DE ORUGA A MARIPOSA
Enviado por • 23 de Octubre de 2013 • 432 Palabras (2 Páginas) • 385 Visitas
Los hay de muchos tamaños y colores: algunos son delgados, otros, gruesos, todo depende de la marca. Los Olfa son fuertes y tienen una apariencia seria y profesional; aunque de un agradable y amistoso color amarillo. Los Barrilito son informales y promiscuos, con ellos no se puede establecer una relación duradera, todo eso se ve en su estructura frágil, su carcasa transparente y sus colores fosforescentes. Otros, por el contrario, son sumamente serios y severos, su cubierta de metal impone un grave respeto, uno sabe que con ellos no se puede jugar… Sin embargo, a pesar de sus diferencias de personalidad, en el fondo todos son iguales.
Todos, como las tortugas, están formados por un caparazón y un elemento interior, sólo que, en este caso, lo que hay dentro de la cubierta no es blando, sino duro y filoso; y dicha cubierta sirve para proteger, no lo que está dentro, sino lo que está fuera de ella. El filo de la navaja, igual que la nariz de un sabueso, se apasiona con la precisión y en cuanto uno desliza el botón para hacer salir la navaja, se percibe su impaciencia por empezar a cortar. Se necesita fuerza para manipular a estas fierecillas, pues ellas no respetan a una mano débil, que dude, o que no sea capaz de ejercer la presión adecuada. Yo he convivido con ellos desde hace muchos años: los conozco bien. Empecé a manejarlos en la secundaria, pero entonces les temía, pues había escuchado horribles historias acerca de ellos. Ahora se han convertido en mis mejores amigos y voy a contarles la historia de uno de ellos, el más querido.
Todo empezó el día que perdí mi profesional Olfa, el de ergonómico diseño; desesperada acudí a mi abuelito. Él puso en mis manos un objeto monstruoso de color anaranjado: un cúter de electricista, de esos que cuestan $7.00 en el Centro. Su diseño era burdo, su cubierta, de plástico corriente, con rebabas. ¡Yo no podía cortar con eso! Sin embargo, no tenía otra opción, lo acepté e inclusive lo llevé a la escuela. Todos mis compañeros, al verlo, se reían de él, y ¡de mí! Un día no pude más y llegando a casa lo lancé violentamente contra la pared y... ¡entonces sucedió el milagro! ¡la oruga se convirtió en mariposa! La carcasa se partió en dos y de ella surgió la más hermosa criatura que jamás hubiera visto antes: esbelta, estética, elegante. Mis compañeros al verla no la reconocieron, todos alababan su belleza y me preguntaban que dónde la había comprado… La oruga se había convertido en mariposa.
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