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Francisco Weffort El populismo en la política brasileña

Annel CocaApuntes26 de Abril de 2017

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Francisco Weffort

El populismo en la política brasileña.


En Populismo y Neopopulismo en América Latina. El problema de la cenicienta. EUDEBA, Buenos Aires, 1998. Pág. 135-152.

El populismo es el resultado de la larga etapa de transformaciones de la sociedad brasileña a partir de 1930. Como estilo de gobierno, siempre sensible a las presiones populares, o como política de masas que busca conducirlas manipulando sus aspiraciones, el populismo sólo puede ser comprendido dentro del contexto del proceso de crisis política y desarrollo económico que inaugura la revolución de 1930. El populismo expresa el período de crisis que atraviesan a la vez la oligarquía y el liberalismo, siempre muy ligados en la historia del Brasil; y también expresa la democratización del Estado que debió apoyarse en algún tipo de autoritarismo, sea el autoritarismo institucional de la dictadura de Vargas (1937 1945), sea el autoritarismo paternalista o carismático de los líderes de masa de la democracia de posguerra (1945 1964). El populismo fue también una de las manifestaciones de la fragilidad política de los grupos urbanos dominantes, cuando éstos intentaron reemplazar a la oligarquía en los puestos de mando político de un país tradicionalmente agrario y dependiente en un momento en el cual parecían existir posibilidades de desarrollo capitalista nacional. Expresa, sobre todo, de manera acabada, la emergencia de las clases populares en el seno del desarrollo urbano e industrial de la época y la necesidad, sentida por algunos de los nuevos grupos dominantes, de incorporar a las masas al juego político.

Resultado de un período de crisis, por un lado, y permeado por las peculiaridades de esta época, por otro, el populismo es un fenómeno político con aspectos frecuentemente contradictorios. A veces resulta difícil, para aquellos que vivieron, de una manera o de otra, los problemas políticos de esta época histórica, presentar una visión de conjunto del movimiento populista que pueda dar cuenta de toda su diversidad. Desde 1945 hasta 1964, muchos líderes de renombre nacional (tres presidentes y algunos gobernadores de estado) buscan asegurarse la adhesión popular en los centros más urbanizados del país. Cada uno de ellos tiene su "estilo", su política propia casi siempre poco explícita y su ideología menos explícita aún y muchas veces confusa. Las diferencias, a veces las contradicciones, que existen entre ellos son tales que es difícil desentrañar un significado fundamental común, más allá del interés que todos tienen en conquistar los votos populares y en manipular sus aspiraciones. Inclusive, estamos tentados de emitir un juicio fragmentario y a concebir el populismo más como un fenómeno de naturaleza personal que social y política. Los bruscos cambios de orientación política de líderes como Vargas o Janio Quadros, por ejemplo, pueden dar la impresión de que el populismo es nada más que una suerte de "oportunismo esencial" de algunos líderes, una ambición desmesurada de poder asociada a una capacidad casi ilimitada de manipulación de masas.

Esta concepción  que parece traducir la esencia del punto de vista de algunos liberales de la clase media, perplejos frente a la orientación que tomó el proceso político después de 1945-[1] puede tener su grado de verdad. Muchos hombres de izquierda  que también son hombres de clase media  tienen una visión semejante. Nos parece, sin embargo, que no se puede caracterizar un estilo de régimen político únicamente como manipulación; régimen que, de todas maneras, se confunde en muchos sentidos con la historia de Brasil en el curso de los últimos treinta años. El populismo, sin ninguna duda, sirvió para manipular a las masas, pero esta manipulación nunca fue absoluta. De otro modo, estaríamos obligados a aceptar la con cepción liberal de la elite que, en definitiva, ve en el populismo una suerte de aberración de la historia, alimentada por la emotividad de las masas y la ausencia de principios de los líderes.

En realidad, la complejidad política del populismo pone de relieve la complejidad de las condiciones históricas dentro de las cuales se produce. El populismo fue una manera determinante y concreta de manipulación de las clases populares, pero de la misma manera representó un medio de expresión de sus inquietudes. El populismo puede significar al mismo tiempo una forma de organización del poder para los grupos dominantes y, a la vez, la principal forma de expresión política del ascenso popular en el proceso de desarrollo industrial y urbano; esto es, un mecanismo a través del cual los grupos dominantes ejercían su dominación y, a la vez, un medio de ame nazar potencialmente esa dominación. Si este estilo de gobierno y de comportamiento polí tico es esencialmente ambiguo, se debe cier tamente por una parte a la ambivalencia per sonal de los políticos divididos entre el amor hacia pueblo y el amor hacia las funciones gubernamentales. Pero el populismo tiene raí ces sociales más profundas y la restitución de su unidad en tanto fenómeno social y político plantea un problema a quien estudie la forma ción histórica del Brasil en el curso de los últi mos treinta años.

