Dias De Otoño
Enviado por saulbr • 19 de Febrero de 2014 • 628 Palabras (3 Páginas) • 227 Visitas
Después de dejar la canasta con las cobijas y los juguetes de su hijo imaginario a las puertas del orfanato, Luisa caminó por la calle con la cabeza baja y la moral en el suelo. No daba crédito a lo que en su vida había sucedido. De ella no se supo por muchos días.
En la pastelería “El globo”, don Albino y sus empleadas trabajaban en silencio. Sin querer, se solidarizaron con el dolor de Luisa.
Pensaban que ya no la volverían a ver otra vez. Ante esta gran preocupación, su amiga Rita decide ir a su casa a ver qué sucedía.
Rita pidió permiso a don Albino para salir a localizarla; don Albino se preocupó ante la situación de Luisa y le otorgó el permiso. Le ordenó que fuera lo más pronto posible y que le informara de lo sucedido.
Rita se quitó el delantal y tomó un taxi con mucha prisa que, por azares del destino, era el mismo que manejaba el taxista que había llevado a Luisa a su casa cuando su novio la dejó plantada. Cuando llego al cuarto de azotea de su amiga tocó insistentemente pero nadie contestó.
Regresó a la pastelería “El globo” y le informó a don Albino que no pudo encontrar a Luisa.
Mientras, en su cuarto, Luisa se sentía prisionera entre las cuatro paredes; la pena la invadió totalmente y se preguntó una y otra vez ¿cómo pudo mantener una mentira hasta tal grado? ¿Por qué la vida le hizo una jugarreta de tal magnitud?
El deseo de quitarse la vida creció repentinamente y tomó un bote de pastillas para dormir. Ingirió una a una las pastillas, lentamente, y recordó poco a poco cada una de las cosas que habían sucedido. Sólo deseó que su amado Carlos pudiera entrar por la puerta y le dijera que la amaba con locura y que la necesitaba con la misma intensidad que ella a él. Que la abrazara, que pudiera beber de su amor.
Entró en un profundo sueño hasta perder el conocimiento. Casi inconsciente escuchó tres golpes estrepitosos. Era don Albino que golpeó la puerta con fuerza hasta que ésta cedió y entró repentinamente al cuarto.
Luisa yacía sobre la cama, pálida, su rostro estaba lánguido, retrataba a la muerte. Don Albino corrió y la tomó entre sus brazos, con lágrimas en los ojos le dijo vehemente:
-¡Luisa, resiste! ¡Tenemos que llegar al hospital!
Don Albino esperó impaciente; fueron muchas las horas de incertidumbre hasta que la Dra. Hortensia abrió la puerta del quirófano donde le habían hecho a Luisa un lavado de estómago y de sangre.
Se acercó prudentemente y se dirigió a don Albino:
-Logramos salvarle la vida pero no pudimos evitar el daño neuronal ocasionado por los medicamentos. Lo siento mucho, las consecuencias son graves
A partir de ahí, todos los días don Albino acude al hospital psiquiátrico a visitarla. Con una sonrisa amorosa le extiende los dulces y pastelillos que sus amigas le envían con él.
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