No juegues con los caramelos
Enviado por Ana04013001 • 2 de Noviembre de 2023 • Apuntes • 978 Palabras (4 Páginas) • 96 Visitas
No juegues con los caramelos
«Tras el último incidente en un pueblo un tanto aislado, ubicado al sur de la península, la gente ha decidido salir a la calle, solo, cuando la luz del sol los cubra. Según la policía, el autor de los crímenes deja como pista un caramelo sobre la frente de sus víctimas, uno por cada hogar que visita. El alcalde, ruega que dejen puertas y ventanas cerradas para su protección». Fran arrugó el periódico con escepticismo.
—Menuda tontería — Fran se levantó y terminó lo que quedaba de su plato, luego los dejó en el fregadero.
Intentaba pensar con la mente abierta, pero él vivía con su hija, Sofía, una niña rubia de once años, a la que no perdería porque hubiese un psicópata jugando a ser el ratoncito Pérez.
—¡Mira, papá! —exclamó Sofía, sonriendo—. Con este jersey rosa queda mejor.
Fran puso los ojos en blanco.
—Te he dicho que ese collar está roto; podrías cortarte con algún cristal si no dejas de jugar con él —dijo, con los brazos en jarras—. Quiero que lo tires antes de irte a la cama, ¿queda claro? —preguntó, con un tono más dulce.
Sofía frunció el ceño, parecía molesta por la opinión de su padre.
—¡No lo voy a tirar! —gritó, enfurruñada—. ¡Es mío, yo lo encontré! —dio un golpe en la mesa y salió corriendo hacia su cuarto.
Fran se pasó las manos por el pelo, cerró los ojos y ahogó el silencio escuchando como las pequeñas gotas empezaban a repiquetear en la ventana, aumentando su intensidad, cada vez más veloces. Un golpe seco hizo retumbar el techo. A Fran se le estremeció cada célula de su cuerpo, abrió los ojos y salió disparado de la cocina hacia la escalera. Toda la casa temblaba.
—¡Sofía!
Su voz era un conjunto de angustia y miedo. Miedo a perderla. A que le pasara algo a su niña. Se agarró a la barandilla metálica y con la mano derecha empujó contra la pared para no caer rodando, no era un terremoto, aunque lo pareciese. La luz titilaba con fiereza, entumeciendo más aun el cuerpo de Fran mientras subía los últimos escalones. Recorrió el pasillo casi en penumbras, guiándose con el leve brillo que entraba por la ventana. Llegó hasta la habitación y su hija no estaba allí. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Si no estaba allí, ¿dónde podría estar? La había visto subir. La tormenta que se concentraba fuera le hacía competencia a su ritmo cardiaco, se precipitaba un relámpago y su corazón ya saltaba por el creciente nerviosismo.
—¡Sofía! —repitió, más fuerte.
La lámpara cayó estrepitosamente contra el suelo haciéndose añicos delante de sus ojos. La sensación de que algo no iba bien palpitaba frente a él en un aviso de supervivencia. Pegado a la pared más cercana, miró arriba y un cuerpo solido se dejó caer con expectación. Su piel vibró. Aquel cuerpo no era de un adulto. No sabía de donde había salido, pero estaba asustado, su miedo iba más rápido que su cabeza. El cuerpo salió de entre las sombras y el corazón de Fran se detuvo unos segundos. La silueta de Sofía estaba frente a él, aunque no parecía del todo su dulce niña. Su pelo rubio se había oscurecido, su trenza que abajo había estado atada con un lazo de rayas ahora estaba suelta, justo por encima del collar cristalino de piruleta que no había tirado.
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