El Afilado Cuchillo del Egoísmo en el cuello de los pobres
Enviado por JuanesMontalvo • 16 de Septiembre de 2021 • Ensayo • 1.329 Palabras (6 Páginas) • 99 Visitas
EL AFILADO CUCHILLO DEL EGOÍSMO EN EL CUELLO DE LOS POBRES
Por: Juan Esteban Montalvo Palma
En el capítulo segundo del libro “¿Dónde está la franja amarilla?” William Ospina argumenta que una de las causas de los graves problemas que ha vivido Colombia son sus dirigentes, pues sostiene que “quienes se dicen representantes de la voluntad nacional son para las grandes mayorías de la población personas indignas de confianza, meros negociantes, vividores que no se identifican con el país y que no buscan su grandeza” (1997, pág. 50). Y luego de mostrar cómo esta clase dirigente no está dispuesta a renunciar a sus privilegios para permitir la construcción de un Proyecto Nacional incluyente y democrático en el que todas las personas tengan la oportunidad de vivir dignamente en este territorio, hace la siguiente afirmación: “¿Con qué derecho podrán protestar cuando les llegue el turno de ser expropiados, en la hora inmisericorde de los resentidos y de sus machetes? Mi humilde opinión, pero hay quienes aseguran que no es así, es que esa hora espantosa está más cerca de lo que muchos se imaginan, y que, como diría Shakespeare, el egoísmo está afilando un cuchillo destinado a su propio cuello.” (pág. 93). William Ospina escribió su libro en 1997 y, luego de tantos años yo me hago varias preguntas: ¿se cumplió esta “profecía” de Ospina?, ¿se han terminado los privilegios de la clase dirigente de Colombia?, ¿se ha logrado construir un Proyecto Nacional incluyente y democrático en el que todos los colombianos puedan vivir dignamente en este territorio?
Yo sostengo que, después de 23 años del escrito de Ospina, no sólo la realidad contradice su “profecía”, sino que estamos aún muy lejos de un Proyecto Nacional integrador y democrático, que tenemos una dirigencia cada vez más afianzada en sus privilegios y una población cada vez más lejos de ver cumplidos sus derechos fundamentales.
Para demostrar lo anterior, quiero recurrir al mismo William Ospina y a su metodología de probar sus tesis con argumentos históricos. En un artículo publicado en el diario “El Espectador” en diciembre del año pasado titulado “Hablando con el fuego”, Ospina hace un balance de estos últimos años. Muestra cómo Andrés Pastrana, presidente de Colombia entre 1998 y 2002, no sólo frustró un proceso de paz incluyente para las regiones y poblaciones más apartadas de Colombia, sino que “el presidente viajó a Washington con el borrador del Plan Marshall redactado en español por los colombianos y volvió al país con un Plan Colombia redactado en inglés por los Estados Unidos.” (2019). En otras palabras, regresó con más de lo mismo: más violencia y más guerra. Esto reafirma la tesis que el mismo Ospina sostenía en su libro “¿Dónde está la franja amarilla?”: el hecho de que nuestra dirigencia ha sido indigna, pues ha sacrificado los intereses nacionales en aras de los intereses extranjeros, especialmente de los intereses de Estados Unidos. El resultado de lo anterior fue un retroceso a las épocas más duras de la violencia: “Una negociación entre dos bandos cada vez más recelosos vio arreciar la criminalidad de la guerrilla y de los paramilitares. El mapa del territorio se volvió a puntuar de masacres como en los años 50, proliferaban el secuestro y los retenes extorsivos, bandas de asesinos vendían seguridad en pueblos y ciudades bajo la amenaza de una guerrilla que hacía intransitables las carreteras e inaccesibles los campos…”. Para remediar esta situación, Colombia eligió a Álvaro Uribe Vélez, un presidente que llegó al poder (y se mantuvo en él ocho años gracias a la alteración de un “articulito” de la Constitución con votos de congresistas corruptos) por su promesa de acabar con la guerrilla. Si bien las redujo en cantidad de combatientes, e hizo un proceso de paz con los paramilitares, en sus dos periodos consecutivos de gobierno las condiciones de la población colombiana no mejoraron, sino que empeoraron: “Los cientos de miles de jóvenes sin educación y sin oportunidades, que tienen que venderse al crimen, y que son el principal instrumento de la violencia, no fueron tenidos en cuenta.” (Ospina, 2019). Y si bien su sucesor Juan Manuel Santos (quien también duró ocho años en el poder) realizó un proceso de paz con la guerrilla de las FARC, “todos los otros males de Colombia siguen hirviendo en el caldero y no dan más espera. Un país sin alternativas para los campesinos abandonó al pequeño productor en manos de las mafias. La falta de una economía formal y de empleo para las mayorías dejó al país en manos de la droga. Una economía mafiosa contagió del estilo de los carteles a la política, a la justicia, a la salud, al comercio, al manejo de los recursos y al manejo del territorio.” (Ospina, 2019). Para completar este panorama histórico, en el 2018 Uribe Vélez y la derecha de los privilegios recuperaron la presidencia en la persona de Iván Duque. Desde el inicio de su gobierno hasta ahora, en una gran ingenuidad, Duque finge que “Colombia es un país sin conflictos, que para gobernarlo basta obedecer a los organismos internacionales, complacer a los poderes locales y tratar a las fuerzas populares como masas indisciplinadas.” (Ospina, 2019). Por eso el país de los excluidos se lanzó a la calle en una protesta constante bautizada con el nombre de Paro Nacional.
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