Camina, Recuerda, Porque Sobre Ti La Muerte Llevas…

La tenia entre mis brazos, la lluvia caía sin cesar, cualquier hombre que me viese, no podría distinguir si eran lágrimas o la lluvia, la que escurría por mi rostro, pobre tonto aquel que apostara por las lágrimas.

Mis ropas llenas de fango, mis manos manchadas de barro y sangre, y ella, su dulce rostro en paz, como dormida, mas dormida no estaba, yo lo sabía bien, el cuchillo que había lanzado lejos, manchado con la sangre de mi amada, me delataba; la sangre en mis manos, me delataba; las marcas de sus uñas, que en su presurosa lucha por vivir había usado para herirme me delataban; hasta el más inepto detective, lo habría notado en un instante.

Sí, yo era culpable, por causa de mis manos, mi dulce ángel, mi amada doncella había partido, yo mismo provoque que me abandonase en este mundo, por mis propias manos, ella no volverá a suspirar.

¿Qué había sucedido? No lo sé.

¿Qué era lo que me llevó a cometer tal suceso? No lo sé.

Locura, pasión, furia tal vez; todas tan posibles, mas sin embargo, no lo sé.

No existía nada previo en mi memoria, nada, más que aquel suceso.

Nada más, que el brillo de sus ojos extinguiéndose lentamente.

Nada más, que su dulce esencia desapareciendo mientras el cuchillo se fusionaba lentamente con su carne.

Nada más, que su sonrisa siendo llevada por la muerte, muerte, que en mis manos ella encontró.

Debo caminar; si, caminar; levantarme, dejar el cadáver frio y sin vida de aquella a quien amé atrás, caminar, llevar este rastro de sangre detrás de mí, caminar sin detenerme, bajo esta obscura lluvia, y quizá así, pueda saber la respuesta a esta simple pregunta. ¿Por qué?, si la maté, ¿Por qué sonrío? Por qué caminando bajo la lluvia, dejándola atrás, canciones alegres empiezo a tararear...

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