Ensayo sobre “Boquitas pintadas” Manuel Puig
Enviado por Cindi Distel • 9 de Diciembre de 2015 • Ensayo • 816 Palabras (4 Páginas) • 4.912 Visitas
Lengua y literatura
Profesora: Analía Maier
Alumna: Cindi Santillán
Curso 6° I CC Ensayo sobre “Boquitas pintadas” Manuel Puig.
“Las mujeres y El Don Juan”
Esta es la segunda novela de Manuel Puig, editada en 1969, que se centra en la historia de Juan Carlos Etchepare, un personaje donjuanesco y tuberculoso que despliega múltiples amoríos en la ciudad de Coronel Vallejos, provincia de Buenos Aires. Es allí donde se relaciona tanto con Nene, como con Mabel y la viuda Elsa Di Cario.
Boquitas pintadas cuenta la historia de varias mujeres de Coronel Vallejos, que están enamoradas, son amantes, o parte de la familia del galán del pueblo, Juan Carlos Etchepare. Juan Carlos, un joven mujeriego, no es un verdadero Don Juan. En la tradición hispánica el “Don Juan” es un hombre fuerte, dominador, que desafía el orden patriarcal de la familia, seduce y abandona a las jóvenes y se burla de los padres. Juan Carlos, por el contrario, es un hombre débil y solo puede parecerlo cuando se van a gloria de sus aventuras eróticas y le da consejos a su amigo Pancho. Pero… ¿Por qué catalogar al hombre “Don Juan” como un hombre que solo le interesa la posesión sexual?
En la novela prevalece el punto de vista y la psicología de las mujeres. Son ellas las que compiten y engañan para lograr lo que quieren; las que hablan, convencen y son activas. ¿Por qué la mirada “humana” del hombre se ve tan desvalorizada cuando se trata del hombre y tan desgastada cuando se trata de la mirada humana de la mujer? Porque es un tema que se ha desarrollado en varias novelas y en cierto aspecto, resulta cansador y me trae estas preguntas a la mente… Juan Carlos es el objeto deseado elusivo. Ese objeto del deseo se desplaza, no pueden poseerlo y dominarlo como quisieran, lo cual genera en ellas una sensación de inseguridad, carencia y pérdida que prevalece en la novela. En la competencia por Juan Carlos las mujeres recurren a sus “armas” femeninas: el chisme, la delación, la envidia, la traición, el odio a muerte.
La novela despliega un mundo cruel y altamente competitivo en que las mujeres luchan por el macho. Ven al ser deseado como alguien vulnerable y manipulable a quien deben proteger. Refuerza esta impresión el hecho de que Juan Carlos está enfermo de tuberculosis, una dolencia que lo somete a una “dulce espera”: la muerte lenta se aproxima en medio de los goces que le permite el sexo.
La literatura romántica presentaba al tuberculoso como una figura patética y heroica, un ser que amaba y deseaba y veía su sueño tronchado por la muerte. El personaje del tuberculoso de Puig es distinto. Juan Carlos es un antihéroe mezquino, egoísta y práctico, que busca su propio placer. Las verdaderas heroínas (o anti heroínas) son las mujeres que lo quieren y luchan por su amor. Juan Carlos es un hombre que saca provecho de cada relación. No tiene fuerza para predominar, luchar e imponerse. Su padre ha muerto y ha dejado a la familia en la pobreza. Pierde su trabajo por su enfermedad y se apoya en las mujeres. “Vive” de ellas y acepta jugar el papel de objeto, de hombre seducido. Es el muchacho que las deja hacer a cambio de un beneficio. Es una figura poco masculina. Las mujeres se realizan en él, porque les permite mostrar su poder. Juan Carlos se deja conseguir: se acuesta con Mabel, aunque sabe que ella, ambiciosa, no lo quiere como novio, prefiere al “inglés” estanciero; vive con la viuda, una mujer madura de 45 años, solo porque lo mantiene y acepta arruinarse económicamente para pagar su tratamiento médico en el clima más benéfico de Cosquín. Las mujeres ven a Juan Carlos como el ser en que pueden confirmar la fuerza de su feminidad: Juan Carlos es bello y sexualmente potente ellas proyectan en él su propio narcisismo y se evanecen tratando de conseguirlo. Tener a Juan Carlos es confirmar su propio valor. ¿A caso no se sienten completas con unas mismas, por qué depender del hombre? ¿Las mujeres eran así por la época?
En una parte de la decimoquinta entrega cuando Nélida visita a la viuda Di Carlo y en el camino con sus hijos a La Falda los letreros del camino se entrelazan con sus ideas pululantes y piensa: ”(…) ¡Juan Carlos! Sorpresas tengo…En todos estos años que separados vivimos… ¡Aprendí a cocinar! ¡Sí! Puedo prepararte lo que más te plazca, Juan Carlos ¿me pides que hoy junto a ti me acueste? (…)”
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