La crisis de la oligarquía y las nuevas clases

La revolución de 1930 es el punto de inflexión entre dos épocas. Este movimien to dirigido por hombres de clase media y por algunos jefes oligárquicos (entre ellos el mismo Getúlio Vargas) abre la crisis del sistema de poder oligárquico, establecido des de los primeros años de la República (1889) y consagrado por la Constitución liberal de 1891. Una de las particu-laridades del proceso de transformación política desencadenado por la insurrección de 1930 parece haber sido que las verdaderas fuerzas sociales y los motivos reales de su comporta-miento no siempre fue ron muy claros.

Sin embargo, podemos señalar algunos de sus rasgos más visibles. En primer lugar, se trata de la decadencia de los grupos oligárqui cos en tanto factor de poder. Se vieron obli gados a abandonar las funciones de domina ción política que cumplieron hasta 1930 de manera ostensible y casi exclusiva, para pa sar a subsistir en las sombras (aun cuando ellos están presentes en el nuevo régimen, en el ámbito regional o municipal en numerosos es tados) hasta 1945, fecha en la que obtienen una representación privilegiada en el Congreso.[2] Por otro lado, se observa a par tir de 1930 una tendencia a la ampliación institucional de las bases sociales del Estado. Sobre este punto que nos interesa más, conviene mencionar primero la partici pación de las clases medias y de los secto res de la burguesía ligados a la industrializa ción en el proceso que condujo a la crisis del régimen oligárquico. La participación política de las clases populares tiene mu cho que ver con las condiciones en las que se instala el nuevo régimen y con la incapacidad de las clases medias y de los sectores industriales de reemplazar a la oligarquía en las funciones del Estado.

Los sectores industriales fueron tal vez los mayores beneficiarios de los cambios políti cos que se produjeron después de 1930. Sin embargo, sería ilusorio suponer que tuvieron un rol importante en los aconteci mientos que condujeron a la crisis de la oligarquía. El movimiento de la Alianza Li beral contra el antiguo régimen fue esencialmente el resultado de una transac ción entre algunos grupos urbanos de cla se media y algunos sectores agrarios que conservaban una posición divergente en el interior del sistema oligárquico. La bur guesía industrial, como fuerza política individualizada, estuvo prácticamente au sente de los procesos revolucionarios.

Analizando las condiciones iniciales de la industrialización del Brasil, Celso Furtado ob serva que no existen, en esta época de crisis de la economía agraria, condiciones que hu bieran permitido la aparición de un conflicto abierto entre los intereses agrícolas y los inte reses industriales en gestación. Es cierto que la política económica del gobierno revolu cionario, consecuencia de las repercusiones internas de la gran crisis de 1929, tuvo como uno de sus resultados el estímulo del desarrollo industrial. Furtado observa, sin embargo, que la reorien-tación de la economía brasileña hacia la industria de penderá menos de una política conscien te de industrialización que de ciertas circunstancias estrechamente asociadas a los efectos internos de la crisis. La crisis de la economía agraria es, en primer lugar, un simple reflejo de la disminución de los estímulos del mercado externo y la política gubernamental consistió, en lo esencial, en transferir hacia el conjunto del país las pérdidas provocadas en el cultivo del café, nuestro principal producto de exportación. Esta política permitió la defensa del nivel de empleo y también de la demanda interna en un momento en que se reducía la capacidad para importar. Además, esta política creó indirectamente condiciones favorables para las inversiones en el mercado interno, sobre todo para las inversiones en  la industria.[3] 

Un análisis de este tipo nos permite comprender las condiciones fundamentales de la ausencia política de los grupos industriales en los inicios de la crisis oligárquica. Es más, tenemos aquí algunas de las condiciones que explican el comportamiento político de los sectores industriales de los años siguientes. El desarrollo industrial jugará siempre un rol secundario, y en cierta medida complementario en relación a las actividades del sector externo de la economía. La ausencia de los grupos industriales en la revolución de 1930 será confirmada, más tarde, por su incapacidad para asumir responsabilidades políticas en el nuevo régimen. A pesar del crecimiento del sector empresarial en el curso de este período, Fernando Henrique Cardoso nos muestra en las investigaciones que efectúa en 1962 1963, cómo los actuales empresarios no se identifican subjetivamente con el gobierno, y cómo se sitúan subjetivamente junto al Pueblo y, como tal, exigen protección y beneficios materiales. También, dice Cardoso, "el hombre de negocios extrae el máximo de provecho del hecho de que pertenece a una clase económicamente domi nante sin serlo totalmente desde el punto de vista político".[4]

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