, como una bomba. Obviamente da un vuelco a la situación, a la agenda y a las expectativas nacionales y hará que los dos últimos años de este periodo presidencial sean radicalmente distintos de los dos primeros. Una negociación como la que se ve venir es, en todos los sentidos, un game changer, un elemento que da una patada a la mesa y cambia la partida.
Empezando por su efecto inicial: con excepción del ex presidente Álvaro Uribe, que tildó la negociación de “albur con el terrorismo” y del procurador y algunos otros que han manifestado “escepticismo”, la inmensa mayoría de un país incrédulo ante toda posibilidad de solución a la guerra que lleva 50 años desangrándolo e incrédulo frente una guerrilla con la que se ha intentado en vano negociar en el pasado, recibió la noticia con optimismo y esperanza. El ambiente, muy adverso durante años a oír siquiera la palabra paz, es otro.
Aún más contundente fue la reacción internacional: de la ONU a la OEA y de Rafael Correa al Departamento de Estado, todos saludaron el anuncio como la noticia más positiva proveniente de Colombia en mucho tiempo. La popularidad del presidente Santos, que venía cayendo, repuntó. Revivieron las comisiones de paz del Congreso y muchos, de los indígenas a la ONU a la Marcha Patriótica, están ‘pidiendo pista’. Hasta el ELN apareció con una entrevista de su comandante Gabino en la que propuso sumarse al proceso, a lo que Santos abrió la puerta en su alocución.
Hay cautela y prevenciones. El fantasma del Caguan aún debe ser exorcizado de la conciencia colectiva. La desconfianza de los sectores urbanos frente a las Farc es inmensa. Pero el hielo se rompió: una amplia mayoría de los colombianos, en la élite, la política, y la calle, mira con buenos ojos esta negociación incipiente (un elemento decisivo, pues adelantarla con una opinión pública adversa sería imposible). Y hay razones, de fondo y de coyuntura para creer que el optimismo, en esta ocasión, tiene fundamento. Para empezar, pese a que llegar a un acuerdo definitivo es un camino plagado de riesgos y a que la historia de las negociaciones con las Farc es una sucesión
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