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Una tragedia Griega


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2011  •  Informe  •  666 Palabras (3 Páginas)  •  850 Visitas

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UNA TRAGEDIA GRIEGA

María Isabel Rueda

Ese policía, al que hoy se considera un asesino, sí mostró compasión por el que creía atracador.

En las tragedias griegas, los hombres están condenados a cumplir con un destino inmodificable. Y en eso consiste la tragedia: en que su víctima se da cuenta de que su sino se tenía que cumplir.

Edipo tenía que terminar matando a su padre y desposando a su madre. Antígona, enterrando a su hermano. Medea, por celos, matando a sus hijos. Pues algo así es lo que creo que les pasó al policía y al grafitero. Parece como si encontrarse esa noche, en esa esquina, hubiera estado escrito.

Una patrulla de policía es enviada en persecución de una banda compuesta por tres jóvenes y una mujer que acaba de atracar en un bus. Uno de los dos patrulleros se tropieza a la vuelta de la esquina con tres jóvenes y una mujer que van en grupo y que al verlo, comienzan a correr despavoridos. El policía sabe que la banda es peligrosa: el ciudadano que llamó al 123 dijo que iban armados con un revólver y cuchillos. En medio de las sombras de la noche, el patrullero cree ver el brazo de uno de los jóvenes empuñando un arma. Y dispara para defender su vida.

Para empeorar la confusión, las versiones dadas en caliente por el chofer y algunos pasajeros del bus identifican al grafitero como el autor del atraco. ¡Dios! ¿Acaso no es suficiente la pena de una madre que entierra a su hijo, para que además tenga que montar la defensa de su honra sobre el ataúd?

Por eso resulta hasta entendible que, en medio del aterrador pronóstico de que aquí pudo haber ocurrido una fatal casualidad, nadie se haya tomado el trabajo de mostrar un poquito de compasión por el patrullero.

Averigüé que también es un jovencito, tiene escasos 24 años. Huérfano de padre desde los 4. Viene de Bucaramanga, del seno de una familia muy humilde, como es usual en un policía. Ni pensar que podrá pagar los 30 millones de pesos que ya le cobró por su defensa un abogado. Tendrá que conformarse con el que de oficio le designe la oficialidad.

Ese policía, al que hoy la sociedad considera un asesino, sí mostró compasión por quien creía que era el atracador que instantes antes había intentado matarlo: lo recogió y lo llevó a un hospital, donde el joven grafitero falleció.

Unos días después, la Fiscalía salió a confirmar que las pruebas forenses indicaban que el grafitero jamás disparó un arma de fuego. Más indignación ciudadana. En estricto sentido probatorio, eso no demuestra que no la tuvo en sus manos, sino que no la accionó. Algo que esta Fiscal habría debido guardar en reserva hasta no conocer la versión del patrullero. Pero esta heroína de la justicia es proclive a cometer errores semejantes en aras del show mediático.

Yo, a riesgo de estar equivocada, también tiendo a tener la íntima convicción de que el joven grafitero era

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