Actividad Integradora etapa 1 Literatura
Enviado por Disrael Treviño Villeda • 20 de Septiembre de 2015 • Trabajo • 6.520 Palabras (27 Páginas) • 596 Visitas
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN.
Preparatoria 9
Literatura
Actividad Integradora.
Nombres:
Disrael Treviño Villeda.
José Natividad Lara Martinez
Erick Ivan Sandoval Hurtado
Carlos Daniel Hernandez Jasso
El Caballero de la muerte.
Alister Dracnel bajaba los enormes peldaños de piedra de la escalera de caracol que daba a la cámara donde él yacía. Era respaldado por su Guardia Real, los cuales hacían sonar sus armaduras con cada paso que daban, mientras él seguía a los ya muy ancianos maestre Giovanni, que iluminaba el camino con una antorcha, y el maestre Lucano quien llevaba las llaves de la cámara.
Alister disimulaba su nerviosismo, pero lo cierto era que él había temido tener que volver a ese oscuro y frío lugar. Se preguntaba si su rostro habría cedido al pesar de las décadas o si seguía en el mismo estado en el que lo vio la última vez, no encontraría ninguna respuesta hasta entrar a la cámara. Pero si de algo estaba seguro, era que seguía ahí, vivo.
Ya al pie de la escalera, los hombres caminaron derecho para encontrarse con los grandes portones que daban entrada a la cámara, a lo largo de un pasillo que asemejaba un túnel. Una vez enfrente de los mismos, ambos maestres introdujeron dos enormes llaves dentro del complicado cerrojo, abriendo un compartimiento que ameritaba el acomodo específico de una serie de bloques de marera manual. Y a continuación, la introducción de dos llaves, estas en cambio de un tamaño regular, que develaban una hendidura con la forma del escudo de armas de la Casa Dracnel. Alister se acercó, posicionando su medallón en dicha hendidura, provocando el sonar de las partes del cerrojo que finalmente se abrían. Los hombres caminaron los pasillos de la cámara, llegando la serie de círculos concéntricos que formaban los escalones sobre los cuales se encontraba él.
El corazón de Alister latía con más fuerza conforme se acercaba al hombre que yacía de rodillas en las en la cima de la diminuta pirámide formada por los escalones. El hombre vestía un abrigo de cadenas, las cuales venían desde las paredes de la cámara. Estas frenaban todo intento de movilidad. Sus piernas se encontraban envueltas en cadenas también, manteniéndolo en una postura de hincado. Su rostro, el cual Alister silenciosamente ansiaba ver, se encontraba cubierto con una máscara de hierro de la cual sólo dejaba ver su largo cabello negro. El maestre Lucano abrió la máscara con una llave, y con ayuda del maestre Giovanni, removió la máscara del hombre. Alister dejo de ocultar su ansiedad, pues tenía sus ojos abiertos más de lo normal. El hombre levantó su cabeza lentamente, y miró a Alister directo en sus ojos.
–¿Han pasado 50 años ya, Alister? –. Pronunció el hombre en cadenas.
Alister no respondió, quería que sus palabras fuesen firmes, pero no podían serlo tras haber comprobado que aquel hombre seguía igual que como lo había visto la primera vez. Finalmente dijo.
–Mi padre murió ayer, a los 203 años de edad.
La mirada del hombre permanecía igual, sin embargo, dentro de él nacía poco a poco una emoción por lo que acontecería.
–Mi familia ya mató a tu gente una vez, no dudes en que volveremos a hacerlo si es necesario –. Añadió Alister.
–la Orden como un grupo de individuos pudo haber dejado de existir, pero como el conjunto de ideas que representaba jamás –. Respondió el hombre y luego continuó de manera ligeramente burlona. –Te noto algo agobiado Alister. Cuéntame ¿aún temes a que yo te mate?, solías hacerlo cuando eras pequeño, ¿recuerdas?
Alister, preocupado por el futuro de su Casa, pero en especial, por el suyo, se mantuvo en el tema original. – La muerte pudo haberse llevado a mi padre, pero ella jamás me tomará a mí, me escuchas. El hecho de que él muriera solo quiere decir que no estaba preparado para la inmortalidad, no como yo.
–la muerte es un proceso natural del existir. Uno puede negar la vida, ya que es un regalo, pero no puede escapar de la muerte, pues ese es nuestro regalo a quienes nos dieron la vida en primer lugar. Sólo ellos pueden negarte la muerte –. Dijo el Hombre.
– ¿y que acaso eso no fue lo que pasó? Mi padre venció a la muerte, la llevó al crítico punto en el cual ella tuvo que acceder a no visitarlo jamás con tal de no provocarle más dolor –dijo Alister con una sonrisa en la cara, provocando una modificación en el rostro del hombre, que se tornó con disgusto a sus palabras.
–hablemos de una vez, temes a que la muerte vuelva y te tome, y por eso vienes a mí, porque sabes que no puedo morir, y tu quieres saber cómo puedes tú lograr eso –dijo ya más serio el hombre.
Alister se quedo callado y el hombre continuó. –pero se lo dije a tu padre y te lo digo ahora a ti. Tú no puedes conseguir la inmortalidad a través de mí.
– ¡Hay un hechizo! ¡Un conjuro! –. Explotó Alister. –el día que debiste haber muerto, aquellos al lado de ti en la hoguera pronunciaron unas palabras en un idioma extraño. ¿Cuáles fueron esas palabras? ¡Dímelas ahora!
Los ojos de Alister parecían salírsele de sus cuencas.
–Macar ardulnatus bac don’qu r’idet vereniam –. Dijo el hombre, logrando que Alister se sintiera estupefacto ante su posible hallazgo.
– ¿son esas las palabras? ¿Qué significa? –. Pregunto Alister con una fuerte necesidad.
–Hombre imbécil con el que estoy hablando en mi lengua natal– respondió el hombre sagazmente.
Alister le dio un puñetazo en la cara sin siquiera medir su fuerza, logrando que el golpe le doliera a él también.
– ¿Cuándo van a entender todos ustedes? –. Dijo el hombre tras haber escupido sangre por el golpe en su quijada. – La inmortalidad no es un obsequio como lo es la vida, es un deber, como la muerte, un deber que solo se le es encargado a quienes sean lo suficientemente capaces para cumplirlo.
–No voy a morir, me escuchas, jamás lo haré. Colgaría a cada miembro de mi Casa si tuviera –. Las palabras de Alister lograron perturbar un poco a los maestres y a su guardia.
–Vámonos. Maestres, pónganle la máscara de nuevo –. Exclamó Alister. Pero justo cuando se retiraba escuchó al hombre decir. – Tu padre solía decir lo mismo.
Alister se detuvo y volvió. Desenvainó su daga y apuñaló al hombre en el cuello.
–Yo no soy mi padre. Yo no voy a morir, cómo él lo hizo –. Le dijo Alister, sacándole la daga del cuello al terminar.
...