200 días por delante

200 días por delante

Comúnmente, dicen que tienes que ser feliz con lo que tienes, pero esto no es así...

Una mañana, con la briza del pasto, el sol enrojecido salía en el instituto Garmen, una escuela cálida, donde los alumnos tenían cierto prestigio por asistir ahí. Inculcaban valores, hacían misas cada cierto tiempo. La escuela era grande, podías practicar cualquier deporte que se te ocurriera, si tenías talento o buenas calificaciones podías estar becado o tener algún convenio por el trabajo de tus tutores; los maestros eran excelentes en lo que hacían y enseñaban, algunos como persona también lo eran, otros no tanto, tal era el caso de el profesor de ciencias naturales que daba clases al amanecer. Como de costumbre llegaba, con su saco sobre planchado, su poco cabello peinado hacia atrás, su sonrisa de dientes uno sobre otro, afeitado, con su portafolio y sus zapatos desgastados, pero bien engrasados; miraba fijamente el reloj, y a las 7 en punto comenzaba a dar la oración de todos los días a Dios padre, veía a sus alumnos, y como de costumbre faltaba un chico, en el mismo lugar de siempre, en la escuela no había retrasos solo faltas, acarrerado, llegó el muchacho, justo antes de que dijeran su nombre.

-- ¡Presente, maestro cortés!-- gritó -llegando tarde como siempre- dijo el maestro. Pasó asistencia y comenzó su clase aburrida que arrullaba a todos. Los 18 alumnos sabían que el profesor Cortés tenía un pasado desgarrador, y, en el mínimo descuido aprovechaban para preguntarle cualquier idiotez y que terminara contando alguna anécdota de cuando era joven. Así transcurría su clase y terminaba siempre con una enseñanza muy fuera del tema de la clase, como, no comer carne de cerdo o no tomar coca cola con leche.

Transcurrían las horas en el colegio y Milo esperaba ansioso para que sonara alguno de los timbres, para receso o para la salida, sabía que todos eran buenos días, él era muy positivo en la escuela, todo el mundo tenía que ver con su sonrisa y su manera de sobrellevar el liderazgo, él era muy positivo, cantaba en la escuela, solía reír demasiado, sacaba sonrisas, motivando a otros para que realizaran sus metas, o le hablaran a la persona de sus sueños y un sinfín de cosas que él hacía. Milo solía ser de muy buenas calificaciones, y cuando no podía demostraba a todos que en el siguiente curso le iría mejor, tenía talento para escuchar a las demás personas y dar miles de consejos.

Siete meses antes, Milo comenzó a interesarse sobre la psicología e invento un perfil en Instagram, este se llamaba todo de nosotros, al principio, Milo lo hizo con la intención de publicar fotos de cualquier cosa menos de él y poner en la descripción alguna cosa que se le ocurriera al instante, la hora, algunos comentarios, frases, pero esto fue cambiando con el tiempo. Fue cambiando el diseño de su perfil, ordenando por colores cada foto. Tomaba fotos cada vez que veía algo bonito, o algo que le recordara a alguien, así mismo, escogía la mejor foto y la editaba con un editor barato que encontró en la tienda de aplicaciones. Un par de videos en YouTube y la inspiración que le llenaba la mente de ideas diferentes para sus fotos. Una descripción dentro de la foto no estaba nada mal, siempre y cuando fuera algo que le llegara a lo más profundo de sus entrañas, que supiera que ese texto era el que lo representaba con esa foto. El tiempo pasó y cada vez subía más cosas, a Milo no le importaban likes, comentarios, solo le importaba una cosa, hablar y sacar información de personas no relevantes para el, tenía tanto talento para conversar que, tarde o temprano le terminaban diciendo  problemas familiares, historias con corazones rotos y mucho llanto, rupturas entre amigos, chismes, entre otras cosas.

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