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Biografia De Sorjuana Ines De La Cruz


Enviado por   •  13 de Abril de 2013  •  3.865 Palabras (16 Páginas)  •  380 Visitas

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REDONDILLAS

Hombres necios que acusáis

a la mujer, sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco,

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis

para prentendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada

la que vuestro amor pretende?,

¿si la que es ingrata ofende,

y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,

aunque cualquiera mal haga;

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo

LA SENTENCIA DEL JUSTO

Firma Pilatos la que juzga ajena

Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!

¿Quién creerá que firmando ajena muerte

el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena

Que con el vil temor ciego no advierte

Que carga sobre sí la infausta suerte,

Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,

Aún no firméis, mirad si son violencias

Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,

Mirad no haga el Juez recto y soberano

Que en la ajena firméis vuestras sentencias

A UNA ROSA

Rosa divina, que en gentil cultura

Eres con tu fragante sutileza

Magisterio purpúreo en la belleza,

Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,

Ejemplo de la vana gentileza,

En cuyo ser unió naturaleza

La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida

soberbia, el riesgo de morir desdeñas,

y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!

Con que con docta muerte y necia vida,

Viviendo engañas y muriendo enseñas.

TEME QUE SU AFECTO PAREZCA...

Señora, si la belleza

Que en vos llego a contemplar

Es bastante a conquistar

La más inculta dureza,

¿Por qué hacéis que el sacrificio

Que debo a vuestra luz pura

Debiéndose a la hermosura

Se atribuya al beneficio?

Cuando es bien que glorias cante,

De ser vos, quien me ha rendido,

¿Queréis que lo agradecido

Se equivoque con lo amante?

Vuestro favor me condena

A otra especie de desdicha,

Pues me quitáis con la dicha

El mérito de la pena.

Si no es que dais a entender

Que favor tan singular,

Aunque se puede lograr,

No se puede merecer.

Con razón, pues la hermosura

Aun llegada a poseerse,

Si llega a merecerse,

Dejara de ser ventura.

Que estar un digno cuidado

Con razón correspondido,

Es premio de lo servido,

Y no dicha de lo amado.

Que dicha se ha de llamar

Sólo la que, a mi entender,

Ni se puede merecer,

Ni se pretende alcanzar.

Ya que este favor excede

Tanto a todos, al lograrse,

Que no sólo no pagarse,

Mas ni agradecer se puede.

Pues desde el dichoso día

Que vuestra belleza vi,

Tal del todo me rendí,

Que no me quedó acción mía.

Con lo cual, señora, muestro,

y a decir mi amor se atreve,

Que nadie pagaros debe,

Que vos honréis lo que es vuestro.

Bien se que es atrevimiento

Pero el amor es testigo

Que no se lo que me digo

Por saber lo que me siento.

Y en fin, perdonad por Dios,

Señora, que os hable así,

Que si yo estuviera en mí

No estuvierais en mí vos.

Sólo quiero suplicaros

Que de mí recibáis hoy,

No sólo el alma que os doy,

Mas la que quisiera daros.

AMOR IMPORTUNO

Dos dudas en que escoger

Tengo, y no se a cual prefiera,

Pues vos sentís que no quiera

Y yo sintiera querer.

Con que si a cualquiera lado

Quiero inclinarme, es forzoso

Quedando el uno gustoso

Que otro quede disgustado.

Si daros gusto me ordena

La obligación, es injusto

Que por daros a vos gusto

Haya yo de tener pena.

Y no juzgo que habrá quien

Apruebe sentencia tal,

Como que me trate mal

...

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