Comentario Alitas De Celofán
Enviado por Krix • 17 de Junio de 2014 • 1.535 Palabras (7 Páginas) • 342 Visitas
En este comentario teatral se analiza la obra Alitas de celofán: manual , representada por tercera vez el día 17 de abril de 2014 en Artistas del Acero. La dirección estuvo a cargo de Rodrigo Pérez y Leyla Selman, quien además elaboró el guión. Dicha obra fue descrita por la dramaturga como un “manual” que cuenta el rito para velar a un angelito, constituyéndose de esta manera como documental histórico que toca una tradición chilena muy potente a fines del siglo XIX y principios del XX.
Danza, música y poesía son las bellas artes que confluyen en esta obra teatral, cuya naturaleza artísticamente híbrida permite la integración de lenguajes visuales y auditivos con el fin de “producir un espectáculo que apele a todos los sentidos y produzca de este modo la impresión de totalidad y de una riqueza de significaciones que subyugue al público” (Pavis, 1990). Si bien Alitas de celofán se nutre de elementos propios de esta definición de lo posdramático, no la encasillaremos remitiéndonos únicamente a este concepto, sino que la entenderemos como el resultado de una evolución teatral que se libera de los paradigmas históricos, no para desacreditarlos, sino para constituirse en punto de encuentro de todos ellos.
Uno de los elementos posdramáticos fundamentales que observamos en esta obra es la desjerarquización del texto respecto de los lenguajes que configuran el hecho teatral. Esto implica el devenir de la escena como "un espacio abierto a una constelación de lenguajes sobre los que se construye un sistema de tensiones que funciona por relaciones de contraste, oposición o complementariedad, resultando en un efecto de fragmentación que cuestiona las ideas de unidad, totalidad, jerarquización o coherencia." (Cornago, 2006). En efecto, no podemos concebir Alitas de celofán sin las interpretaciones musicales ni las danzas de los actores (apoyados por el talento de Fabiola González y Manuel Sánchez), debido a que los cantores a lo divino eran quienes dirigían todas las ceremonias del angelito. La atmósfera que se busca generar es la de una fiesta, donde los signos acústicos y visuales se conjugan para transportar a los espectadores a una verdadera despedida del angelito. Se trata de una integración de los diferentes lenguajes que Artaud propone explorar en El teatro y su doble, no como complementos del texto escrito, sino como artes particulares dentro de las cuales destacan la música y el cuerpo. Tenemos, por ejemplo, momentos en que los actores utilizan su cuerpo como tambor o cuando todos se tambalean unánimente para evidenciar su estado de ebriedad.
La escenografía nos remite al comedor de una casa modesta, utilizando para ello un tabique que simulaba ser una pared de madera, pequeñas bancas individuales, instrumentos musicales, una pequeña silla y un canasto de mimbre, una chupalla y una mesa con vasos y un jarrón con “gloriao”. Los actores, a su vez, están vestidos de acuerdo a determinada época y geografía (zonas rurales a fines del siglo XIX) y la iluminación sencilla completa esta sensación de viajar en el tiempo hacia el Chile de hace cien años. Hablamos de iluminación sencilla, pero no por ello menos influyente; en efecto, el juego de luces es fundamental a la hora de crear atmósfera de tristeza (cuando las mujeres lloran al niño) o de humor (momento de las adivinanzas y refranes), atenuándolas o intensificándolas respectivamente.
Como podemos ver, la obra presenta las tres unidades aristotélicas, constituyéndose como una especie de escena extendida que podría formar parte de una obra dramática más compleja. Para entenderlo mejor, podemos hacer la analogía con la película Largo viaje de 1967, donde la ceremonia del angelito constituye solo una escena del filme. Alitas de celofán se instaura entonces como un nuevo antecedente cultural que contribuye a rememorar este ritual tan propio y tan olvidado al mismo tiempo, posicionándose junto a la cinta de Patricio Kaulen y al Rin del angelito de Violeta Parra.
Según Lehmann (2002), “en el teatro posdramático la acción dramática es sutituida por una paleta de movimientos/procesos sin referencia y con una acentuada precisión, una construcción rítmico/musical o visual a partir de los cuerpos de los actores y su presencia escénica”. Los actores no interpretan a personajes propiamente tales, con una psicología propia, sino que más bien desempeñan roles circunstancialmente, donde lo importante son sus movimientos. Podemos identificar, por ejemplo, a la madre (Patricia Cabrera), a los cantores (Fabiola González y Manuel Sánchez) y al angelito. Los seis actores permanecen en escena todo el tiempo y van adoptando roles según la escena lo requiera, ya que lo importante es explicitar cada uno de los aspectos que la ceremonia engloba, tanto práctica (pasos del rito) como emocionalmente.
En cuanto al carácter poshistórico de la obra, rescata una tradición marginada de
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