Dos fines de la pedagogía

El Fin individual.

La educación se propone llevar al hombre a su máxima plenitud. En este sentido tiene un fin individual, personal, para el hombre apartado de la sociedad, este tipo es la idea.

El fin individualista de la educación reconoce el valor del individuo como fin supremo. Ahora bien, este individuo es un ser singular, que es necesario conocer en todas sus partes, aquí se coloca la psicología en general y la infantil como base de la educación. Según estas, no solo hay diferencias psicológicas entre individuos, sino también de una edad a otra.

        La educación aspira al máximo desarrollo del ser humano, es decir, a convertir al individuo en persona. La filosofía moderna establece una distinción entre persona e individuo. El individuo es el ser empírico, con naturaleza psicofísica, sus egoísmos, sus pasiones, sus hábitos, mientras que la persona es el individuo espiritual, es decir, el que se somete a las leyes del pensar y querer, que tiene conciencia y aspira a mayor objetividad. La educación trata de convertir al individuo en persona, aunque sin suprimir la parte individual, diferencial de esta para su vida.

El fin individual de la educación lo expresan en forma de centralizar el sistema educativo hacia una uniformidad, fijándose en el desarrollo individual más complejo, y este debe ser valorado por su éxito en el grado máximo de excelencia individual.

        Prescindiendo de este individualismo exagerado, es evidente que la educación tiene que atender en primer lugar a las condicione del alumno individual, que debe conocerlo en su íntima peculiaridad y partir de ahí para llevarle a su máximo desarrollo; pero esto siempre dentro de la comunidad de que forma parte: familia, escuela, pueblo, y que constituye un factor imprescindible de su educación. El fin individual no sólo excluye el fin social, sino que lo necesita para llevarlo a cabo.

El Fin Vital.

Si la educación se refiere inmediatamente al individuo, la vida de éste tiene que ser lo más importante para el educador. La educación, en efecto, se dirige a la vida total del ser juvenil y trata de encaminarla, acrecentarla o facilitarla en todas sus manifestaciones.

La educación vital comprende tanto el aspecto biológico como el espiritual de la vida. Atiende en primer lugar al aspecto más elemental y originario de ésta, al desarrollo físico, a la salud corporal, a las actividades sensoriales, a los apetitos e impulsos, que constituyen el sustrato o fundamento del desarrollo vital. Pero tan importante como ése son el aspecto intelectual, el estético y el moral de la vida.

La vida no es sólo la vida individual, es también la vida humana social, constituída por las vidas de todos los hombres y que trata de facilitar también la educación. En este sentido, la educación aspira a hacer vivir esa vida, trata de poner al ser juvenil en contacto con ella.

La vida no nos es dada ya hecha, sino que cada uno tiene que hacérsela él mismo, tiene que formarse conforme a un plan o proyecto que se está continuamente rehaciendo según las circunstancias en que se halla. La educación trata de facilitar la realización del plan y proyecto vital del ser a educar mediante los estímulos del educador y los recursos del mundo en torno. Pero el educador no impone sus planes o ideales propios, pues la educación no puede sustituir con nada la propia vida del ser juvenil. Su misión consiste en facilitar la formación o desarrollo de este.

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