EL PERRO Y LA LIEBRE
Enviado por Black Eagle jh • 27 de Noviembre de 2015 • Tarea • 1.718 Palabras (7 Páginas) • 1.218 Visitas
EL PERRO Y LA LIEBRE
ROTRAUT SUSANNE BERNER (by Editorial Juventud)
Narrador Narrador Narrador (invitación a los coros) Narrador (invitación a los coros) Lucas Liebre Madre Liebre Madre Liebre Pablo Perro Madre Perro Lucas Liebre Padre Liebre Pablo Perro Padre Perro Lucas Liebre Tía Liebre Tía Liebre Pablo Perro Abuelo Perro Abuelo Perro Lucas Liebre Pablo Perro Pablo Perro Narrador Narrador Narrador Carlos Cuervo Gilda Gallina Carlos Cuervo Narrador Corredores Narrador Laura Lechuza Laura Lechuza Pablo Perro Lucas Liebre Enrique Erizo Enrique Erizo Lina Lagartija Laura Lechuza Laura Lechuza Narrador Lucas Liebre Narrador Lucas Liebre Pablo Perro Lucas Liebre Narrador Lucas Liebre Narrador Tía Liebre Narrador Madre Perro Pablo Perro Narrador Pablo Perro Lucas Liebre Lucas Liebre Pablo Perro Narrador Narrador Lucas Liebre Pablo Perro Camilo Cerdo Narrador César Cerdo Carlos Cuervo Narrador Ramón Ratón Pablo y Lucas Carlos Cuervo Narrador Narradir Narrador Pablo y Lucas | Esta es la historia de Lucas Liebre y Pablo Perro. Viven en Villa Abejón, a orillas del río Abejón, un pueblecito rodeado de montañas y prados. Lucas y Pablo se ven todos los días en la escuela. A los dos les gustan las mismas cosas, pero no se hablan nunca. La familia Liebre y la familia Perro no se pueden ni ver. En Villa Abejón existe una tradición muy antigua: todos los lunes, miércoles y viernes, los perros se reúnen delante de la casa de la familia Liebre para cantar canciones de burla: “Queremos comer, comer, comer, una liebre, dos o tres…” O bien: “Una liebre se balanceaba, sobre la tela de una araña…”, y así durante toda la tarde, hasta que se hace de noche. Y existe otra tradición igual de antigua: las liebres se reúnen todos los martes, jueves y sábados delante de la puerta del jardín de la familia Perro para tomar la revancha: “Perro labrador, poco mordedor, pero si no muerde, mucho mejor…” O bien: “Muerto el perro, se acabó la rabia…”, y así hasta la hora de cenar. A excepción del domingo, Ese día reina la tranquilidad. Y hoy es domingo, y muy caluroso, por cierto. -¿Por qué no puedo ir a la Pradera de las Liebres? -pregunta Lucas. -Porque es muy peligroso –responde su madre-. Seguro que también irán los perros, y ya sabes lo que dicen: los últimos siempre serán los primeros… en ser mordidos por los perros. Será mejor que te quedes a jugar con tu hermanito Adri. -Todo el mundo se reunirá esta tarde en la carpa. ¿Por qué tengo que quedarme en casa? –pregunta Pablo-. -Porque no queremos tener nada que ver con esa chusma de la familia Liebre. Será mejor que te ocupes de tu hermanita Catalina. - ¡Pero hay un premio y todo! –dice Lucas-. ¡Son como los perros! -Te estás ganando un buen regaño! -dice el padre-. Y no olvides esto: a reunión de perros, liebre … muerta. -¡Pero yo también quiero participar en la carrera! – dice Pablo. -Lo que nos faltaba –dice el padre-. Ir a correr precisamente con esas liebres que todo el mundo sabe cómo corren. -¿Pero has conocido bien a algún perro? –pregunta Lucas. -¡Dios me libre! –dice su tía-. - Dicen que el padre de tu tatarabuelo conoció a uno una vez. Pero ya se sabe que visto uno, vistos todos: ¡el muerto al pozo y el vivo al gozo! -¿Pero por qué estamos peleados con las liebres? -pregunta Pablo. -Es una larga historia –suspira el abuelo-. -Nadie sabe exactamente cómo empezó todo. Pero eso da igual, ¡las liebres lo echan a perder todo roe y roe y tienen una barbaridad de hijos! ¡Donde uno menos se lo espera, salta