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De cómo se quería civilizar el gusto


Enviado por   •  13 de Enero de 2019  •  Resumen  •  973 Palabras (4 Páginas)  •  165 Visitas

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De cómo se quería civilizar el gusto

Guillermo prieto vaticinaba cómo se afrancesarían nuestras costumbres, cómo muchos renegarían de sus tradiciones con tal de obtener por parte de los invasores el título de civilizados. Lo primero sería abandonar la lengua española, a seguidas olvidar el sonsonete del catecismo para solazarse en las atrevidas novelas de Paul de Koch.

Las modas, los bailes, las comidas, todo seguiría el patrón indicado por la Francia invasora.

Como prevenía Prieto, con la Intervención y el Imperio llegaron a México muchos cocineros, entre otros, el húngaro Tüdos encargado de la cocina imperial que asombraría y Agustín Dalobelle que haría las delicias de los elegantes del Trivoli del Eliseo.

Uno de los cafés de selecta concurrencia era el de “Fulcheri”, en donde los criados servían a la clientela como si fueran de casa real.

En el “Café de la Bella Unión” podían saborear la crema de chantilly, al igual que los ricos helados napolitanos que Fulcheri había introducido al país. Otra novedad fueron las aguas minerales y las gaseosas de limón, naranja, piña, fresa y grosella.

Juan Antonio Mateos bajo el seudónimo de “Mefistófeles” publicó en La Sombra “Un año de Intervención” en el que pinchaba a aquellos que anhelaban volverse franceses, maldiciendo los platillo nacionales por considerarlos ordinarios.

Lo que seguramente desconocía era la ponderación que el denostado guajolote había escrito Brillant-Savarin, estimándolo como el más hermoso de los regalos de América al Viejo Mundo.

El periódico La Orquesta público “Los mexicanos civilizándose” donde decía que los dandies, en su empeño de ser europeos en el café “La Concordia” bebía a las once de la mañana ajenjo, a las doce vermouth, coñac a las tres de la tarde, madera o champagne por las noches. Y algunos elegantes en el “Hotel de Iturbide” libaban gincocktails o sherry cobblers.

De los territorios a la gula

Con la caída del Imperio, aunque México regresó a la sencillez republicana, la influencia europea no desapareció, se fortaleció con el porfirismo; marcaría con su impronta el arte, la arquitectura, las costumbres, la cultura. La época porfiriana permaneció fiel a la “muy francesa historia del coñac”.

Los banquetes de las personas adineradas se sirvieron con platillos y vinos europeos, los menús se presentaban casi siempre en francés. Las tiendas más acreditadas como “El Borrego”, “El universo, “El Globo”, anunciaban toda clase de productos europeos y los vinos y licores de las primeras bodegas de España y Francia.

Las dulcerías y pastelerías seguían siendo en su mayor parte propiedad de los franceses. Como ya se dejaba sentir la influencia norteamericana ofrecían a su clientela sándwiches y lunches.

Entre los restoranes más conocido en sus últimas décadas del siglo XIX están Fulcheri y Cía., con el “Gran restaurant del Bazar” y su Cuisine Universelle, el elegante “Café de la Concordia”, en donde se podían comprar pasteles de ostiones (por los setenta los ostiones era lo chic) y vol-au-vent sobre pedido. En cuanto a la comida, pocas fondas podían competir con sus sopas italianas, asados a la inglesa, sopa de ostiones y sus salsas excepcionales.

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