Mi infancia, mi vida

A corazón abierto a lo que fue y será mi infancia, mi vida

Cada vez que miro atrás hacia mi pasado siempre me inunda el mismo pensamiento: ¿Qué fue de mi infancia? Y si, más allá de juguetes esparcidos por el salón o desmesuradas risas abordan la cuestión. ¿Qué fue de esos momentos en los que vivíamos sin importarnos cómo éramos? ¿A dónde ha ido a parar la felicidad de vivir cada momento al máximo?

Ese soplo de ligero viento en las mejillas, esos abrazos que se sentían como el vuelo de un pájaro y esa confianza plena en resto, todo aquello se ha esfumado.

Aquellas tardes de verano en la playa, con el sol a medio caer y un cielo despejado como aquellos pensamientos de antes, disfrutando con los castillos de arena sin importarnos la hora, el día o la situación. Es realmente todo lo que añoro y extraño del pasado. Es en su más extensa mayoría todo lo que realmente me gustaría volver a vivir.

Pero todo aquello es lo que la vida ha decidido dejar atrás, como un reloj de arena que conserva cada granito para el más oportuno momento, y que por más que lo intentes mover no se detiene. Eso es lo que la gente llama “infancia”, la cual ha desaparecido como la brisa, como una bocanada de aire en el más rápido instante.

Son las riendas de tu vida las que son incontrolables con el tiempo, y cuanto menos quiero crecer inevitablemente más lo hago. Es todo aquello lo que he recibido con los brazos abiertos, pues no hay otra opción.

Todas esas amistades que juramos no quebrantar, y la ola de la vida se las llevó consigo, haciéndolas caer en el saco penumbroso del olvido. Ojalá que todo lo que ahora vivo como una simple persona más en el mundo no caiga también, ni que estos momentos sean derrumbados por esa misma ola que todo lo hace desvanecer.

Una notoria actitud de la infancia que inexplicablemente cayó en el desvanecimiento fue la falta de egoísmo para dar sin recibir, para dar tus alas al que no las tenía o para abrir tu corazón para el que simplemente necesitaba amar. Es lo que reclamo obtener de nuevo, pues hace una falta incalculable en lo que somos.

Al fin y al cabo, y en cuanto menos lo esperas, creces. La infancia se posa sobre tu hombro, cómo una mariposa, y empieza a aletear sus alas. A todos nos ocurre o nos va a ocurrir, mas este es siempre un ciclo sin fin. Nacemos, crecemos y morimos. La vida da pasos agigantados que son incapaces de frenar. Por ello yo canto al viento y digo: “Vive el momento, pues no sabes cuándo llegará tu hora. Disfruta de lo que eres y mantén tu ayuda y tu corazón abierto al que necesite entrar. Escoge tu camino con sabiduría, pues tu vida dependerá de ello. No importa lo que te quede de vida, disfruta, ríe, sé feliz y lo más importante, sé tu mismo”.  Por todo lo que está por llegar, vive.

...