la liebre! “¡Que aburrimiento! ¡Bonito día de perros! –piensa Lucas-. No hay nadie con quien jugar en muchísimos metros a la redonda. Todos están en la Pradera de las Liebres. Soy el único que se ha quedado aquí tirado. “Se me va a poner cara de roedor de puro aburrimiento”. Piensa Pablo, tumbado en su cama. “¿Voy a dejar que me llamen liebre miedosa? ¡Pies para qué los quiero!” Así pues, a escondidillas, ocho patas se escapan sigilosamente: saltan de la ventana a los arbustos, trepan por la reja y salen corriendo atravesando el campo, llegan a la carretera y de ahí se dirigen al centro. En la Pradera de las Liebres hay una gran expectación. Los participantes ya se han colocado ordenadamente en la línea de salida. Solo faltan tres minutos para la hora de inicio, cuando Pablo y Lucas llegan a la línea de salida, casi sin respiración. -¡A buenas horas! –grita Carlos Cuervo, y coloca a Lucas el dorsal con el número diez-. ¡A tu sitio, rápido! -¡Siempre en el último momento –se queja Gilda Gallina, mientras ayuda a Pablo a ponerse el número nueve-.¡Vamos, ponte entre Gabi y Lucas! -¡Preparados, listos, fuera! Carlos Cuervo da la señal de salida. Y ahí van todos corriendo: Lucas Liebre y Pablo Perro, Gabi Gata y Víctor Venado, Jorge Jabalí y Cati Cabra, Mario Mapache y Zoe Zorra, Tito Tejón y Olivia Oveja. La pradera entera retumba bajo sus pies, y el público grita entusiasmado. “¡Señoras y señores, la gran carrera de la Pradera de las Liebres acaba de empezar!” Laura Lechuza, locutora de Radio Abejón, controla todo lo que pasa desde lo alto. “Señoras y señores, desde aquí puedo ver como Pablo y Lucas van a la cabeza, seguidos muy de cerca por Tito Tejón y Jorge Jabalí. Estamos preocupados por el tiempo. ¡Esperemos que esta sensacional carrera finalice antes del temporal! Más adelante se pondrá en contacto con nosotros nuestro reportero Enrique Erizo, que se ha desplazado para seguir con la retransmisión sobre el terreno”. Mientras tanto, Pablo y Lucas llevan ya una gran ventaja. -¡Voy a hacerte picadillo de liebre, conejito de pascua! -jadea Pablo, e intenta cortarle el camino a Lucas. -¡Vas a ver lo que es bueno! ¿Adónde crees que vas con esas patas tan flacas, perro cobarde? –grita Lucas, e intenta adelantar a Pablo. “¡Sensacional, sensacional! –El reportero Enrique Erizo va retransmitiendo cada etapa-. ¡En estos instantes pasan frente a mi Pablo Perro y Lucas Liebre a una velocidad asombrosa, seguidos muy de cerca por el número tres! Mi compañera Lina Lagartija me comunica que la temperatura es de 35 grados a la sombra. Ya están cayendo las primeras gotas de lluvia. Y con esta información de última hora devolvemos la conexión a la Pradera de las Liebres.” -¿Por qué no ha participado en la carrera? –pregunta Lina. -Bueno… -suspira Enrique-, hace algunos años me descalificaron. Pero esa es otra historia. “Señoras y señores -anuncia Laura Lechuza, aferrándose a su silla elevada azotada por el viento-, sentimos mucho anunciar que la carrera queda suspendida debido al temporal. Y ahora pongan atención a un importante comunicado.” “El señor César Cerdo ha perdido a su hijita Camila. Si tienen alguna información al respecto, diríjanse a cualquier punto de control para facilitar su búsqueda. Y si alguien localiza a la niña, se ruega que la acompañe inmediatamente a la carpa del Prado de las Liebres, donde la está esperando su padre.” Pero Pablo y Lucas no se enteran de nada de esto. Mojados hasta los huesos, corren y corren sin parar. Solo cuando un rayo cae muy cerca de ellos, Lucas grita: -¡Quieto, Pablo! ¡Esto es muy peligroso! ¡No podemos seguir