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Carta Al Padre


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2014  •  2.580 Palabras (11 Páginas)  •  190 Visitas

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INFORME

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La Carta al Padre se escribe en el pequeño pueblo cercano a Praga, donde acompañado de Max Brod, su íntimo amigo, ha ido a descansar una semana. Esta Carta forma parte del área íntima y autobiográfica de la producción literaria de Kafka y si ha llegado hasta nosotros fue gracias a que Max Brod desobedeció las instrucciones que su amigo le diera de destruir toda su obra.

En ella analiza distintos puntos de la relación entre él y su padre, retomando prácticamente todos los temas tratados en sus relatos y novelas, con lo que queda claro que la ficción no había conseguido aliviar del todo la tensión emocional.

Pero aquí no hay alegorías, parábolas ni metáforas. Kafka no se sirve del Gregor Samsa de La Metamorfosis, del Georg Bedemann de La Condena, o de Joseph K. de El Proceso, tampoco del lacónico “K” de El Castillo, ni del Karl Rossmann de América, personajes que se parecen extraordinariamente a él, para ilustrar su relación con su familia y sobre todo, con el padre, tema central de su obra: “Mi escritura trataba de ti, allí sólo me quejaba de aquello que no podía quejarme sobre tu pecho”.

Como veremos, en pocos autores están la biografía y la ficción tan estrechamente unidas. En Kafka constituyen los dos polos de una misma realidad que se organiza en torno a la idea de la Ley, del Padre, de la autoridad suprema: inalcanzable, impenetrable, imprevisible e implacable.

Dado el origen judío del autor, cabe la tentación de acercar esta Ley a la del judaísmo, hacia el que Kafka tiene sentimientos paradójicos, muy parecidos a los que le inspira su padre: miedo y fascinación, atracción y rechazo, respeto y desprecio.

La frase con que comienza La Metamorfosis, “Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho” nos mete de lleno en el conflicto, procedimiento que Kafka utiliza a menudo La Carta al Padre se abre con un directo “Me preguntas por qué afirmaba tenerte miedo”. A partir de esta constatación, que no deja de sorprender en un hombre en plena madurez y que muestra que Kafka no ha podido crecer en el terreno emocional más allá de la infancia y adolescencia,Flaco, débil, estrecho, inseguro, asustadizo, incapaz, falto de seguridad en sí mismo, hipersensible, que interrumpe a menudo sus proyectos, que no termina nada... El autor se considera un Löwy, herencia materna hecha de: “Obstinación, sensibilidad, sentido de la justicia, inquietud”. Así mismo, a lo largo de La Carta, Kafka sigue dando pinceladas que corroboran su supuesta inferioridad: “El asunto sobrepasa con mucho mi memoria y mi inteligencia”, “Mi frialdad, desagradecimiento, distanciamiento”, “Ante ti yo no podía hablar ni pensar”, “Niño despistado y desobediente, siempre considerando una huida”, “Yo, el esclavo”, “Yo no tenía ningún sentimiento”, “Niño malicioso, vago, avaricioso”, “Gusano”, “Bicho”.

Una vez presentados los contrincantes empieza la descripción de un combate, perdido ya de antemano. Y sigue una larga serie de reproches que el Padre podría hacer al Hijo.

Excelente táctica ya que todo queda en el mundo de la hipótesis, a la vez que tiende al Padre la posibilidad de una salida honrosa ya que, tal vez, podría no reaccionar así. Por si acaso, el Hijo contraataca cerrándole la puerta con una pirueta de inocencia: “Te ruego no pienses que te considero culpable” En este aspecto es muy significativa la presentación que hace del Padre, de sus sistemas educativos -que eran los normales en la época y el lugar- para inmediatamente después describirle como “Un hombre bondadoso y blando” o “El amor y la bondad superaban todos los obstáculos”. Así mismo, en un momento habla de la risa maligna del Padre, para pocas líneas después afirmar “Tienes una forma de reír especialmente bonita”. También trata, aunque brevemente, la infancia del Padre. Quizá la de un niño tan desgraciado como Kafka, que necesita cariño (“tal vez sólo Valli logró dártelo”) pero a quien el dolor insoportable de esas vivencias traumáticas le ha llevado a la negación como mecanismo para poder soportarla, “Tú sólo puedes tratar a un niño tal y como tú has sido educado, con fuerza, ruido y cólera”. Kafka vislumbra el tema pero inmediatamente, retrotrayéndose a su propia infancia, concluye “No todo niño tiene la perseverancia y la intrepidez de buscar hasta llegar a la bondad”. De esta forma justifica que no pudiera de niño -y tampoco de adulto- comprender las limitaciones de su padre. Lo que no deja de sorprender siendo el autor tan analítico y perspicaz con su propia psicología y aunque tan poco con su propia valía.

Es una técnica muy kafkiana, el presentar un tema, intentar penetrar en su esencia, considerándolo en todos sus aspectos y desde todos los ángulos posibles. Así, Kafka avanza con una tesis, da dos pasos para adelante, pero inmediatamente da uno hacia atrás con la antítesis, para tomar otra óptica, invalidarla inmediatamente y así sucesivamente en un eterno ir y venir, sin alcanzar conclusión alguna. De esta forma vemos como, tras afirmar que el padre quizá no sea culpable de nada, vuelve hacia atrás y dice “Naturalmente no digo que me haya convertido en lo que soy sólo por tu influencia, sería exagerado” pero inmediatamente anula estas palabras con “me inclino por dicha exageración”.

Pero, ¿quién es Kafka? ¿En qué se ha convertido ese niño asustadizo?. Un niño que tuvo que soportar solo, durante los seis primeros años de su vida, el choque con el padre, la ausencia de la madre, incapaz de asumir ante el padre la defensa del hijo, la muerte de sus dos hermanos pequeños, que sin duda fraguó el sentimiento de culpabilidad, el nacimiento de sus tres hermanas y el consiguiente destronamiento, una educación severa, la marginación como único chico, la decepción del padre ante su asustadizo y frágil primogénito del que esperaba cosas que el niño no podía dar (“cantar canciones militares, desfilar, comer con apetito”), la falta de estabilidad que implicaban las innumerables mudanzas de domicilio familiar, las distintas criadas que se encargaron de él. Todo ello sin entrar en el aspecto sociológico de desarraigo en su condición de judío, checo y alemán.

Franz Kafka, va de dentro hacia afuera, de lo particular a lo general y describe su infancia, los métodos educativos de su padre -insultos, amenazas, ironías, humillaciones-, la relación con sus hermanas y la de éstas -una por una- con el padre, y el papel de la madre, que no queda muy bien parada, pero a la que inmediatamente justifica. Más tarde abre el campo para analizar el trato que dio el padre a una prima, lo abre aún más y sale fuera del seno familiar con la relación que

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