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Cuento de terror. El umbral de la puerta


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2019  •  Trabajo  •  559 Palabras (3 Páginas)  •  155 Visitas

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El umbral de la puerta.

“El tiempo se bifurcará perfectamente hacia innumerables futuros.” –Jorge Luis Borges.

Recuerdo que me encantaba leer a este autor, solía llevar mi cabello suelto y despeinado a los hombros, camisones más grandes que yo, y licras muy cómodas para andar en casa, o salir al parque, la gente no solía mirar a la chica de lentes recostada con la mirada fija en las páginas de cualquier libro. Esa era yo.

El cielo descolorido me observa desde lo alto. Estoy recostada sobre algo que llaman banca: cuatro barras de metal sosteniendo un pedazo de madera. Me levanto y empiezo a caminar. Hay algo en los colores que me deprimen. Me acerco a las plantas. Las acaricio.

Pero siento su frio y recuerdo todo.

-¡Queda detenida por delitos de asalto!-Me dijo el oficial de policía, en tanto sacaba sus esposas del cinto.

Lo que pasó luego no fue un juicio, sino un intercambio. Sabía como terminaría todo; no me sorprendió el veredicto final.

Me sube un semblante de rabia, furia en su puro esplendor al recordar ese momento. Sujeto las barras con todas mis fuerzas, las doblego. Me alejo del cielo demacrado. Mentalmente. Todo fue demasiado bueno para ser verdad.

Decido hablar con alguien capaz de entender una mente llena de pensamientos bizarros como la mía: conmigo misma.

-Ya no te quieren.

Agité mi cabeza para olvidarlo, para tratar de olvidarlo, porque pensar en estas cosas, aislada en una celda, sería fatal. Me senté en el piso, estaba fría, así son las celadas de este lugar y de todos pensé, sentí mi cabeza pesada como si hubiera corrido un maratón.

Veo un pincel a mi lado. Lo tomo y comienzo a crear la imagen de una puerta, traspaso este pensamiento a la pared.

-Te veo y no lo creo –comenta- ¿Era tan sencillo?

Mi mano se acerca al cerrojo. Mi corazón aumenta sus latidos, como el de un niño que pierde a su madre en el parque. La abro; ahí esta: una planicie verde flanqueada por árboles. Cuando decido salir, un pestañeo echó todo a perder. Ante mí se bifurca un camino, el de la izquierda, es libre, parece no tener peligro, el de la derecha, todo lo contrario. Pero fue el que tomé.

Comienzo a caminar; decido no mirar a mis alrededores, solo mis pies. Siento espinas y ramas que rasgan mi piel, pero no me detengo. Un olor a azufre me lleno los pulmones, haciéndome casi imposible respirar.

Escucho boses a lo lejos. Primero son suaves y calmados murmullos, luego cambia a un tono agresivo.

-Eres tan o más bestia que ellos, nos decepcionaste.

El aire se puso pesado. El silencio me dio mala espina, la voces reaparecen caigo al suelo.

-Hora de comer- dice alguien de vestido gris, coloca la bandeja a lado de la cama y se aleja.

Otra vez… no me sorprende.

Decido comer. Estoy agotada después de tanto alboroto. Mis brazos arden, los oídos me asedian expectante

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