corriendo! Pero Pablo sigue corre y corre. No se detiene hasta que alcanza un árbol en medio de la explanada. -¡Pabloooo! –grita Lucas-. ¡Ven aquí enseguida! ¡El rayo puede caer sobre el árbol, no puedes refugiarte ahí! ¡Yo sé muy bien lo que hay que hacer cuando hay tormenta¡ ¡Ven aquí! ¡Vente! -¡Mamá! -llora Pablo-. ¡Mamá, socorro! ¡Tenía que haberte hecho caso! ¡Tengo mucho miedo! ¡Qué vida más perra! -No tengas miedo, Pablo –le consuela Lucas-, en este agujero no nos puede pasar nada, y seguro que la tormenta parara pronto. Lucas tiene razón: la tormenta no tarda mucho en quitarse. Todo está oscuro y silencioso. -¿Dónde estamos exactamente? –pregunta Lucas. En estos momentos, Radio Abejorro retransmite la noticia de que Pablo Perro, Lucas Liebre y Camila Cerdo se han perdido. -¡Dios mío, dios mío! –grita la tía-. ¡Pobrecito Lucas, pero si se pierde en cualquier sitio! ¡Y sin cenar ni nada! En las noticias de la noche se pide a todos los habitantes de Villa Abejón que colaboren en la búsqueda y se presenten en la carpa. -¡Madre mía, madre mía, pobrecito mío! –se lamenta la madre-. ¡Con el miedo que le dan las tormentas a Pablo! ¡Ay que se va a resfriar! -No tengas miedo, Lucas, ¡anímate! –lo consuela Pablo-. Sé muy bien lo que hay que hacer cuando uno se ha perdido. Solo tienes que mantenerte pegado a mí, ya verás cómo pronto encontraremos el camino. Pablo tiene razón. De repente, la gran carretera aparece delante de ellos. -¡Aquella es la casa de Tito Tejón! –grita Pablo. -¡Si giramos a la izquierda llegaremos al puente sobre el río Abejón! -Psst - susurra Lucas-. ¿No oyes nada? -Hay alguien sentado bajo aquel abedul, en medio del agua - grita Lucas Liebre. -¡Pero si es Camila cerdo! ¡El río Abejón se ha desbordado y ha cubierto de agua todo el prado! -grita Pablo. Y sin pensárselo dos veces, los dos se quitan los zapatos y se lanzan al agua. Juntos rescatan a Camila, y hechos una sopa, muertos de frío, cansados y hambrientos, llegan hasta la carretera. -¡Qué hambre tengo! –dice Lucas-. ¡Mi reino por un pastel de hierba conejera! -Y además hace un frío de perros -dice Pablo-. Tengo los pelos de punta. -¡Quiero ir con mi papá! -dice Camila, y se ponen en camino a toda velocidad. El camino hasta la Pradera de las Liebres lo recorren en menos de diez minutos, y cuando Pablo, Lucas y Camila entran en la carpa, todos estallan en un grito de júbilo. Pero el más feliz es César Cerdo, que abraza a la pequeña Camila, y todos opinan que Pablo y Lucas se merecen una buena recompensa. “La comisión de Festejos ha decidido -anuncia Carlos Cuervo- ¡que Pablo y Lucas han ganado conjuntamente el gran regalo sorpresa de la carrera de este año! Carlos trae con sumo cuidado una gran caja. Ramón Ratón les entrega el ramo de flores. En la carpa todo el mundo está en silencio mientras Pablo y Lucas abren juntos la tapa y descubren el misterio: ¡Un par de patines! ¡Un par de flamantes, ajustables, amarillos y maravillosos patines! Un patín para Lucas. Y un patín para Pablo. Desde entonces, hay una nueva tradición en Villa Abejón: todos los lunes, miércoles y viernes, Lucas Liebre patina arriba y abajo con los patines flamantes, ajustables, amarillos y maravillosos delante de su casa, hasta que se hace de noche. Y otra tradición igual de nueva: todos los martes, jueves y sábados, Pablo corre los flamantes, ajustables, amarillos y maravillosos patines por el camino de delante de su casa, hasta la hora de cenar. A excepción del domingo. Ese día descansan. O bien salen a patinar los dos juntos: Pablo Perro y Lucas Liebre. |
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