Rol Eira y Nevan

Rol Eira y Nevan

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Las súbitas virtudes del mundo avanzaban de manera singular, enlazándose una a una de manera tan abstracta que daban temas para pensar. No había sentido en su destino debido a que no importaba que tanto caminara, siempre terminaba en algún sitio extraño y enigmático.

Una catedral derruida y vestida por la naturaleza con sus cálidos tonos. Múltiples enredaderas amaneraban el diseño que había creado el autor años atrás, resguardando el tiempo marcado en el mármol para dejar una simpleza innata en la vegetación. Y ahí, en medio de todo ese frondoso lugar, yacía un pequeño árbol de hojas blanquecinas y un tronco tan pálido que imitaba el color del mármol.

La curiosidad de Nevan despertó; caminando hacía ese atípico roble. Lentamente extendió la diestra con el deseo de tocar dichoso espécimen que sus ojos nunca habían visto, pero tan pronto como estuvo de tocarlo, el sonido de una pisada le hizo girar el rostro y observar fijamente la penumbra que desvelaba una silueta.— ¿Quién eres? —cuestionó sin alzar tanto la voz. Aparentemente estaba desarmado, pero vestía una ropa tan similar a la de un aventurero que resultaría extraño que no portara un arma.

Él lo sabía; tenía muy presente ese choque que podría provocar y siempre lo usaba a su favor. Más esperó en esta ocasión. Quería información y derramar sangre no serviría como respuesta a su necesidad por saber. Aún así, se mostró cauteloso al no moverse de su sitio.

Fresca y tranquila es aquella escena que se encuentra bajo los frescos brazos de la noche, que acobijan a la tierra con su infinita oscuridad; leves corrientes recorren cada rincón, acariciando con suavidad los verdes pastizales que en ameno danzar se mecen de un lado a otro, desprendiendo a su vez algunos pétalos de flores, en tonalidades pastel, tan diversas que despiden su dulce aroma, entremezclándose en los aires hasta formar una única fragancia que llena de paz aquellos momentos.

La oscuridad de la noche y el pacífico brillo de la Luna, es resguardado de brillantes e incontables diamantes que acompañaban a aquel espectáculo maravilloso que la naturaleza obsequiaba por unos escasos minutos.

Mientras a los lejos, entre alguno de los pequeños espacios alrededor de aquel majestuoso árbol centrada en la catedral, se encuentra una joven de platinada cabellera tan reluciente como la luna, curiosa de la visita inesperada a aquel santuario sagrado para ella, se mantuvo cautelosa preguntando para sí misma. ー ¿Qué es? O ¿Quién es? ー Decidida a averiguarlo se aproximo sigilosamente ante aquella silueta en cuanto escucho aquella interrogante un poco sorprendida. ーLa guardiana de este lugar, ¿quién eres tú? ーEl silencio gobernó aquel escenario.

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